Tal fue el legado que dejó el filósofo gijonés José Luis García Rúa (Gijón, 1923) que más de dos horas y media se hicieron cortas para las loas y anécdotas contadas por sus allegados. Tal fue su contribución libertaria a la ciudad que el Centro de Cultura Antiguo Instituto se quedó ayer pequeño para acoger a 255 personas, entre familiares y amigos, que no duraron en sumarse al homenaje que varias asociaciones locales le tributaron al ritmo de recuerdos, nostalgia, música y poesía.

Sobre la pantalla del salón de actos se proyectó en todo momento una imagen de José Luis García Rúa acompañada de la inscripción "Compañero, nunca te olvidaremos". Una imagen que define a la perfección, a juzgar por los testimonios aportados en el homenaje, su carácter luchador y combativo hasta el final. Una instantánea que prueba el espíritu reivindicativo que le acompañó toda su vida. En la imagen, tomada en 2011 en una acampada juvenil y reivindicativa en la ciudad de Granada, localidad que le vio morir el pasado 6 de enero, se le veía sosteniendo un papel, un texto al que dio lectura en su momento, ya mayor, pero con el ímpetu intacto pues, como aseguró Pedro Roldán, de la Sociedad Cultural Gijonesa, "tuvo una vida larga, intensa, pero no perdió nunca ni un ápice de compromiso".

Se apagaron la luces y entró su voz en off recitando el poema "Adiós". Después, un torrente de palabras, de cariños y recuerdos que inició Guillermo Rendueles asegurando que "era el héroe que necesitaba Gijón y el mejor profesor que uno aspira a tener". Su sobrino nieto, Pelayo García, hizo contener la respiración a los presentes al dar lectura a las palabras "llenas de verdades" que el hijo del homenajeado, Francisco Fidel, "Kiko", pronunció en el funeral de Granada. Recordó la emoción de su padre en su última visita -este verano- a la playa de Gijón, pocos meses después de morir su hermano Emilio, intentando evitar las lágrimas. "Para que sus ojos borraran esas lágrimas" comenzó a contar historias de niños que jugaban en "la arena de su infancia". Pero su padre "no fue un hombre feliz, no se lo hubiera permitido jamás", fue un hombre que "cambió su felicidad por el trabajo y el deber". Un relato vibrante que colmó la emoción de los presentes.

La parte musical la protagonizaron Iván San Segundo, con una musicalización de un poema de Agustín García Calvo primero y Silvio Rodríguez después, y el polifacético Jerónimo Granda, que impregnó con su personal humor el encuentro. Su primer tema, que en su estribillo reza "quiero un pueblo soñador", se lo dedicó al propio García Rúa, mientras que su segunda composición sirvió para hacer un repaso jocoso y crítico a los ocho presidentes del Principado de Asturias, desde Rafael Fernández a hoy.