Diplomada en Trabajo Social y coordinadora de la "Jam Poesía Gijón", la poeta Laura Fjäder ( el apellido significa "pluma" en sueco) tiene reciente su primer libro de poemas "Will Scarlet no era dios" (Suburbia). Nacida en El Entrego en 1973, lleva años escribiendo y publicando en distintos trabajos colectivos, sin prisas. Esta artista desarolla también desde Gijón, donde vive, el proyecto "Musas disidentes", donde confluyen arte menstrual y poética. La autora tiene una voz propia entre las creadoras asturianas que han hecho del feminismo y de la visión de género una posición política.

-¿Qué encontrará el lector en este poemario?

-Está dividido en dos partes que fueron surgiendo como algo natural en el proceso de escritura, aunque los textos no están constreñidos por esa división. Con la primera, trato de cerrar ciertas heridas propias. El libro está concebido, en realidad, como un todo que va desde lo íntimo hacia lo universal y lo público. Subyace, claro, mi discurso, que es crítico y feminista. Como mujer y creadora tengo una responsabilidad, y así lo expreso. La manera que gestionamos nuestros afectos con el entorno, con los que nos quieren y con los que han dejado de querernos, supone siempre una posición política; dicho de otra manera: lo personal es político. En la segunda parte me abro a todo aquello que está por venir.

-¿Es un libro unitario?

-Cuando empezó a gestarse tenía diez o doce poemas que sirvieron de columna vertebral. Ahora bien, son textos recientes, muy pensados. A partir de ahí hubo un proceso largo de escritura, de elaboración y reelaboración. Es mi primer libro en solitario, aunque sí había participado en antologías y otros volúmenes colectivos.

-Ha esperado bastante a publicar su primer libro...

-Hay una cosa que me interesa mucho: crear desde la pluralidad de voces, desde las sinergias. He enfocado mucho mi trabajo hacia los espacios efímeros de creación, así que he organizado bastantes lecturas y "performances" con poetas. Es algo que me interesa, me nutre. He prescindido de muchos de aquellos textos y acciones. Jamás tuve afán por publicar, así que este libro llegó cuando era el momento. Ha sido importante que me lo pidiera la editorial Suburbia, que tiene una editora a la cabeza (Silvia Cosío) y un proyecto.

-En uno de sus textos identifica la poesía con la juventud y la valentía...

-Hay un tema fascinante: esos creadores jóvenes que están sacando la poesía a la calle, sin miedo. Todo eso me parece maravilloso.

-También escribe que la poesía es su "último cartucho". ¿En qué sentido?

-La poesía es como el último canal que yo considero válido para expresarme, para dejar constancia de un discurso y un posicionamiento. Para mí la poesía es también un arma.

-Un arma cargada de futuro, afirmaba Gabriel Celaya.

-La poesía la hace no sólo quien la escribe, sino también quien la lee.

-¿Y qué tipo de poesía le interesa? Sus textos huyen de la métrica, de la rima, de ciertos formalismos avalados por la tradición...

-En mi casa, mi madre leía poesía desde siempre: Miguel Hernández, Gloria Fuertes, Lorca... A la hora de crear me interesa mucho el ritmo de los silencios y de las pausas. Y me ha influido mucho la escritura de autoras como Clarice Linspector, Cristina Peri Rossi, Txus García, Laia López Manrique, Alba González Sanz, Chantal Maillard... También me fascinan Carver o Roger Wolfe y Roxana Popelka. Es importante leer mucho, pero leer bien.

-Se dice que la poesía es un género resistente pero minoritario, aunque han surgido nuevos poetas que venden bastantes libros y hay editoriales importantes que han decidido sacar su propio sello de poesía. ¿Qué explica este fenómeno?

-Hay una serie de poetas jóvenes que han sacado sus libros en ciertas editoriales y que han sabido aplicar, con bastante acierto, estrategias de mercadotecnia. Hay de todo. Tienen un respaldo importante de seguidores por las redes sociales.

-¿No le interesa demasiado ese tipo de poesía?

-Yo no sé hacer otra cosa que lo que hago, pero cada uno es libro de buscar sus canales de expresión. Estoy más en la línea de autores como Sara Torres, Lola Nieto, David González, Roxana Popelka... Es como en los años ochenta, que estaban los "Pecos", pero también David Bowie.

-¿Y qué tal con las "jam" o sesiones de poesía que viene organizando incansablemente en Gijón desde hace tiempo?

-Nacieron muy de la mano de las que Alberto Claver organiza en Granada. Me dije, después de hablar con él, ¿y por qué no hacer algo similar en Gijón? Sofía Castañón dice en su programa de radio que la poesía no da miedo, pero yo, sin embargo, creo que sí lo da.

-¿Y a qué achaca ese temor?

-Bueno, porque la gente identifica la poesía con algo que está alejado de lo cotidiano, de la realidad. De ahí ese interés mío por esos espacios de creación efímeros pero permeables, accesibles. Son lugares horizontales, en los que tiene cabida el poeta consolidado, con una trayectoria, y quien no ha publicado. Me pareció interesante hacer esas sesiones en un sitio como La Revoltosa, una librería-café cercana a mi manera de ver las cosas.

-¿Participa mucha gente?

-Son dos días al mes. Hay sesiones en las que hay una docena de personas y otras en las que no se cabe. Esa fluctuación también es bonita. Y lo importante es hacer ver que nos podemos nutrir de los demás, que la cultura no es un lujo. Hay que escuchar.

-¿Y qué es "The Flesh Project", iniciativa de creación feminista multidisciplinar?

-Es una iniciativa que poco a poco he ido orientando hacia dos proyectos: "Lóbulo y sentido", con un par de citas al año, y con el que procuramos sensibilizar sobre la obra de una creadora a través de otra creadora actual; y estoy también con "Musas disidentes", donde trabajo un poco con el arte menstrual.

-Explique en qué consiste el arte menstrual...

-Es una manera de desmitificar el ciclo menstrual, la regla, la sangre, a partir de que se va a las raíces de ese tabú desde distintas disciplinas: la antropología, la sociología. Hay también una indagación literaria y poética. Algunas compañeras emplean la sangre en distintas producciones artísticas. Es una manera de enfrentar algunos mitos y tabúes.

-Usted es diplomada en Trabajo Social. ¿Cómo ha influido esa circunstancia en su poesía?

-He estado vinculada más al voluntariado que a los servicios sociales institucionalizados. Estudié Derecho, pero no me satisfacía. El trabajo social, en cambio, te da una visión amplia, global, distinta, transversal. Me ha permitido cuestionar muchas de las cosas que yo había aprendido, y no debemos olvidar que vivimos en una sociedad heteropatriarcal y capitalista. Lo que sí echaba de menos, cuando yo estudiaba, era un enfoque de género, o asignaturas en las que entraran esos estudios de género. Mi generación ha tenido que buscarse por su cuenta las referencias de autoras y creadoras.