"Piensa en tu padre y en el disgusto que le vas a dar". El mediador de la Policía Nacional que estableció contacto con el atracador que retuvo el martes a nueve rehenes en una sucursal bancaria de la avenida Constitución durante cuarenta minutos intentó empatizar con el reo para que depusiera su actitud amenazante y lograr así una pronta liberación de todos los retenidos.

El atracador, Pablo P. G. de 46 años, era de sobra conocido por los agentes de la autoridad al haber cometido otros dos atracos, en verano de 2012, en la ciudad por los que fue a parar a la penitenciaría de Villabona. Nada más salir en libertad de prisión -con todas las penas cumplidas- retomó su adicción a la heroína y con frecuencia se le veía "como ido" por el barrio de La Arena, en los aledaños de la plaza de toros de El Bibio. La Policía también era consciente de su relación con las drogas y del vínculo familiar que le unía a un hostelero gijonés que durante años regentó un negocio en la calle Ezcurdia, hoy en otras manos. Incluso, trabajó un tiempo detrás de la barra del negocio. También esta circunstancia fue aprovechada por el negociador, cliente esporádico del bar, para afianzar el vínculo entre ambos, intentar que se tranquilizase para evitar daños a terceros y que abandonara sus pretensiones. "¿Sabes quién soy?, ¿Te acuerdas de mí?", le apuntó.

El encargado de la negociación desde el exterior contó con la inestimable colaboración de dos agentes vestidos de paisano que lograron acceder a la oficina antes de que el detenido cerrase la puerta con las nueve personas retenidas, clientes y trabajadores de la sucursal. Agentes que, además, dieron mucha tranquilidad a todos los secuestrados durante el tiempo que duró el cautiverio. Una vez aceptó que la huida con el botín de 6.000 euros para droga era imposible intentó lograr su objetivo por otra vía. Pablo P. G. optó por solicitar agua, tabaco y droga a cambio de la liberación de algunos rehenes, como le solicitó el negociador para que pudiera probar su buena voluntad ante ellos. Un requerimiento que pareció aceptar para lograr su cometido.

A veces se mostraba tranquilo y en otros, fruto del mono por no disponer de estupefacientes, se alteraba apuntando a los presentes con su pistola detonadora que una vez incautada se pudo comprobar que no reunía las condiciones necesarias para disparar munición real. De hecho, los únicos dos disparos que escucharon los testigos provenían de la propia Policía que los realizó de forma intimidatoria para que depusiera su actitud violenta puesto que "esgrimía el arma contra ellos y amenazaba con matarles". El papel de los infiltrados sirvió para que animasen al secuestrador a hacer caso de la propuesta.

Cuando accedió a liberar a dos rehenes, uno de los policías logró empujar fuera del banco a otros cuatro más pero todavía había gente dentro y el objetivo primordial era liberarlos. En vista de sus muestras de drogodependencia se procedió a simular una entrega de droga para que el detenido bajase la guardia al creer que había logrado su objetivo. Y así fue, un despiste cuando parecía que satisfarían sus pretensiones permitió a uno de los agentes infiltrados reducirle y detenerle dejando en un susto el mal trago que durante cuarenta minutos pasaron clientes y trabajadores de la oficina bancaria.

En el operativo policial desplegado en el tramo inicial de la avenida Constitución -participaron agentes de la Brigada de Seguridad Ciudadana, Judicial y Científica- también colaboró de forma activa, un exagente del Grupo Especial de Operaciones (GEO), el grupo considerado como la élite de la Policía Nacional, que, según fuentes cercanas a la investigación también es jefe de los patrulleros de la ciudad.

Con premura fue introducido en un coche de la secreta y conducido a la Comisaría de El Natahoyo donde se encuentra actualmente a la espera de pasar a lo largo de la mañana a disposición judicial. En la tarde de ayer, después de que los investigadores del caso revisasen las cámaras de seguridad del banco y recogiesen los testimonios de los testigos de los hechos, intentaron que el detenido declarase, pero sin éxito. El presunto autor del robo, con evidentes muestras de su condición de toxicómano, optó por no añadir su versión de los hechos ante los agentes en un proceso por el que ya había pasado más veces y es consciente que cualquier cosa que diga puede ir en su contra.

Su detención reincidente fue tema habitual ayer en el barrio, pues muchos comerciantes y vecinos conocen a la familia desde hacía años porque además de tener allí el negocio también se encuentra la vivienda familiar. Pablo P. G. llevaba enganchado a la heroína desde hacía años, lo que provocó frecuentes disgustos a su entorno. Robo de dinero y joyas, según comentaban ayer los vecinos por la zona. Incluso hubo quien apuntó que fruto de su historial delictivo empeoró notablemente la salud de su padre.

Por otro lado, los trabajadores de la sucursal, no repuestos del episodio todavía, intentan recuperar la normalidad. En el día de ayer los que acudieron a su puesto de trabajo recibieron la visita de todos los directivos regionales de Caixa Bank.