El fuego arrasó ayer la casa en la que vivía desde que nació el ganadero de Deva de 43 años, David Martín Martínez. No quedó nada salvo las paredes aunque los efectos han provocado grietas que hacen inviable cualquier opción que no pase por el derribo total.

La casa de David Martín, situada en el camino de la Trapa, en Deva, se asienta en unos terrenos del Conde de Revillagigedo a quien su familia prestó servicio durante generaciones. Pasadas las diez de la mañana, cuando Martín ya trabajaba en el campo, recibió la llamada de sus vecinos para alertarle de que salía humo de su casa. "Dejé el fuego puesto para calentar la casa y luego hacer la comida, pensé que el humo era algo normal", apunta. Al volver comprobó que el fuego había arrasado con su cama, con la ropa. Con todo. Hasta que llegaron los bomberos y sofocaron el incendio.

"No pierde la sonrisa pero está destrozado porque todo lo que tenía se ha venido abajo". David Martín vivía sin luz desde hacía meses porque se la cortaron -"llegué un día y se había llevado el contador, me las apañaba con un generado" - y el agua lo sacaba de un manantial porque hasta allí no llega el agua corriente. Encontró el apoyo de sus vecinos que desde hace años le ayudan dándole trabajo, "segando el prau o haciendo zanjas", y que ahora han sido su salvación. Le dieron cobijo en su primera noche sin casa y ya piensan en cómo lograr volver a levantar las cuatro paredes donde David se sentía feliz viviendo y trabajando en la huerta y con sus vacas, perro, gallinas y hasta palomas mensajeras -para comer pichones- que sobrevivieron gracias a que el fuego no se propagó a la cuadra que precede a su vivienda.

Empezó a trabajar a los 12 años, sin seguro de ningún tipo, como chapista y pintor, durante más de un lustro. Tras la mili entró a trabajar en dos chalés para costearse el carné de conducir y su primer vehículo. Luego pasó quince años en la construcción y, al perder las prestaciones por desempleo, comenzó de ganadero. "Ahora que salía del bache pasa esto, pero David es una persona sonriente, trabajadora que saldrá adelante; es un superviviente", apuntó su vecina y amiga Duli Álvarez, volcada desde tres años en tenderle una mano al enterarse que sobrevivía con 150 euros al mes y comiendo de lo que le daba la huerta y los animales.