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MAR ESQUEMBRE | Profesora de Derecho Constitucional y "Comadre de Oro" 2017

Mar Esquembre (Comadre de oro): "Trump hace sentir desesperanza"

"El 'Tren de la Libertad' forma ya parte de la historia, tanto de este país como del feminismo y de las mujeres"

Mar Esquembre, al inicio de una de sus conferencias. LA INFORMACIÓN

En el día de hoy, jueves de comadres, Mar Esquembre Cerdá (Monóvar, Alicante, 1969), será galardonada con el premio "Comadre de Oro" 2017 que otorga la Tertulia Feminista "Les Comadres" por su "compromiso y sus aportaciones en la materia que es experta, siempre desde la perspectiva de género, llevando al Derecho Constitucional la incorporación de las teorías feministas", como sentencia el dictamen.

-Margarita Salas o Pepa Bueno entre las candidatas a "Comadre de Oro" y, al final, se lo llevó usted. ¡Enhorabuena!

-Todavía no me lo creo, cuando me lo comunicaron ni siquiera me creía que fuera una de las candidatas, ¡como para pensar que iba a ser la ganadora! Fue una alegría enorme, ser "Comadre de Oro" es un reconocimiento indescriptible. ¿Qué he hecho yo para merecer esto?

-¿Conocía usted de antemano este premio y a les comadres?

-Sí, a través de las redes sociales, sobre todo. Me parece algo divertidísimo y muy curioso, también debido a que yo tengo debilidad por las fiestas tradicionales y más aún sabiendo que es una fiesta específica de las mujeres. Para mí lo más divertido no es tanto la "Comadre de Oro" como el voto de castigo, el "Felpeyu". Además, muchas de las "Comadres de Oro" son auténticas maestras feministas. Sin embargo, lo que más conocía de la Tertulia de Les Comadres fue la organización del "Tren de la Libertad". El hecho de decidir en una reunión, en plenas fechas navideñas, irse para Madrid y montar todo lo que montaron, con una movilización tan enorme, forma ya parte de la historia, tanto de este país como del feminismo y de las mujeres.

-¿Qué es el feminismo?

-¡Qué difícil! El feminismo es querer para la mitad del género humano el mismo tratamiento de la otra mitad, ni más ni menos. Es decir, que la diferencia de facto que existe entre mujeres y hombres, que es mera diversidad, no vire hacia una desigualdad. Ese es el horizonte, igualdad en reconocimiento, igualdad en derechos, igualdad en poder e igualdad en recursos. Hacer que ese peso que nos han colocado sobre el sexo deje de pesar tanto y de ser tan significativo. Creo que aún nos falta un largo camino para eso.

-¿Cómo puede introducirse el feminismo en el Derecho Constitucional?

-Ciertamente no es una tarea fácil, pero es cierto que hay un corpus teórico feminista sólido y avanzado, si bien no tanto en el área de las ciencias jurídicas, sí en las humanidades, la filosofía o las ciencias sociales. Nosotras tratamos de traducir todo ese corpus en el Derecho, y más concretamente en el Constitucional, que tiene gran parte de política, y cuando hablamos de política hablamos de poder, ya que el derecho es la manifestación jurídica de las relaciones de poder en una sociedad. Era una teoría que pocas personas habían acometido en este país, lo que nos llevó a crear una red de profesoras de Derecho Constitucional a las que nos unía esta inquietud por introducir el feminismo en nuestras áreas de estudio e investigación.

-¿Qué opina de la gestación subrogada?

-Lo primero de todo es entender que no se ha de llamar gestación subrogada porque es un término que despersonaliza, es muy abstracto, y las abstracciones ocultan una realidad que a veces no se quiere nombrar. Lo cierto es que supone el uso de una mujer, ya que somos las únicas que tenemos útero, para gestar, fabricar, un ser humano, que a posteriori va a ser criado por quien no lo ha gestado. No me parece que sea algo inherente a la dignidad humana o que la respete mínimamente, si partimos del hecho de que la dignidad humana también, como concepto abstracto, hay luego que encarnarlo en los cuerpos humanos, y lo cierto es que los cuerpos humanos son de hombres y de mujeres, y solamente el de ellas puede gestar. Creo que hay que tener en cuenta esa circunstancia que es, precisamente, a lo que el derecho ha permanecido ciego, imponiéndonos una normatividad diferente que coarta nuestra libertad.

