La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Periodista

El progresismo florecía en las sociedades culturales

En el Ateneo Jovellanos y en Gesto se dieron los primeros pasos para la liberación política gracias al teatro - El filósofo anarquista García Rúa fue un personaje fundamental entonces

El progresismo florecía en las sociedades culturales

Aquel año de 1968, antes de acabar sus vacaciones en La Pinilla de San Cucao de Llanera, Francisco Franco inauguró el 18 de junio el Aeropuerto de Asturias: el primer avión que llegó fue amadrinado por Carmen Polo y se le puso el nombre de "Ciudad de Oviedo". En el Ruldy (un restaurante ya cerrado que estaba en Les Quintanes de Ceares) fue organizado un discreto homenaje íntimo -en aquellos tiempos había que hacer las cosas así, debido al férreo control policial por parte de la Brigada Político Social- a Eleuterio Quintanilla, quien había fallecido en su exilio de Burdeos.

El parque automovilístico español llegó con un Seat 600 a las cien mil matrículas y en Gijón, en las instalaciones de Sutil, fue presentado a bombo y platillo el Seat 850 Especial, más confortable y seguro que el mítico Seat 600 que hasta inspiró a Moncho Alpuente, quien lideraba "Las Madres del Cordero", aquella satírica canción en la que en sus versos se decía "adelante hombre del 600, la carretera nacional es tuya".

Los espectáculos teatrales abrieron las puertas. Dado que no había posibilidad de organizar actividades políticas ni se podían organizar reuniones multitudinarias porque estaban prohibidas, los progresistas buscaron cobijo en las sociedades culturales. Los espectáculos teatrales fueron los que, de alguna manera, abrieron las puertas a la libertad de expresión desde los escenarios.

Aunque el Ateneo Jovellanos no estaba ya entonces bien visto por su connivencia con el régimen franquista, a pesar de la falta de memoria histórica de algunos hay que recordar que ya en 1966 quien entonces era director del grupo de teatro de cámara y ensayo "La Máscara", Carlos de las Heras -quien se había liado con Susana Estrada y la nombró bibliotecaria del Ateneo fundado gracias al respaldo oficial del rector de la Universidad de Oviedo, Torcuato Fernández-Miranda y Hevia- había representado en el magnífico teatro de la Universidad Laboral la provocativa obra del dramaturgo italiano Ugo Betti "Corrupción en el palacio de Justicia". Vamos, que pasa el tiempo, pero que seguimos con las mismas historias.

Debido a ello se crearon otras alternativas que estaban controladas por simpatizantes del Partido Comunista, ya que el PSOE ni existía ni se le esperaba en parte alguna. Así, un año después, en 1967, por iniciativa entre otros del filósofo anarquista José Luis García Rúa (Gijón, 1923-Granada, 2017) a quien la policía le había clausurado su prestigiosa Academia Obrera en el número 5 de la calle del Cura Sama que había creado en 1959, se puso en marcha la asociación cultural Gesto -en el número 26 de la calle de Dindurra- con el propósito de dar a conocer el teatro de vanguardia y promover actos culturales interpretando lo que entonces calificaron como "obras de compromiso y no de evasión". Pero el inteligente y honrado José Luis García Rúa -alumno de Eleuterio Quintanilla en su Escuela Neutra del Ateneo Obrero- a quien le habían pedido consejo sobre una huelga minera, muy pronto comprendió que no se podía ser compañero de viaje con los comunistas, ya que ellos siempre hacían lo que querían, con menosprecio absoluto hacia las ideas de los demás.

José Luis García Rúa, un personaje fundamental. José Luis García Rúa ha sido un personaje fundamental en aquellos años en la lucha contra la dictadura, a quien el famoso comisario Claudio Ramos -uno de sus confidentes y delator de la Academia Obrera fue el mítico líder minero José Ángel Fernández Villa, según ha demostrado con todo tipo de pruebas José Ramón Gómez-Fouz en su libro "Clandestinos"- le calificó como "un pordiosero social". Su personal calvario profesional prosiguió cuando -con la oposición del catedrático Emilio Alarcos- lo echaron como profesor contratado de la Universidad de Oviedo y de la Escuela de Comercio de Gijón donde daba clases de alemán. José Luis García Rúa tuvo que marcharse de Asturias y encontró trabajo como docente en la Universidad Laboral de Córdoba, pero también le despidieron debido a que el gobernador civil lo conocía de Gijón. Así que tuvo que supervivir a base de dar clases particulares hasta que, gracias a la protección del catedrático de Filosofía Pedro Cerezo Galán, recaló en la Universidad de Granada. Aunque allí se jubiló a los sesenta y cinco años siguió hasta su muerte a los noventa y tres años dando clases: fue todo un maestro honrado y consecuente con sus ideas libertarias. No tiene calle en su villa natal, por supuesto.

