El 22 de julio de 1936, hace ahora 80 años, cayeron sobre el patio interior del Ateneo Obrero de La Calzada los primeros proyectiles de la Guerra Civil sobre la ciudad de Gijón. Resultaron fallecidas cuatro personas, tres de ellas socios del Ateneo, más una mujer que pasaba por la calle. Fue, a la sazón, la primera incursión contra la población civil inocente en la contienda. Y ayer, ocho décadas después, se descubrió una placa en la esquina de las calles Ateneo Obrero y Cuba que recuerda aquellos sucesos.

"En este lugar fallecieron algunas de las primeras víctimas de los bombardeos sufridos por Gijón durante la Guerra Civil. En recuerdo de la población civil que padeció injustamente, entre el 22 de julio de 1936 y el 20 de octubre de 1937, los ataques realizados por la aviación franquista, el buque Almirante Cervera y la Legión Cóndor nazi. Por la paz y el fin de las guerras", reza la placa que desde ayer trata de "poner las cosas al derecho", como indicó el historiador Héctor Blanco, uno de los impulsores de la iniciativa. Porque hasta no hace tanto "Gijón tuvo en el Paseo de Begoña un monolito de reconocimiento a la Legión Cóndor, mientras que los agredidos fueron ninguneados hasta prácticamente ahora mismo", lamentó Blanco.

Con la placa se da cumplimiento a un acuerdo plenario que contó con la unanimidad de los grupos políticos con representación municipal, presentes ayer en el acto de reconocimiento (a excepción del Partido Popular". Y con su presencia quisieron, como indicó la concejala de Educación, la forista Montserrat López, dejar constancia de que "recordar los bombardeos es un acto amargo, pero no es un error; devolver la dignidad de todas las víctimas es una obligación", señaló la edil.

Sobre todo porque, como incidió Héctor Blanco, los sucesos del Ateneo Obrero de La Calzada no fueron tan anecdóticos como en un principio se los intentó disfrazar. "Estudiándolos a fondo los bombardeos sobre Gijón fueron muy serios, y se ha visto lo cruel que fue convertir a la población civil en objetivo militar".

Fue el propio Ateneo el que consideró la posibilidad de rendir un homenaje a las víctimas, como indicó su presidente, Luis Pascual, quien recordó también cómo la institución vivió en primera persona las incautaciones de sus bienes y la persecución de sus socios en aquellos años. "Debemos seguir trabajando en el reconocimiento de las víctimas por sensibilidad democrática", sentenció Pascual.

La placa recuerda ahora a los paseantes, para muchos de los cuales aquellos días resultan ya lejanos y confusos, que durante quince meses los gijoneses vivieron atemorizados bajo el fuego de los sublevados. Primero, con la actuación de una escuadrilla de aviones rebeldes que salieron cargados de bombas desde su base en León. Después, bajo la amenaza del buque de la Armada "Almirante Cervera", que bombardeó sin cesar la ciudad desde la bahía de San Lorenzo. Finalmente, en el verano de 1937 , bajo los temibles aviones de la Legión Cóndor nazi, que atacaron sin descanso la ciudad y el puerto de El Musel. Ahora, al menos, queda el recuerdo de los días del horror. Para que no se repitan.