Ante todo, he de decir que ignoro las razones de la indolencia de los vecinos de La Arena ante la escasez de plazas de aparcamiento en nuestro querido barrio.

¿Acaso es éste un problema que no nos incumbe a todos los residentes?

Aquellos que tenemos el "privilegio" de vivir en esta, por otra parte, bonita zona de Gijón, estamos sujetos al padecimiento de buscar un lugar donde dejar nuestro vehículo todos los días.

En mis años de trabajador en activo tenía una hora y media (de 13 a 14.30 horas) para venir desde cuatro kilómetros de distancia a mi domicilio, comer y volver al trabajo. Suficiente, a todas luces, debería de haber sido.

Sin embargo, muchos días la búsqueda de aparcamiento me obligaba a un almuerzo precipitado, con los consiguientes trastornos digestivos vespertinos.

Pero hete aquí que en 1990 llegó la ORA. Algunos ilusos, como un servidor, creímos que sería la panacea para todos nuestros problemas: craso error. Pagamos y no tenemos, ni mucho menos, garantizada nuestra plaza.

En años subsiguientes, fueron apareciendo más y más vados, zonas de carga y descarga, plazas restringidas a minusválidos, contenedores de todo tipo y, por fin, las peatonalizaciones.

Reconozco que la calle Aguado ha mejorado en aspecto y ambientación pero, una vez más, a costa de suprimir aparcamientos.

En resumen, los que, como yo, se plantean, especialmente los fines de semana, disfrutar de los alrededores de nuestro querido Gijón, vemos condicionada nuestra decisión por el temor a que, al volver al barrio, nos tengamos que conformar con aparcar en El Coto o El Molinón, o lo que es peor, en la zona colindante (10), teniendo que pagar por un servicio que ya hemos abonado en nuestra zona (9).

Se nos pide educación ciudadana (no aparcar en pasos de peatones, zonas prohibidas o doble fila). Ante esta demanda se me viene a la mente aquella valla publicitaria que, en los primeros años de la democracia, instaba al personal a acudir, sin excusas, a las urnas. Dada la abundancia de oferta de partidos por aquel entonces, alguien con el consabido graciejo "playu" escribió en la valla: "Votar sí, ¿pero a quién votamos, gallu?"

P. D.: Lo de la avenida de Castilla daría para ser analizado capítulo aparte.