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CLUB LA NUEVA ESPAÑA de Gijón

Juan Vázquez de Mella contra la corrupción por el regionalismo

El historiador José Girón analizó la figura del político carlista y su proyecto en la Asamblea de Covadonga

José Girón Garrote, anoche, antes de su conferencia. ENOL TEIJIDO

El día 1 de octubre de 1916, en Covadonga se dieron cita varios miles de personas (el número varía según las fuentes), para asistir a una magna asamblea que había sido convocada por el político carlista Juan Vázquez de Mella y Fanjul (Cangas de Onís, 1861-Madrid, 1928). El objetivo, y así lo publicaron los diarios de la época tras preguntar al organizador: poner en marcha un movimiento esencialmente regionalista en dos aspectos. El primero, negativo para cuanto significase el caciquismo, y el segundo, afirmativo en cuanto a su aspecto nacional. En definitiva, dar vida al regionalismo de Asturias y, luego, extender la idea a toda España a través de una federación nacional.

Es decir, la idea de Juan Vázquez de Mella era crear un partido transversal, con el carlismo, el maurismo (el partido de Antonio Maura) e, incluso, elementos republicanos, para "regenerar la vida política en España y luchar contra el caciquismo y la corrupción derivada del bipartidismo de la primera Restauración", explicó anoche José Girón Garrote, catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Oviedo, en el transcurso de la conferencia que protagonizó, en el Club LA NUEVA ESPAÑA de Gijón, y que llevó por título "El regionalismo asturiano y la Asamblea de Covadonga". Xuan Xosé Sánchez Vicente, que era el segundo interviniente, no pudo acudir a la cita debido a una indisposición de última hora.

Relató el catedrático Girón Garrote que "la primera Restauración fue exactamente igual a la segunda (la que entronizó a Juan Carlos II)", en cuanto a lo peor de la política en corrupción y caciquismo. La primera con "un bipartidismo férreo del Partido Conservador y del Partido Liberal, un caciquismo feroz y un fraude electoral terrible".

En el caso de Asturias, explicó el conferenciante, con la figura de Alejandro Pidal, del Partido Conservador, como "el gran cacique de Asturias, a quien se le dejaba hacer desde Madrid lo que quería, por eso los diputados por Asturias eran siempre conservadores aunque en España gobernaran los liberales".

Por lo que respecta al carlismo, tras el final de la tercera guerra carlista (se libró entre 1872 y 1876) adoptó la postura "del retraimiento", afirmó Girón Garrote, o lo que es lo mismo, su negativa a participar en la vida política, a la que retornaría en 1890. Siete años más tarde, prosiguió el catedrático, el carlismo adoptó su línea política en la que se hacía una defensa del reconocimiento de las autonomías de municipios y regiones, el uso de las lenguas vernáculas y la doctrina del papa León XIII y su encíclica "Rerum novarum" sobre la llamada "cuestión social".

Esas son las fuentes en las que bebió Vázquez de Mella para regenerar la vida política tras la Asamblea de Covadonga. Fracasó y creó el Partido Tradicionalista. Pero es otra historia.

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