El Juzgado de instrucción número 2 decretó ayer el ingreso en prisión de Iván González Fresno, el gijonés 32 años acusado de asfixiar a su madre hasta matarla en el domicilio familiar de Monteana. El reo fue trasladado por la Guardia Civil hasta la prisión de Villabona a última hora de la mañana. La decisión de la magistrada encargada del caso se produjo apenas 48 horas después de la detención del parricida confeso, que se entregó voluntariamente en la Comisaría de Policía Nacional poco después de cometer el asesinato.

Ni arrepentimiento ni explicación alguna. González Fresno reconoció ante la jueza haber matado a su madre, pero sin determinar el porqué y sin dar muestras de estar arrepentido. Ante la magistrada sólo desveló que "tenía que matarla" a pesar de reconocer que profesaba "un aprecio especial por mi madre", al punto de asegurar que "era la persona con la que mejor me llevaba de la familia", tal como declaró en el Juzgado, según ha podido saber este periódico. La abogada del turno de oficio responsable de su defensa ha solicitado distintos informes a varios centros de salud para interesarse por el tipo de tratamiento y las consultas psiquiátricas que había recibido, a fin de que los peritos determinen si el joven es imputable o no.

Los hechos tuvieron lugar en la madrugada del lunes al martes en el domicilio familiar que compartían víctima y agresor con las dos hermanas y el padre del detenido. Después de acabar con la vida de su madre, Iván González Fresno caminó más de una hora de madrugada hasta las dependencias policiales de El Natahoyo. Una vez allí contó lo que había hecho al funcionario del control de accesos de la Comisaría. "No podía dormir, bajé las escaleras y maté a mamá", confesó el reo con toda tranquilidad, aunque no supo dar explicación de las razones que le habían llevado a cometer el crimen. El escalofriante relato lo volvió a repetir ayer ante la jueza que se puso al frente de la investigación. "Sufro un trastorno psicoafectivo, no tengo afecto ni sentimientos", afirmó el detenido.

El ingreso en la prisión de Villabona del imputado se produjo apenas unas horas antes de que a las cuatro de la tarde de ayer el tanatorio de Jove acogiera el acto de despedida a la difunta, Milagros Fresno, de 54 años, "Marimí", como la llamaban sus allegados.

La del pasado martes no fue la primera vez que la Guardia Civil de la Comandancia de Contrueces tuvo que intervenir en el domicilio familiar. Los agentes de la Benemérita de Gijón -encargados ahora de la investigación de este asesinato que tuvo lugar en su demarcación- ya habían acudido en al menos una ocasión anterior, hace meses, a la vivienda de "Rafael el carnicero", como conocían al padre de familia en el barrio. Por aquel entonces Iván González Fresno había protagonizado otro altercado violento como consecuencia de su enfermedad mental que se pudo solventar con su traslado a un centro médico. "Tenía temporadas muy malas, una vez se perdió un mes en el monte y los familiares no supieron nada de él", relató el pasado miércoles horas después del suceso un vecino de Monteana aún conmocionado por lo sucedido.

El crimen tuvo lugar en una vivienda que Rafael González había construido en los años 90 en la misma parcela en la que reside su hermana, frente al bar de la zona, el Cañaveral. El padre del detenido -que había regentado varias carnicerías situadas en Monteana, el centro y la zona de La Calzada-, había construido el inmueble con el dinero que había conseguido gracias al segundo premio del sorteo de El Niño celebrado en enero de 1990. La familia resultó agraciada con unos 90 millones de pesetas. Jugaba varios décimos con compañeros de su peña de mus, de la que también formaba parte su mujer.

Una vez confesado el crimen, Iván González fue trasladado a los calabozos de la Comandancia de Contrueces, de donde no salió hasta que ayer por la mañana fue trasladado al juzgado y de ahí a la prisión de Villabona. La comparecencia judicial se produjo después de que un informe del Instituto Anatómico Forense confirmara que la madre del parricida confeso había muerto asfixiada. Desde entonces en Monteana no se habla de otra cosa.

"Sabíamos que estaba mal, pero nunca pensamos que pudiera pasar algo así", lamentaban los vecinos que tuvieron la oportunidad, el miércoles por la mañana, 24 horas después de que se descubriera el crimen, de darle el pésame a Rafael González cuando acudió, como cada día, al bar de la localidad. "La gente le estuvo consolando, andaba muy cabizbajo", contó una testigo del encuentro. En lo que coincidía todo el pueblo era en destacar el drama que estaba viviendo Rafael, un hombre que había perdido a su mujer "a manos de su propio hijo, lo cual cuesta creer y aceptar".