La aparición esta semana de polilla guatemalteca en el almacén de patatas de un vecino de Monteana tendrá, por ahora, consecuencias para una veintena de productores. Son los vecinos de la zona que ya habían sembrado o tenían pensado sembrar patata en un kilómetro a la redonda, contando desde el almacén infestado por la plaga. Los vecinos, aún confusos, aguardan a las instrucciones de los responsables del Principado para proceder a arrancar sus patatas.

Un técnico de la Consejería de Desarrollo Rural mantendrá mañana a las siete de la tarde una reunión con los afectados en el local de la asociación de vecinos, y será entonces cuando sepan exactamente cómo tienen que proceder. Por el momento el presidente vecinal, José Ramón Pérez Cotarelo, ya tiene en su poder un mapa en el que se señala hasta dónde llega el área en el que se prohibirá sembrar durante un periodo de dos años, y en el que los vecinos que ya han sembrado deberán sacar los tubérculos para su destrucción.

Son "casi una treintena de vecinos", calcula Cotarelo, de los que "unos 20 ya sembraron las patatas de este año y tendrán que sacarlas", se lamenta. Porque la mayor parte de los afectados son "gente mayor, muchos de más de 80 años, que siembran un cuadrín desde siempre para comer en casa, y ahora no entienden qué está pasando". Hay casos especialmente "sangrantes", como el de una de las vecinas de Monteana que "tiene al marido enfermo en la cama y ella sola las sembró la pasada semana, con gran esfuerzo, para que ahora haya que decirle que tiene que arrancarlas y que ya no va a poder sembrar en dos años, es una injusticia", sostiene el presidente de los vecinos.

Entretanto, varios de ellos ya tienen trampas con feromomas sexuales para atraer a las polillas instaladas en sus almacenes. La primera que se colocó fue la de Tino Llano, el primer vecino que denunció a la Consejería ante la sospecha de que sus patatas hubieran sido atacadas por la polilla guatemalteca. Tras comprobar que efectivamente tenía la plaga en casa, procedió a destruir los 67 kilos que le quedaban de la cosecha del año pasado y a trampear el almacén.

Una operación que se repitió en la casa de Adela Díaz, otra vecina que comprobó un par de días más tarde que los dos kilos de patatas que le quedaban en el almacén para consumo propio "se habían apolillado". Los técnicos de la Consejería que pasaron estos días por Monteana también dejaron en su casa una trampa para el insecto, a la espera de recoger las patatas para su destrucción.

En casa de Luisa Muñiz también habían sembrado antes de que apareciera la polilla, y las patatas "están muy bien, mira, no tienen nada", aseguraba mientras mostraba la caja con las patatas sobrantes de la siembra. Pero tendrá que sacarlas, porque su casa queda dentro del área de prohibición. "Aún no nacieron, pero estaban tan guapas, eso de sacarlas es una tontería", razonaba la vecina a medio camino entre la incredulidad y el enfado.

Porque ella, como la mayor parte de los afectados, siembra unos pocos kilos para el consumo casero. "Aquí nadie vende sino que es para tener en casa, y el problema es ése, explicar a los vecinos que no van a poder hacerlo en dos años, cuando siempre lo han hecho", indica José Ramón Pérez Cotarelo.

El área en el que deberán sacarse las patatas no ha resultado tan grande como se esperaba, porque está delimitada por una parte por las instalaciones de Arcelor, y por otra por los terrenos de la Zalia, zonas en las que ya de por sí no se podía sembrar. Pero en todo caso, casi toda Monteana está afectada por el área de prohibición. Los vecinos de Poago y San Andrés de los Tacones, limítrofes con Monteana, miran con preocupación a sus almacenes y huertos, porque si algo tienen claro es que "la patata estaba bien cuando se sembró; se estropeó después y no sabemos cómo".