El panorama que se observa al final del camino de la Trapa, en Deva, mantiene "destrozado" al ganadero David Martín Martínez, de 43 años, porque "es la casa donde nací y me crié". El fuego ha reducido a cenizas el refugio al que volvió a empezar de cero hace seis años. El agua de lluvia entra sin oposición porque las llamas se han llevado el techo que en su día instaló él con sus propias manos. Las paredes se ven agrietadas, resentidas y dañadas por el calor, los ladrillos se agolpan en lo que un día fue el suelo de su casa y la única solución pasa por derribarlo todo y volver a empezar. Otra vez.

Pero David Martín no está solo y eso, a pesar de verse "destrozado", le da tranquilidad. Sus vecinos planean ya cómo contribuir a levantar otra vez las cuatro paredes donde David se sentía feliz viviendo y trabajando. Ideas cargadas de altruismo que sólo buscan devolverle su casa lo antes posible. Al menos, asegurarle una habitación, una cocina y un baño para sobrevivir.

Todos los de la zona están volcados con él desde hace años, cuando comenzaron a darle trabajo "segando el prau o haciendo zanjas" para que "empezar a levantar cabeza". Vecinos y amigos como Duli Álvarez o Juan Meana vuelven ahora a ser su salvación. Meana, ganadero en Santurio, le acogió en su casa al conocer los hechos y la de ayer fue la primera noche que David pasó a cobijo junto a él. Le aprecian porque siempre que han confiado en él, David ha respondido con creces. "Es un ejemplo de superación. Se ha superado a sí mismo partiendo de cero una y otra vez, se ha levantado muchas veces", asegura Dulia Álvarez, que se ha convertido en bastón de apoyo del ganadero de Deva.

"Es un chico con la sonrisa en su cara, siempre dispuesto a trabajar porque además es un gran trabajador como ha demostrado muchas veces", añade Dulia Álvarez, segura de que "la vida le ha ofrecido muy pocas cosas pero aquellas que le ha dado, David las ha sabido aprovechar, es una pena que ahora pase esto". Un cariño mutuo pues este ganadero se muestra "contento con ellos y agradecido porque están encima de mi y no me falta de nada".

El drama empezó el viernes. El fuego se originó en la cocina de carbón, que hasta el día de autos le servía para comer y calentar su casa, más ahora en invierno. Las llamas se propagaron pronto y arrasaron con la casa de piedra y parte del tejado que le vieron nacer. Al inicio de las llamas, pasadas las diez de la mañana, David no estaba en casa porque llevaba ya tres horas de faena. En la aldea la jornada empieza al alba y "siempre hay mucho que hacer". Le alertaron los vecinos de que salía mucho humo de la casa. "Pensé en el horno, que salga el humo es algo normal en días con viento", apunta.

Pero la realidad se antojó traicionera y pese a la rápida intervención de los bomberos el fuego arrasó con su cama, con la ropa -a excepción del mono de faena que lleva puesto y poco más- y los utensilios del hogar. Entre los ladrillos apenas quedan los muelles del colchón y la estructura de la cama que, para no pasar frío, estaba cerca del horno de fuego después de que hace cuatro meses le cortasen la luz. Al menos se ha salvado la cuadra anexa a la vivienda, donde tiene gallinas, pollitos y hasta palomas mensajeras porque le gusta el sabor de los pichones. También las vacas y el huerto. Todo ello es su sustento.

Conde de Revillagigedo

La suya es una historia de supervivencia y superación. Empezó a trabajar a los 12 años, sin seguro de ningún tipo, como chapista y pintor, durante más de un lustro. Tras la mili entró de empleado en dos chalés para costearse el carné de conducir y su primer vehículo. Luego pasó 15 años en la construcción y, al perder las prestaciones por desempleo, comenzó de ganadero en esta casa situada en terrenos pertenecientes al conde de Revillagigedo, familia aristocrática con posesiones en la parroquia de Deva y para la que los ancestros de David han trabajado durante generaciones.

Quien ahora ostenta el título nobiliario, Álvaro Armada, tranquilizó a David al conocer los hechos. "Sentimos profundamente lo sucedido y le hemos transmitido que cuenta con nuestra colaboración", explica Álvaro Armada, conocedor de que el fuego quemó el documento en el que constaba la cesión de la casa y algo de terreno a David. "Eso se mantendrá, dimos la palabra y se respetará, es más, ya le he mandado por correo la confirmación por escrito para que pueda utilizarla en el Ayuntamiento para que lo pueda poner a su nombre legalmente", añade el conde de Revillagigedo.

La madre de David y una hermana viven en León, otra en Toledo, pero ni se le pasa por la cabeza cambiar de ciudad. "Soy asturianu y muy asturianu", confiesa. Tampoco le gustaría vivir en un piso, de ahí la premura de sus vecinos por apoyarle. Todos a una en beneficio de David, ganadero y superviviente que resurgirá de nuevo de las cenizas.