Pocos colegios del concejo pueden presumir de que en época de caída de natalidad, a ellos les va mejor que nunca. Eso pasa en el colegio Pinzales y en el Honesto Batalón. El primero, el colegio más pequeño del concejo, es una escuela rural que pasó épocas en las que se pensaba más en su desaparición que en otra cosa. Este año puede presumir, aunque en el fondo siempre resulte doloroso, de haber rechazado solicitudes, de recibir peticiones de ingreso de familias que ni siquiera están empadronadas en el concejo gijonés, y así y todo, tener que baremar por exceso de demanda.

Con 31 alumnos cursando Infantil y Primaria en el centro de Pinzales, para el próximo curso el colegio podrá admitir a seis niños de 3 años. Los tendrá que seleccionar entre las doce solicitudes recibidas. "Ana familia de Pola de Siero que también estaba interesada ya le dijimos que iba a ser imposible", comenta la directora, Verónica Cobián.

La tendencia viene al alza desde hace unos cursos, y por entonces ya se tuvo que aumentar una unidad a costa de habilitar como aula el gimnasio. Ahora ya no tiene más por donde crecer. Sus aulas mixtas -en las que conviven alumnos de distintos cursos- son ahora un bien preciado para familias que optan específicamente por ese modelo de colaboración entre alumnos de edades diferentes, o por el de las clases con el menor número de alumnos posible. Como en el caso del Honesto Batalón. Para el próximo año, como reconoce su director Alberto Muñiz, la demanda de entrada de alumnos de 3 años ha sido "casi al máximo" y volverá a poder tener una unidad pura de Infantil, pero eso sí, con quince o dieciséis alumnos. El centro, que rondó las 40 matrículas hace unos años, ya ha doblado su matrícula. "No somos ni mejores ni peores que otros, nuestro mérito es que somos pocos y así siempre se trabaja muy bien, tanto lo emocional como lo académico", sostiene el director.