La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Última oportunidad

La última, ya ha llegado, es la hora de luchar. El mundo se ha reducido a cenizas, dolor y muerte, pero aún queda un atisbo de esperanza para la humanidad, y ese atisbo somos nosotros, la última generación de la tierra.

Nuestros antecesores nos negaron un futuro, al destruir el planeta en su presente. ¿En qué estarían pensando? Destruyeron medio mundo entre guerras, y la otra mitad con el calentamiento global y sus correspondientes consecuencias.

Un día se despertaron, vieron el desastre a su alrededor y decidieron obviarlo, pasaron el problema a la siguiente generación.

La mitad de las especies que conocían, hoy no existen, simplemente "desaparecieron". Los bosques ardieron, como también ardieron países enteros; las armas que habían dormido despertaron feroces con sed de balas; el aire se ha consumido, para respirar necesitamos un oxígeno limpio a través de nuestras narices para así poder vivir; el agua también es cara, dicen que hace años podían beber de un grifo, hoy ya no hay grifos en ninguna casa de España, pero yo creo que es sólo un mito.

Hemos aprendido a vivir rodeados de la destrucción, sobreviviendo a duras penas, pero eso hoy va a cambiar. Finn y yo hemos encontrado un árbol; un árbol, aunque parezca imposible y probablemente no me creáis, lo vimos. Salíamos de un hospital abandonado, donde conseguimos un par de bombonas de oxígeno. Finn es mi Hermano, no biológico, nosotros no tenemos padres. Nos conocimos en el refugio de supervivientes con seis años. Sus historias de bosques repletos de árboles, animales de todo tipo, su continua sonrisa ante las adversidades le hizo mi mejor amigo, mi hermano.

Encontramos el árbol detrás de un edificio, supe que era un árbol por las fotos que Finn me había enseñado. Era increíblemente hermoso, era vida, era aquello que nos habían arrebatado sin llegar a dárnoslo.

Si podía haber un árbol en las afueras de lo que un día fue Madrid, tendría que haber un bosque en algún lugar. Llevamos meses caminando entre las cenizas, hablando con supervivientes que cuentan historias demasiado devastadoras como para seguir en la búsqueda; pero no, Finn no se rendiría jamás. La destrucción trajo consigo múltiples enfermedades genéticas, epidemias que arrasaron con ciudades, con millones de personas. No estábamos preparados para darnos de bruces con las consecuencias, con las consecuencias de la impasibilidad ante la destrucción que tuvieron nuestros abuelos, bisabuelos, tatarabuelos ?

Mi sueño es simplemente ver un bosque, poder olerlo, tocarlo y asimilar su vida, protegerlo. Las corporaciones, grandes empresas, gobiernos, todos ellos se negaron a ayudar en su momento y hoy ya no existen, el poder está en manos de los más ricos.

Al final del invierno nos encontramos con un anciano que aseguraba haber vivido en un monte.

Por sus concretas descripciones, recuerdos, Finn y yo le creímos. El monte estaba en Asturias, y estábamos a una semana de distancia. Si aquel hombre estaba en lo cierto, sí que había esperanzas, quizá incluso podíamos quedarnos allí, hacer del monte no una casa: hacerlo un hogar.

Íbamos hablando de algo llamado "arco iris" cuando comenzó el tiroteo. Siempre era igual, los antisistema contra el sistema. Corrimos durante minutos, huyendo de los estruendos, de la continúa guerra que jamás cesaba. La noche cayó sobre nuestras cabezas, la única luz que nos iluminaba era la de la adormilada luna.

Fue entonces cuando al aire de mis débiles pulmones se encogió, mis ojos exploraron imparables el suelo que estábamos pisando. No era cemento, ese duro y muerto material, era hierba, ¡hierba!. Finn y yo nos acurrucamos toda la noche sobre aquella vida, mis sueños fueron libres por fin, existía la naturaleza, y con ello la esperanza.

Los rayos de un sol radiante entreabrieron mis perezosos párpados, pero al mirar a mi alrededor me obligue a gritar, no era solamente un prado, ¡era un sendero! También vi al Finn más feliz que jamás había visto.

El sendero nos condujo lenta y cariñosamente hacia lo que hoy es mi hogar, el Monte de la Esperanza.

Más grande que mis sueños, imponente y hermoso, se alzaba el firmamento aquel monte.

Y fue en su cima donde supe que debía hacer con mi vida exactamente lo que tenía que hacer: lucharé por todo aquello vivo que queda.

Mi nombre es Hope y ésta es la historia, de cómo el Finn y la Esperanza nos unimos para concebir una nueva ilusión: un planeta vivo, libre y duradero.

Compartir el artículo

stats