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IAN WATSON | Escritor, presentó ayer el primer tomo de "Watsonianas"

"La razón se largó de mi país cuando votó a favor del 'Brexit'"

"Me tomé los nueve meses con Kubrick como una comedia surrealista; nunca creí que el guión llegara a ser una película"

Ian Watson, ayer, en Librería Central. ÁNGEL GONZÁLEZ

Está considerado como uno de los maestros de la ciencia-ficción contemporánea. Ian Watson (Newcastle, 1943) presentó ayer en la gijonesa Librería Central el primer tomo de un ambicioso proyecto editorial, "Watsonianas". Tiene galardones tan importantes como el "Prix Apollo". Habitual de la "Semana negra", vive desde hace tiempo en Gijón.

-¿Qué reúne "Watsonianas"?

-Es una reedición de mis quince primeras novelas, que se presentan en tomos de tres novelas por volumen. Y por eso lo de "Watsonianas". Lleva lo de "delirios racionalistas" porque me gusta perturbar la mente de los lectores, aunque yo sea hiperracionalista.

-Eso de los "delirios racionalistas" recuerda a Goya: "El sueño de la razón produce monstruos".

-Ahí escribo del auge del capitalismo y de lo que es la Europa actual. Ambas cosas nacieron en medio de monstruos y atrocidades, y las siguieron produciendo: el Tercer Reich nazi, por ejemplo, y Dios sabe hacia dónde vamos con Trump en la Casa Blanca. Es como si la razón se hubiera fugado de Occidente, de la misma manera que se largo de mi país, Inglaterra, cuando se votó el "Brexit".

-¿Está molesto por la salida de su país de la UE?

-Sí, porque se mintió a la población. Y parte de ésta demostró una subnormalidad profunda que ahora tendrá que pagar caro. No hay motivo legal alguno para que el "Brexit" tenga que producirse. Parece que el Gobierno y el pueblo están dispuestos a saltar por el acantilado. Es la muerte de la razón; los monstruos vuelven a recorrer Europa.

-Vuelvo a "Watsonianas", donde incluye "Incrustados", considerada en su día como la primera novela psicolingüística...

-No es la primera vez que se recurría a la lingüística en la ciencia-ficción. Se presentaban todos los lenguajes como muy diferentes, como si una lengua respondiera a la manera de un pueblo concreto de ver la realidad. Se basaba en cómo se veían lenguas como el hopi o el navajo. (Noam) Chomsky cambió esa visión al decir que hay una estructura subyacente a todos los lenguajes humanos. Eso posibilita que cualquiera bebé pueda aprender cualquier lengua. Todos estos temas están en la película "La llegada", en la que el tiempo ya no es lineal para los extraterrestres. Así que mi novela, publicada en 1973, vuelve a ser actual.

-¿Por qué ese interés por la literatura de género, la ciencia-ficción, la fantasía?

-Hay un autor indio que describe cómo la literatura "mainstream" (corriente principal) nos ha cegado e impedido ver cosas tan básicas como el cambio climático. Esa literatura es demasiado genérica y, a la vez, muy estrecha; estrangula nuestra imaginación. Y eso es peligroso desde el punto de vista político y psicológico, más en un momento en el que todo va a cambiar sin que podamos hacer gran cosa.

-Por lo que sé también escribe poesía...

-Sí, por supuesto. Más que una poesía estrictamente lírica, son piezas cortas, narrativas. Cuando estoy muy bombardeado por cosas, sin tiempo para la novela o los relatos, expresó mis percepciones en ese formato mucho más corto.

-Y que ha escrito un libro de recetas de cocina al alimón con Cristina Macía...

-Así es, "Cincuenta recetas con nombre". Son recetas que llevan nombres propios, como el solomillo Wellington, o de lugares. Nos lo encargaron por el cincuenta aniversario del Círculo de Lectores. Contamos una historia divertida.

-Sabemos que formó parte del círculo inicial de escritores que reunió Stanley Kubrick para "Inteligencia Artificial". He leído en algún sitio unas declaraciones en las que calificaba al cineasta de "niño caprichoso y multimillonario". ¿Sigue pensando lo mismo?

-No creo que haya dicho eso nunca. Si hay algo así rodando por ahí es que está sacado de contexto, y de manera extrema. Kubrick me caía muy bien, de lo contrario no hubiera trabajado con él durante nueve meses. No le tenía miedo y por eso pude trabajar con él y sufrir tan sólo pequeñas crisis nerviosas. Nunca me llegué a creer que aquello llegara a ser una película. Otros colaboradores se pasaban demasiado tiempo preocupados por seguir con Kubrick, por el dinero y la fama futura. Yo, en cambio, me tomé aquellos nueve meses como si fuera una comedia surrealista.

-¿Qué tal su adaptación a la vida gijonesa?

-Me encanta Gijón. Tiene un clima como el inglés, pero no tan desagradable. Es maravilloso: sidra, cerveza, vino... aunque por desgracia no me gusta mucho la sidra. Aquí, la cultura social produce un entorno maravilloso. Y el entusiasmo por la gastronomía; me encantan los concursos de pinchos y tapas. En Gijón pasan cosas estupendas: el Festival de Cine, y está cerca de Avilés, que tiene el "Celsius"; y la "Semana negra", a la que he venido muchos años, y el Botánico, y hasta el Acuario está bien. Así que no tengo motivos para salir de aquí. Y me he dado cuenta, además, de que al final todo acaba viniendo tarde o temprano a Gijón.

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