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GIOVANNI FERUGLIO ORTIZ | Profesor de Filosofía y doctor en Ciencias Humanas

"Nos conectamos tanto a internet porque nos aterra enfrentarnos a nosotros mismos"

"No sólo revelamos información útil para el mercado, sino aspectos propios que son utilizados en un gran espacio de vigilancia"

Giovanni Feruglio, ayer, en el Antiguo Instituto. ÁNGEL GONZÁLEZ

Héctor Ariel Feruglio Ortiz (Catamarca, Argentina, 1976) -todos le llaman Giovanni- es doctor en Ciencias Humanas y profesor de Filosofía de la Comunicación de la Universidad de Catamarca e investigador visitante en la Universidad de Oviedo donde, como estancia postdoctoral, seguirá hasta julio. Ayer inauguró el ciclo "Identidades y Tecnología" que organiza la Sociedad Asturiana de Filosofía en el Antiguo Instituto durante el mes de enero con la ponencia "La identidad digital. El sex appel de las redes sociales".

-¿Ya nadie se ruboriza por mostrar su sex appel en las redes sociales?

-Empecé a trabajar en identidad y subjetividad en 2005 con motivo de mi tesis en un contexto totalmente diferente. De los blogs se llegó a las redes sociales con un cambio en la dinámica de configuración de identidades y subjetividades. El análisis quería entender las ideologías que orientaban nuestra relación con las máquinas y cómo esa relación influía en la configuración la identidad. Pero esas discusiones sobre lo virtual y lo real ya no tienen sentido porque las nuevas generaciones nacieron en el contexto de la tecnología y los modos de configuración son diferentes.

-¿Cuál es el diagnóstico hoy?

-Han cambiado los lugares donde se disputan los espacios de poder hoy. Las redes sociales han cambiado ese espacio de administración de los cuerpos e identidades que antes se daban en el plano ideológico y de la acción para posicionarlo en el plano del sentir. El campo estratégico de poder hoy es el campo estético.

-¿En qué sentido?

-La construcción de la imagen, o la forma de mostrarse a través de la imagen digital como una suerte de diseño permanente que uno hace, ha empezado a ser cuantificado y cosificado bajo criterios estéticos. Nuestra valoración está dada por la cantidad de "me gustas". Luego, eso sirve a las empresas para manejar una gran cantidad de información para orientar nuestro consumo, marcan tendencia y nos configuran como persona.

-¿En lugar de ser un espacio donde sentirse libre es un mecanismo para convertir a los jóvenes en esclavos?

-No sólo los jóvenes. Ellos son conscientes, viven esa experiencia y no se problematizan con ella. Vivimos en una época en la que la idea del diseño total se ha pluralizado. El sex appeal de las redes tiene que ver con esto, sentimos la obligación de construir una imagen pública de la que tenemos que hacernos responsables. A su vez, sabemos que esa imagen está valorada bajo criterios estéticos. No hay una racionalidad que oriente definitivamente una posición ideológica sino que es tan fluctuante que el valor se adquiere por una valoración de gusto.

-¿Cómo choca cuantificar el gusto con la Filosofía?

-Trabajo en la idea de la economía de la sensación. Al cosificar la imagen y ser cuantificada es como una suerte de economía cuyo material de intercambio es el sentir. Considerábamos la sensación como el último residuo individual de la persona y de pronto comenzó a ser exteriorizada. El sentir, ahora, es algo exterior, se puede cuantificar y articula gran parte de nuestra vida. La economía de las sensaciones toma el afecto, los sentimientos y las emociones como motor de la producción porque al diseñar nuestra vida lo que hacemos es exponer nuestra vida permanentemente donde no solo revelamos información que es útil para el mercado sino también aspectos de nosotros mismos que también son utilizados por internet como un gran espacio de vigilancia y control.

-¿En qué momento acepta el ser humano renunciar a su vida privada?

-Hay un proceso generado por los nuevos medios de comunicación para socializar nuestra vida. Esto tiene que ver con la necesidad de tener sensaciones. Esas sensaciones, que antes teníamos frente a objetos, las tenemos a partir de producir objetos donde el único valor ya no es un rédito económico, solo una valoración positiva de gusto.

-Dicho de otro modo, ¿Vale todo por un "me gusta" en Facebook?

-Sí. Vale todo por no sentirte fuera del sistema de valoración estética que nos posiciona mejor dentro de la sociedad. La gran dificultad era saber por qué ocupamos tanto tiempo de nuestra vida en proyectar una imagen o valorar imágenes y creo que tiene que ver con la experiencia de no sentirse solo dentro de la sociedad. La demanda es la dificultad del ser humano a sentirse solo. Esto es muy interesante pero atemorizante. Todo el tiempo necesitamos estar conectados porque nos aterra enfrentarnos con nosotros mismos.

-A un gijonés, por ejemplo, ¿Qué le aporta un "me gusta" de alguien que viva en Helsinki y al que no ha visto en su vida?

-La producción de la imagen no está destinada a un espectador en particular. Diseñamos una exterioridad para un espectador ausente al que denominamos público pero el gran observador es internet, no una persona. El sentir es impersonal, anónimo y socializado. Saco una foto, la subo a las redes y espero los "me gusta" que me permiten confirmar una sensación exteriorizada.

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