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Rodolfo Pico expone una década de pintura "sonriente" en el Museo Evaristo Valle

La muestra, que se inaugurará el próximo domingo, es una entrada segura al peculiar mundo plástico del artista asturiano

"Papironáutica por un tubo".

No ha podido elegir mejor título Rodolfo Pico para la exposición que inaugurará el próximo domingo, día 15, en el Museo Evaristo Valle: "Una geometría sonriente". Y es que en sus obras, estilísticamente tan reconocibles, suma la evidente preocupación por la disposición espacial de la figura a una más que notable tendencia a la ironía, a lo bienhumorado y a una inteligente jovialidad, en fin, que tiene mucho que ver con la mirada del niño o, mejor aún, con la mirada del adulto que no quiere olvidarse del niño que fue.

"Una geometría sonriente" reúne una veintena de piezas de Rodolfo Pico, de quien aún recordamos la grata exposición que colgó en 2008 en la sala Gema Llamazares, también en Gijón: "De noche todos los gatos son bardos" (sic). Son cuadros pintados entre 2007 y 2016, por lo que la muestra supone una muy recomendable entrada en el identificable mundo plástico de este artista asturiano: sus gatos, los perros salchicha, los paraguas y los buques, las papiroflexias y la querencia cubana heredada de los antepasados indianos.

Nacido en Luarca en 1953, aunque afincado en Gijón desde hace años, Rodolfo Pico es uno de los pintores asturianos más destacados de una generación con autores notables. Con motivo de "Una geometría sonriente" se ha editado un catálogo, patrocinado por Clínica Pérez-Espinosa y Oria, que incluye un texto del poeta y crítico de arte Juan Manuel Bonet. Afirma el exdirector del Centro de Arte Reina Sofía y actual director del Instituto Cervantes en París: "Pintura en la cual lo decorativo y lo ornamental son compatibles con una vocación de esencialidad y pureza".

Para Bonet, muy atento siempre a la pintura que se hace en Asturias (está reciente aún su excelente trabajo sobre el tapiego Miguel Galano), Rodolfo Pico comparte esa visión "sonriente" del arte con pintores como Miró, Arp, Calder, Torres-García, Dionisio del Santo o Gary Hume. Señala el crítico en su texto que Rodolfo Pico es un pintor asturiano "bastante afrancesado en sus gustos".

Rubén Suárez, crítico de LA NUEVA ESPAÑA, ha dicho por su parte en alguna ocasión, tal y como recuerda Bonet, que Rodolfo Pico es un "fecundo fabulador de imágenes". Dueño de una muy personal figuración, en su aventura pictórica tienen por igual cabida los personajes que vienen alimentando el jardín de la fantasía occidental (de Caperucita Roja a Pinocho, pasando por Frankenstein) o los paisajes gijoneses por los que transcurre la biografía del artista. También la papiroflexia, a la que era muy aficionado Unamuno, tiene una gran importancia en este universo de formas y colores. Un pintor que nunca deja de contar cosas.

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