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Deslumbrante Hendricks

La soprano lírica pone al Jovellanos en pie dando muestras de su brillante dominio también de los registros del góspel

Hendricks, durante su actuación ayer en el Jovellanos. JUAN PLAZA

Barbara Hendricks cantó y deslumbró, anoche el teatro Jovellanos. Con su recital se inauguraba el Festival de Gospel de Gijón. En un aforo completamente lleno, esta soprano lírica, hija de un predicador de Arkansas, y Premio Príncipe de Asturias de las Artes, hizo las delicias del respetable con la magia de su voz. Todo un puntazo para Gijón, ya que solamente podrán escucharla en otras cuatro ciudades españolas.

En un escenario completamente negro, sólo iluminado con dos haces de luz que se cruzaban y cambiaban de color, el recital su inició con la guitarra de un músico. Poco después apareció otro, que se sentaría al teclado electrónico y al piano. Ambos supusieron todo el acompañamiento de la diva. Previamente, un locutor había dicho que Bárbara Hendricks, aunque es conocida por sus interpretaciones en el mundo de la ópera, goza de una afición subterránea: el góspel.

Discretamente vestida, la cantante se presentó en escena para ofrecer doce temas, más el de propina. Personalmente, el góspel me parece repetitivo, es decir, todas las canciones me suenan parecidas, pero esto no obsta para que disfrute de su voz. Una voz soberbia, de gran coloratura, bello timbre, potencia y una escala tan amplia como pocas. Me da la impresión que comenzó su canto un poco, diríamos cuitada, pero ¡ay amigo!, poco a poco se fue soltando el pelo, y su maravillosa voz dejó patente su calidad y técnica.

Tras cantar cuatro temas, se permitió un pequeño descanso en el aprovechamos para calibrar la categoría artística del pianista. Estuvo simpática Bárbara Hendricks, habló casi siempre al iniciar una nueva canción, pero lo hizo en inglés, así que me temo que gran parte del respetable, entre el que me encuentro, se quedó in albis.

Continuó el recital con otras ocho canciones, entre las que distinguimos un arreglo de la célebre "Something". Al final, ante la catarata de aplausos que le venía encima, con el público puesto en pie, antes de regalar su propina habló en castellano para hacer mención del articulo número uno de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, proclamada en París en 1948, por el cual todos los hombres son libres. Al concluir su canción el Jovellanos se caía. Bárbara Hendricks ha dejado memoria.

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