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Malestar por la presencia de pandilleros en el centro de la ciudad

"Han convertido el paseo de Begoña en el Bronx", denuncian vecinos y hosteleros

Grupos de jóvenes provocan incidentes en la zona los fines de semana desde hace meses "sin que nadie haga nada", según los afectados

Un grupo de jóvenes reunido en el kiosco de Begoña. LNE

"El paseo de Begoña cada día se parece más al Bronx y nadie hace nada". Los vecinos de la zona centro, y en especial los hosteleros, no aguantan más los continuos altercados que padecen, en especial los fines de semana, por culpa de varios grupos multiculturales de adolescentes que tienen tomado el kiosco y las pistas de baloncesto del paseo. "Beben, fuman porros, se drogan, amedrentan, pegan e insultan a los niños y hasta hacen fogatas en las escaleras", denuncia Juan Alonso que tiene las persianas de su establecimiento llenas de pintadas y grafiti.

"Llegas a las siete de la mañana a abrir tu negocio, para ganarte la vida, y te encuentras todo lleno de mierda, las sillas y mesas de la terraza tiradas, las plantas de los parterres volcadas encima; me he encontrado hasta cocaína", lamenta Juan Alonso, propietario de "La Fragata", que "en mis 44 años jamás he visto esta vergüenza de que nadie haga nada". Las quejas son constantes porque también lo son las actuaciones de los menores que incluso "desafían con chulería" a quien les disuade de su mala conducta. "Un día estaban llamando puta a mi mujer, insultándonos, y salí a defenderla y decirles que se fueran, uno de ellos me miró y me respondió 'pégame que te arruino la vida'", recuerda Alonso.

No es el único afectado, en el establecimiento de al lado también tienen lo suyo. "Entran continuamente al baño, vienen a pedir cambio para tabaco pero al pedirles el DNI ninguno lo da porque tienen todos aspecto de menores", señala. "También hay otro que cada poco viene a cambiar pero al revés, nos trae monedas de cinco en cinco euros por billetes, debe ser que vende algo a esos precios", estima la hostelera. Todos ellos notan el repunte de los incidentes de unos seis meses para acá. Sombrillas rotas, palillos en las cerraduras, pintadas y desperfectos en el mobiliario de las terrazas. "Pago mis impuestos, sólo quiero trabajar tranquilo", reclama Alonso.

Todo comienza el viernes por la tarde. Poco después del ocaso del día. Comienzan a llegar los grupos de adolescentes, sobre las nueve de la noche. Unos suben al kiosco, resguardados a cobijo del techo y por las cristaleras, algunos lo hacen con botellas y alcohol y, por supuesto, tabaco y sustancias estupefacientes, según describen los vecinos. Otros se postran en las escaleras y se adueñan de la zona. No dejan pasar a nadie. "Ahí impera la ley del más fuerte, amenazan y roban como le pasó a mi hijo, que le pegaron y le robaron la bicicleta y un monopatín", asegura Juan Alonso que no dudó en denunciar los hechos en Comisaría. "Me dijeron que eso era lo que tenía que hacer, que denunciáramos todos", sostiene.

Los incidentes no ocurren sólo en los aledaños del kiosco de la música. También en los portales colindantes y "tienen destrozado el pasadizo" que da a la calle Alfredo Truán. "Lo tienen todo lleno de pintadas, aquí beben y mean continuamente", clama un vecino sorprendido de que en los grafitis pongan la firma de su autor. "Tienen que saber quién los hace", considera. El sentir general es de hartazgo ante la impunidad que tienen por el hecho de ser menores. "Se conocen bien la ley y lo aprovechan porque se creen intocables", lamentan.

Avanza la noche y muchos bajan hasta el área recreativa, a la zona de juegos con columpios y las pistas deportivas. Ahí continúan dominando la escena, siguen con el alcohol, el tabaco y las drogas y de vez en cuando visitan la hamburguesería cercana donde dan nueva muestra de su carácter. Con insultos y vejaciones a los trabajadores del establecimiento en la calle San Bernardo.

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