"Arquitectura en música". Tal era el título del concierto de la OSPA de ayer en el Jovellanos. Y a fe que la orquesta construyó sobre el escenario del Jovellanos un edificio melódico notable, bajo la batuta de Ari Rasilainen.

El concierto comenzó rotundo, con la polonesa de la ópera Eugene Onegin, de Chaikovski, la pieza que abre el tercer acto. Se trata de una pieza de danza cortesana que suena elegante, majestuosa, con ímpetu y empuje. La orquesta, bien conducida, sonó equilibrada.

A continuación salieron a escena más efectivos de la OSPA, vientos y percusiones, para interpretar el Concierto para violín y orquesta del zaragozano Jesús Torres. Salió el solista, Jesús Reina, acompañado del director para dar arranque a una interpretación monumental que empezó de forma sutil, con la orquesta creando expectación. De pronto el violín irrumpe con una melodía cargada de expresividad y sentimiento.

Se sucedieron entonces los diálogos entre violín y orquesta, que se empeñó, con acierto, en crear el clima adecuado para los desarrollos del violín. El concierto de Torres finalizó de una forma sorprendente, con un solo de violín. Se sucedieron los saludos y aplausos, tantos que obligaron a salir a escena al compositor, presente en el teatro en tan señalada jornada.

El violinista, Jesús Reina, agradeció de viva voz la oportunidad de actuar "con una gran orquesta, un gran director y una gran obra" y respondió a los aplausos con una propina: el primer movimiento de la sonata "Impresiones de la infancia", de George Enescu.

La segunda parte del nuevo concierto de la OSPA en Gijón fue para la Sinfonía número 3 en re menor de Bruckner, extensa, de lenguaje romántico. La orquesta estuvo sencillamente genial, ya que suele manejarse muy bien con las obras de gran formato, como ésta. La sinfonía culminó con una cadencia contundente que desató una notable lluvia de aplausos.