La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

CARLOS ASKUNZE | Coordinador de la Red de Economía Alternativa Solidaria

"Hay que empezar a pensar que toda persona debe tener una renta básica cubierta"

"El nivel de consumo de las sociedades que llamamos desarrolladas es insostenible, porque no cuida la vida y genera exclusión"

Carlos Askunze, este fin de semana, en Nuevo Gijón. JUAN PLAZA

Carlos Askunze (Pamplona, 1968), estudió psicología en la Universidad del País Vasco y, tras ello, máster en Desarrollo y Cooperación Internacional en Deusto. Sin embargo, no encontró su sitio hasta llegar a la Red de Economía Alternativa y Solidaria del País Vasco, que coordina desde hace una década. Este fin de semana estuvo en Gijón dando una charla sobre esta temática dentro de un encuentro nacional del que fue anfitriona la asociación de dinamización cultural El Telar.

- Habla de la necesidad de poner la economía al servicio de la vida.

-Sí. Este pensamiento surge de un punto de partida bastante sencillo pero también profundo: considerar que el actual modelo económico no cuida la vida, no está a su servicio, por el hecho de que somos personas interdependientes, vivimos en sociedad y dependemos de los cuidados desde que somos pequeños hasta que nos morimos, aunque con distinta intensidad. Y también somos ecodependientes, dependemos del medio natural y del hábitat, del espacio que ocupan nuestras vidas, y eso la economía neoliberal y capitalista no lo tiene en cuenta. Por eso hablamos de la insostenibilidad del sistema.

- ¿Hasta qué punto está situación es peligrosa?

-En el caso medioambiental, una situación de crack real, por el hecho de que los combustibles fósiles tienen fecha de caducidad, la huella ecológica sigue creciendo, como el calentamiento global, lo que pone en tela de juicio la misma supervivencia del entorno. Y el hecho de que los cuidados y los derechos de las personas no ocupen el lugar en el centro de este sistema económico, también pone en duda la supervivencia de la propia vida misma que deben tener las personas en cualquier parte del mundo.

- Por ello ustedes hablan de economía sostenible no sólo en lo medioambiental, sino también en cuanto a la vida.

-Efectivamente, hablamos de la vida en sentido amplio. Obviamente, el más conocido son esos límites medioambientales, pero también con el hábitat. Son insostenibles la mayoría de las megaciudades que existen en el mundo y esos procesos de expulsión de las personas del ámbito rural, pero también hay una insostenibilidad que tiene que ver con que en estos momentos, en el mundo, hay una gran parte de la población que no tiene siquiera la posibilidad de vivir.

- ¿Es tan extrema la situación?

-Hay una gran parte de la población de nuestro planeta que no tiene garantizado el acceso al agua potable, a la comida o a la sanidad. Es decir, no tiene las condiciones mínimas para vivir, ya no decimos una vida plena de bienestar.

- ¿Cómo podría cambiarse ese sistema?

-Es complicado. Hay que hablar de diferentes niveles: uno tiene que ver con un cambio profundo de rumbo del sistema capitalista, lo que requiere un consenso social internacional que pareció que existía cuando comenzó la crisis, pero que se fue diluyendo. Los límites medioambientales nos van a obligar, ya que estamos comprometiendo no solo nuestras vidas sino la de las personas que van a venir después. Va a haber una llamada importante que va a hacer que se modifiquen algunas estructuras.

- ¿Cuáles serían los pasos?

-Esta concepción más ampliada del sostenimiento de la vida, tiene que verse traducida en políticas que se pueden llevar a cabo a nivel estatal o europeo, que tienen que ver con cambios en la consideración de los empleos, que penalicen las producciones más lesivas para las personas, o que impulsen otro tipo de economías sociales, solidarias o de bien común, empresas que plantean otra manera de producir. También políticas fiscales de carácter redistributivo o para valorizar esos cuidados que se realizan dentro de los hogares. E incluso para asegurar una garantía de ingresos, una renta básica o llámese como quiera; es importante que se empiece a pensar que toda persona, por formar parte de una sociedad, tiene que tener unos mínimos económicos cubiertos.

- ¿Y en cuanto a políticas públicas locales?

-En la cercanía es más fácil. Se ha de buscar una gestión diferente de la propia institución, con políticas de gastos públicos responsables, favoreciendo la igualdad de oportunidades o la inserción laboral, por ejemplo. Hay que crear espacios de participación en la elaboración de los presupuestos, para ver qué necesidades tiene un territorio para su desarrollo. Por otro lado, se pueden ceder espacios públicos para el desarrollo comunitario, como huertos urbanos, o impulsar otra forma de intercambios, que también es economía aunque no esté incluido en el PIB, como el trueque o los bancos de tiempo o incluso la utilización de monedas locales.

- ¿Y qué papel han de jugar las ciudadanos?

-Un papel vital. Sin la participación de las personas en los cambios de hábito en cuanto a consumo o a participación en la actividad económica y social, no serán posibles los otros cambios macroeconómicos. Al final, si las personas no optamos por consumir productos de agricultores cercanos y sin intermediarios como grandes superficies; si no ponemos nuestro dinero en bancas éticas o en espacios financieros alternativos; si no contratamos nuestra energía con cooperativas de consumo de energías renovables; si no compramos productos de mercado justo; si no cambiamos nuestros hábitos de consumo y de relación con el dinero, va a ser muy difícil. El nivel de consumo de las sociedades que llamamos desarrolladas es totalmente insostenible, ya que no cuida la vida y genera exclusión.

- ¿Es factible hoy en día realizar ese cambio?

-Es algo que está en construcción, un mercado más social, con criterios alternativos y en el que se implican tanto productores como consumidores. Se trata de poder ofrecer la máxima cantidad de productos para cubrir las necesidades de las personas desconectándonos lo máximo posible de la economía capitalista. Eso hoy en día no es posible, ya que la economía solidaria no produce todos los bienes y servicios imprescindibles, ni el grado de agregación ciudadana es suficiente para que crezca lo suficiente.

-Sin embargo, en los últimos años está sufriendo un repunte considerable.

-Así es. En España hay más de 100.000 personas que tienen contratada su energía con esas cooperativas, las instituciones de financias éticas están manejando cerca de 150 millones en depósitos, son miles las personas que participan en los más de medio millar de grupos de consumo directo entre agricultores y consumidores. Empezamos a tener una situación que, siendo un mercado aún incipiente, no es nada desdeñable y está generando empleos.

Compartir el artículo

stats