La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

ÁLVARO IBASETA FIDALGO | ESTUDIANTE DE MEDICINA EN LA UNIVERSIDAD JOHN HOPKINS

Álvaro Ibaseta, cada día más cerca de su estatua

El gijonés que acaba de publicar en "Nature" siempre quiso ser "importante" y en cada área que se centra, desde el espacio hasta la oncología, logra destacar

Álvaro Ibaseta, cada día más cerca de su estatua

El gijonés Álvaro Ibaseta Fidalgo (1989) lo tuvo claro desde muy pequeñito. De mayor quería ser "importante". Así se lo hacía saber a todos aquellos que le preguntaban a qué quería dedicar su vida profesional. Y está en vías de conseguirlo.

A sus 27 años, Ibaseta puede decir orgulloso que ha estudiado con éxito en varias de las mejores universidades del mundo, graduándose en Ingeniería Aeronáutica y Aeroespacial en Stanford, para, actualmente, estudiar Medicina en la selectiva Universidad John Hopkins de Estados Unidos. Además de brillar como estudiante -se le acumulan los premios- también lo ha hecho como investigador, tanto en el campo de la aeronáutica como en el de la medicina. Este mes ha logrado el hito de publicar un artículo en la prestigiosa revista "Nature". El sueño de cualquier investigador en ciencia básica.

Afirma que lo que él quería era entender más sobre los problemas médicos que a día de hoy no tienen respuesta y, por eso, en Stanford se unió al laboratorio de Julien Sage, reputado científico oncológico, bajo cuya tutela trabajó casi dos años con una estudiante de doctorado llamada Jing Lim (primera firmante de la investigación, siendo el segundo Ibaseta). El trabajo versó sobre el cáncer de pulmón de célula pequeña -uno de los mas agresivos y resistentes a quimioterapia-, abordando el mecanismo que explica cómo se desarrolla y sobrevive a tratamientos tradicionales, y proponiendo otras alternativas terapéuticas para reducir el crecimiento tumoral y prevenir recaídas. Un trabajo que, además, abre vías de estudio de otros tipos de cáncer en los que también hay adaptación del tumor a su entorno para promover su crecimiento.

Así que no hay duda que Ibaseta está haciéndose un nombre por el mundo. El talento para los estudios de este gijonés se forjó desde sus primeros años de vida. Con apenas dos años ya dominaba el habla con gran soltura. Su padre, Guillermo, aún recuerda cómo, cuando le llevaba de la mano a la guardería, el pequeño Álvaro le preguntaba absolutamente de todo y, al pasar frente a una estatua dedicada a Gaspar Melchor de Jovellanos, el ilustrado gijonés, aseguró que ya no solo le bastaría con ser "importante", sino que quería una estatua como la del prócer a su nombre.

Desde los siete años, Álvaro se pasó los veranos en Inglaterra, estudiando y aprendiendo el idioma sajón, llegando incluso a cursar algún trimestre en las islas británicas, además del segundo curso de bachillerato completo. De esas estancias en el territorio de la Union Jack -hizo la carrera de Ingeniería en la Universidad de Bristol- le viene su gusto por el deporte, como el remo o el rugby, y por viajar, llegando a pasar temporadas en Sudáfrica o en la India.

Este joven "muy disciplinado e inteligente", como le describen sus allegados, tiene entre sus pasiones la ópera, la fotografía, el deporte, que usa como válvula de escape y el cine. Es habitual que acuda a los estrenos de los filmes en Norteamérica para luego contarle algún "spoiler" -lo que antes se consideraba "destripar" la película- a sus familiares, mientras asegura que el cine al ser doblado "pierde mucho".

Sin embargo, el mayor rasgo identificativo de este inteligente gijonés es la curiosidad. "Es muy inquieto", aseguran en su casa. Se diría de Álvaro Ibaseta que es una persona multidisciplinar. A lo largo de su corta pero intensa vida se ha interesado por infinidad de temas tan dispares como la carpintería o la mecánica. Así, en una ocasión pidió a sus padres que le regalasen un seiscientos antiguo para repararlo y volver a montar sus piezas y, en su época de bachillerato, creó un huerto en su casa, con sistema de riego incluido, lo primero que iba a revisar según llegaba de las clases del instituto.

Precisamente por ello, en su familia no se entendió como un giro radical el cambio en su formación: de la Ingeniería Aeronáutica a la Medicina, sino simplemente como una evolución natural en sus intereses, tan heterogéneos. De hecho, él cuenta que ese cambio de rumbo surgió a raíz de estar metido en investigaciones en el campo del diseño de vehículos aeroespaciales, lo que le llevó a interesarse por la fisiología de los humanos en las naves espaciales. Para eso necesitaba clases de Biología y ahí llegó el enamoramiento con la Medicina, y sobre todo con la investigación. Ahora sus expectativas a medio plazo pasan por volcar sus saberes en la cirugía ortopédica, donde lo que sabe de ingeniería y computación pueden ser una combinación muy útil. Pero hay que dar tiempo al tiempo porque Ibaseta, según dicen, es bueno en ciencias, letras, habilidades manuales e incluso tiene buen oído musical. Así que igual encuentra otra vía de expansión.

Hoy en día, cuando llega a su casa, toda su atención la acaparan "Rona" y "Kela", sus dos perras labradores, otra de sus grandes aficiones. Algo que comparte con su hermano pequeño Eduardo, estudiante también de Medicina que, aunque aseguran sus padres que "son muy distintos", siguen pidiéndose consejo mutuamente, aún cuando les separa un océano.

Quizá por haber pasado tanto tiempo alejado de sus territorios natales, Ibaseta tiene en gran estima al Principado y todo lo que tenga que ver con él. En sus viajes a la tierrina no falta la visita a Cudillero, de donde es oriunda su madre, Mercedes, para degustar un cachopo con su sidra correspondiente. Álvaro Ibaseta, aunque lejos de Asturias, cada día está más cerca de su estatua.

Compartir el artículo

stats