Una cierta apertura en el Ateneo Jovellanos. La llegada a la presidencia del Ateneo Jovellanos de Lorenzo Sarmiento -tras suceder a José Benito Álvarez-Buylla, a quien el Consejo de Fundadores le coartó su gestión- supuso el principio de un aire aperturista. Solamente tuvo como contrincante al inolvidable historiador natural de la Abadía de Cenero Miguel Ángel González Muñiz -quien se ganaba la vida como taxista y estaba casado con la bibliotecaria del Instituto, Rosalía Oliver- para abrir una brecha más progresista, pero al comprobar que iba de perdedor optó por hacer mutis por el foro. No faltaban conferencias de personalidades importantes como Severo Ochoa, Gabriel Celaya y Miguel Delibes, pero el 30 de enero de 1968 abrieron las puertas para formar parte de una Junta Directiva de transición a Blas Fernández Gallego, Simón González, Cipriano Acosta, Carlos Menéndez de Alba y Francisco Abril Berán. Paco Abril fue fundamental para dar nuevos aires renovadores al crear el Aula de la Juventud, que se nutrió inicialmente de todos aquellos que, en el movimiento juvenil de la iglesia de San Lorenzo, en la calle de la liberal Concepción Arenal, ya cantábamos a Raimon y ofrecíamos recitales de poesía sobre Federico García Lorca y Miguel Hernández.

El efímero éxito de la "Revista Leída Nosotros". Gracias al proteccionismo de María Elvira Muñiz también pudieron celebrarse media docena de sesiones dominicales de la innovadora "Revista Leída Nosotros", que estuvo dirigida por Blas Fernández Gallego, con César Alas, Juan José Cifuentes, Carlos Acuña, Ángel García Gómez y yo. Aquel salón de actos del Ateneo Jovellanos en la primera planta se llenaba hasta los topes -también asistían policías secretas que todo lo controlaban- y en los coloquios destacaron dos personas: el libertario José Luis García Rúa y el comunista Sergio Herrero Merediz. No había más voces discordantes. Pero aquella experiencia duró muy poco, ya que cuando Blas Fernández Gallego planteó la posibilidad de que el número siguiente fuese dedicado al socialismo, Lorenzo Sarmiento se plantó y dijo que no al grito de ¡Viva Cristo Rey!

Entonces publiqué en "Voluntad" uno de mis primeros artículos que lograron pasar la censura, a pesar de su críptico titular: "Una sociedad que se desmorona". Menuda me la armó Lorenzo Sarmiento en el hall del Ateneo Jovellanos ante la sarcástica mirada del conserje Maximino Villar.

Aquellas "reinas" de El Jardín. Ajenos a lo que pasaba por el mundo en aquellos tiempos en los que muchos no estaban en la "cosa política", en El Jardín el jurado lo constituyeron José Manuel García Cifuentes (presidente), Fernando de Silva Cienfuegos-Jovellanos (secretario) y los vocales María del Pilar Escribano, Ramón Juliana, Gonzalo Menoyo, Víctor García Rendueles, Juan Carlos Paraja, Kike Riera, José Ramón Menéndez, Juan Canga, Antonio Paraja, Fernando García-Rendueles, Juan de Villa, Juan Carlos Álvarez, Joaquín Sánchez, Carlos Fernández, Jaime Venta, José Luis Torres, José Luis Fernández, Acracio Palacios y Corsino García-Rendueles.

Las elegidas fueron: reina de El Jardín, Cristina Hernández Chavarri; reina de la Costa Verde, Blanca Llana Estrada; reina del verano, Genoveva Martínez Palacio; reina de los ye-yes, Teresa Pacheco Rodríguez; reina de los forasteros, Françoise Cocague, y reina de la juventud", Covadonga Díaz Moro.

Todo empezaba a cambiar.

Compartir el artículo

stats