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"Miguelón", el "playu" gruñón de las dos merluzas

En Cimavilla le llamaban "La Mirla" y murió tras ser recogido de una lancha después de una de sus célebres borracheras

Escultura de Sebastián Miranda que representa a "Miguelón".

Otro mítico de Gijón, "Miguelón". Nacido en Candás con el nombre de Miguel Muñiz González pero residente muchos años en Cimavilla. Playu por tanto, y en el barrio alto llamado "Miguelón" o "Miguelón la Mirla", ya sin apellidos. Recordemos el significado de "mirla" en asturiano: borrachera ("Pescasti una bona mirla, pos no fue con agua chirla"). Trompa, tajada, tablón, juma, tranca, turca, merluza o moña eran estados bien conocidos por Miguelón hasta tal punto que escribió Víctor Labrada que nuestro protagonista deambulaba por el barrio siempre con dos merluzas. Una la que llevaba en la mano regalada por sus servicios o por lástima, y otra la que había cogido, y no soltaba, tras trasegar en abundancia. Dos merluzas para poder guardar el equilibrio.

No conocemos fotos de Miguelón, pero sí una maravillosa escultura de Sebastián Miranda que reproducimos. Se conserva en el Museo Casa Natal de Jovellanos -edificio con un lateral justo en la calle dedicada al artista- y al lado del "Retablo del Mar". Sebastián Miranda (Oviedo, 1885-Madrid, 1975) reflejó en su "Retablo del mar" más de centenar y medio de personajes reales de Cimavilla con nombres tan sugerentes como Vexiga, María "La Monroya", la nieta de Balanchu, Encarna "La Roxa", Pilatos "El cazador", Concha "La guapa" (por ser muy fea, claro), "La Chumina", Julia Gómez "La Tarabica" o La Peñes Pardes.

Miguelón está en el retablo, en la parte central y arriba, digamos que presidiéndolo. Pero Sebastián Miranda lo inmortalizó además en esa escultura exenta que hoy vemos sin el bastón que originariamente tenía en su mano derecha. En la mano izquierda, claro, una merluza de buen tamaño, desde su cintura al suelo. Es una escayola policromada de medio metro de alto que el autor donó al Ayuntamiento de Gijón en el año 1943, con Miguelón en vida (porque nuestro mítico de hoy murió en junio de 1946) y que se conserva expuesta desde 1973 en la casa natal de Jovellanos.

Sebastián Miranda puso a Za-Za (a veces vemos escrito Sasá) en la parte central del retablo junto a Miguelón. Recordamos que hubo una primera versión del retablo en el año 1933, de escayola policromada, y que don Sebastián retomó la idea en 1969 para terminarlo -el que vemos en la actualidad- de madera de pino norte policromada, en el año 1972. En esa segunda versión del Retablo del Mar vemos a Miguelón en medio, y a ambos lados de él a Za-Za y a Juan "El de la Prina". El mejor estudio sobre el tema que conocemos es el libro "El retablo del Mar de Sebastián Miranda" (2008), de María Soto Cano.

Leyendo, entre otros, al citado Víctor Labrada, a David Castro en sus "Miguelonadas" (Voluntad, 9 de junio de 1955), al propio Sebastián Miranda en un artículo en ABC en 1962, o la necrológica que reproducimos, podemos hacernos una idea de cómo era nuestro popular protagonista. Por ejemplo, hablar de Miguelón es hablar del uso más florido del lenguaje. Entiéndase. Miguelón la Mirla hablaba con las interjecciones más pintorescas, desafiando el lenguaje normal, maldiciendo, con muchos puntos suspensivos? A quien con él se metía, que eran muchos, contestaba con gruñidos y con frases no muy compatibles con el diccionario y "las buenas costumbres".

De joven fue lobo de mar en Candás y luego en Cimavilla, con marineros legendarios como Peraldillo, Plácido, Julianín, Maximín o El Ñudu. Luego Miguelón pasó de admirador de Neptuno a admirador de Baco y, ya de mayor, deteriorado y casi siempre borracho, se lo veía andando solo, durmiendo por aquí y por allá, y viviendo de la caridad. Precisamente en el Hospital de la Caridad murió de una mirla en el año 1946, a los noventa años. "Era tan malu que ni el mar lu quería", decían. Cuando fue recogido en el fondo de una destartalada lancha varada en El Fomento parecía una borrachera más, pero fue la última.

Era muy devoto del Cristo de su Candás natal. Durante muchos años, cada 14 de septiembre iba en lancha a Candás, subía de rodillas las escaleras que conducen al camarín del Cristo y pedía, entre otras cosas, "que una buena y trabajadora mujer se fijara en él para formar un hogar". Pero poco le duraba la calma a Miguelón, y nada más rezar ante el Cristo quedaban en el fondo de varios vasos las promesas hechas minutos antes. Volvía a Gijón andando, no en lancha para no marearse. Pero sin dejar de visitar todas las tabernas que encontraba a su paso.

Qué suerte tuvieron los jubilados que acudieron el 10 de febrero de 1973 a una charla en el Centro de Recreo y Descanso "San José", en la calle San Antonio esquina a la del Instituto. Ese día el periodista Arturo Arias hizo las delicias de los asistentes (algunos habían conocido en vida a Miguelón) con anécdotas del popular personaje. Relató Arias "cosas inéditas de Miguelón la Mirla", como datos sobre el tugurio "El Manantial", en la calle del Marqués de San Esteban, donde Miguelón rendía diariamente culto a Baco. Muy popular este gruñón que contaba, con su propio vocabulario, que había naufragado cinco veces y que nunca dormía bajo techo, y al que la gente le decía cruelmente "toma este pescado Miguelón, a ver si sacas ahora para vino y revientas de una borrachera".

Un detalle de su popularidad. En el año 1970 el Ayuntamiento de Gijón proyectó un "Monumento al Pescador" para instalarlo en la punta de Lequerique. Vemos el dibujo en el semanario "Hoja del Lunes de Gijón" del 2 de marzo del 1970. Era un pequeño jardín circular y en medio de él, en un pedestal, una reproducción a mayor tamaño del "Miguelón" de Sebastián Miranda. La cosa quedó en el papel.

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