-¿Qué le hace sentir que una persona como Donald Trump esté en una posición de tanto poder?

-Me hace sentir miedo, desesperanza, desilusión. Siempre se habla de progreso, de evolución social, pero casi nunca somos conscientes de que no siempre es un camino recto y en ascenso, sino que tiene también retrocesos, recovecos y agujeros negros. Donald Trump sería uno de ellos. Confiemos en que las propias reglas del sistema puedan contener los exabruptos o la voluntad de una sola persona. De eso también tratan los sistemas democráticos, de poder soportar los malos gobernantes. Confiemos en que el sistema mismo garantice los derechos de las personas.

-¿Es la violencia de género uno de los mayores problemas actuales de España?

-Sí, sin duda, aunque no se perciba como tal. Si no nos atenemos nada más que a la letra de la ley, que circunscribe los asesinatos machistas a las parejas o exparejas, sino que lo ampliamos conforme al último convenio de Estambul del que España es firmante, las cifras aumentarían a casi una veintena de asesinadas en lo que va de 2017. Creo que es algo que ninguna sociedad puede soportar, es escandaloso, ¿cómo es posible que eso forme parte de una convivencia democrática? Es una medida clara de cómo son las relaciones de poder por razón de sexo y género. Unas relaciones de poder tan desiguales no casan bien con ninguna democracia, solamente por eso ya nos tendría que preocupar, más allá del evidente atentado a los derechos humanos que supone.

-Usted entiende el feminismo como la búsqueda de la igualdad, pero, en ocasiones, un paso previo para ello es la llamada discriminación positiva, que cristaliza precisamente en todo lo contrario.

-Fíjese qué trampas pone el lenguaje: "discriminación positiva". Únicamente con eso ya nos tira hacia atrás, hace que cause rechazo. ¿Por qué no llamarlo "medidas de acción positiva" para superar las desigualdades, como las llama la ley de Igualdad? Una discriminación no supone un trato diferente, sino que implica un trato desfavorable, y un trato desfavorable nunca puede ser positivo. Por ello, utilizar la expresión "discriminación positiva", porque es la que nos viene impuesta, ya establece una sospecha sobre la necesidad de tratar jurídicamente de forma desigual lo que en la realidad está apareciendo de forma desigual. Tratar de forma igual lo que es desigual en el origen lo único que hace es aumentar esa desigualdad. Por ello, claro que estoy a favor de estas acciones positivas, signifiquen un tratamiento jurídico diferente para realidades diferentes, políticas de estimulación o de favorecimiento o lo que impliquen con tal de tender hacia la igualdad.

-En pos de esa igualdad, ¿le sorprende la actitud de la Infanta Cristina durante el "caso Nóos", escudándose siempre en su marido?

-Sí y no. El problema que estamos teniendo en muchas ocasiones las mujeres es que se enjuicia, mediante parámetros individuales abstractos, relaciones que no implican esa individualidad abstracta. Me explico. Es un hecho, y algo que no se suele incorporar luego al análisis, que la familia nuclear, sustentada sobre la institución del matrimonio, ha dibujado tanto la distinción entre el ámbito público y el doméstico, como las relaciones entre la mujer y el hombre. En la propia Constitución se recoge la eximente de declarar contra un familiar, es decir, el ordenamiento jurídico protege la configuración de la familia, construida esta sobre un matrimonio heterosexual para la procreación, distribuyendo roles diferentes para mujeres y hombres. Con lo cual, no es extraño que haya hecho eso porque el sistema lo permite, entonces ¿por qué no se iba a acoger a ello? La cuestión es ésa, no si tiene más o menos culpa de lo sucedido o si se ha hecho o no la tonta a la hora de declarar.

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