La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

HERMANA CELINA SÁNCHEZ DEL RÍO | MONJA GIJONESA DEL SANTO ÁNGEL QUE PASÓ 17 AÑOS COMO PROFESORA EN EL COLEGIO

Celina, la alegría de la congregación

La hermana Sánchez del Río, que recibió el milagro atribuido al beato Luis Ormières, es la viva estampa de la vitalidad y la energía

Celina, la alegría de la congregación

En ella se obró el milagro y a través de ella se extendió la alegría. La hermana Celina Sánchez del Río, religiosa de 80 años nacida en el corazón de Gijón, portó ayer las reliquias de Luis Ormières, el religioso francés que en 1839 fundó la congregación de las Hermanas del Santo Ángel y que quiso que ella fuera la prueba viviente y causa fundamental de su beatificación. Y con ella portaba también la alegría contagiosa de una comunidad que siempre la recuerda así: "risueña, entregada". E incansable narradora de su experiencia vital: la de haber superado un cáncer maxilofacial sin intervención de la ciencia, por obra y milagro de los rezos al fundador de la orden.

La hermana Celina, nacida en la calle San Bernardo de Gijón, sintió pronto la vocación. Alumna del colegio, nacida cuando su padre acababa de fallecer, miembro de la familia propietaria del negocio Telas la Época y con otras dos hermanas, entró en el Santo Ángel para cursar estudios primarios y puede decirse que nunca más salió de él. Llamada por la devoción a tan tierna edad, Celina supo pronto que ya había encontrado su lugar en el mundo. "Es que ella es el alma del centro", aseguran quienes la conocieron en Gijón, en su colegio, en el que pasó la temporada más larga de su azarosa vida como maestra de música.

Antes pasó por Avilés, Albacete, Don Benito y Pamplona. Pero fue en su ciudad natal donde más raíces echó en forma de alumnas devotas. Las mismas que, en las ocasiones en que ha regresado a la ciudad, se le han echado encima para colmarla de besos y abrazos. "Es que todo el mundo la quiere muchísimo y la recuerda con gran cariño. Cuando vino hace poco a contar a los niños del colegio de Gijón su experiencia de curación hubo muchas antiguas alumnas que hicieron cola para saludarla", cuentan.

La imagen de Celina que más se viene a la mente de quienes la tuvieron por maestra o compañera es la de su radiocasete colgado del hombro, con las cintas de todas las canciones religiosas que enseñó a sus alumnas. La de su hábito, más claro que el del resto de las monjas del colegio. La de su bufandita blanca para cuidarse la garganta y poder seguir cantando en las clases a salvo de afonías. La de su pulcredad, con las tablas de la falda tan bien planchadas que "nos preguntábamos si alguna vez se sentaba". Y la de su peculiar forma de andar, "a saltinos, llena de energía, echando casi carrerinas por los pasillos". Una estampa de vitalidad que Celina aún conserva.

"Está como siempre", celebran sus antiguas compañeras. Tal pareciera que el milagro obrado tras los rezos de toda la comunidad al fundador hubieran tenido un efecto de congelación en el tiempo, indican sonrientes sus antiguas alumnas. Y así, la hermana conserva intacto su buen talante, su carácter conciliador, su discreción, su sonrisa abierta a todos, su reserva pero su cercanía en las distancias cortas. "Cuando entablas conversación con ella es una excelente interlocutora, habla mucho y de todos los asuntos", afirman sus antiguas compañeras en Gijón. Tras dejar la villa fue destinada a Palencia, y ahora reside en Madrid. Lejos de su tierra natal, a la que añora. "Le encanta el mar. Cuando vino hace poco fue una fiesta", señalan sus amigas del colegio.

Siempre preocupada por sus alumnos, Celina ha cosechado con creces los frutos de sus desvelos. Todos ellos rezaron por su curación. Y ella, ayer, celebró la beatificación con gran emoción.

Más información página 34

Compartir el artículo

stats