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OCTAVIO VINCK | Fotógrafo y empresario, acaba de dejar en depósito en el Muséu del Pueblu d'Asturies el "Fondo Vinck"

"Queremos como gijoneses que el 'Fondo fotográfico Vinck' se quede en Asturias"

"Hemos hecho el depósito para ver cómo se trata, cómo se presenta y cómo se mima; si tiene el éxito que esperamos, veremos los pasos"

Octavio Vinck, ayer, en Gijón. ÁNGEL GONZÁLEZ

El Muséu del Pueblu d'Asturies llevaba una década detrás del "Fondo Vinck". Se trata de una sobresaliente colección que incluye más de 3.700 imágenes, 400 cámaras y accesorios, además de históricas piezas de vidrio de la fábrica La Industria. Una colección que ayuda a entender un siglo de vida gijonesa (de 1905 a 2007) a través de tres generaciones de fotógrafos. Octavio Vinck Díaz (Gijón, 1943) habla de ese legado.

-¿Cómo debemos valorar el contenido de ese fondo fotográfico?

-En realidad, son dos fondos. Por un lado, está el del vidrio de la fábrica (La Industria) en la que trabajaron mi tatarabuelo y mi bisabuelo. Son más de cien piezas de su trabajo, cuando vinieron a Gijón (desde Francia). Y está el fondo fotográfico, en el que está representada la obra de tres Vinck, pero también la de mi abuela, mujer de Laureano Vinck, y la de mi madre, Victorina Díaz, mujer de Gonzalo Vinck. Hay trabajos, por tanto, de cinco fotógrafos. Es lo curioso de está colección que he ido reuniendo a lo largo de toda una vida. Hay algo muy interesante: aparece el fotógrafo fotografiado por su mujer, y, a la vez, la mujer y toda la familia fotografiados por el fotógrafo. Es el retrato de una vida familiar que se ha logrado conservar; es diferente a otras colecciones.

-¿Podríamos decir que, a través de la colección, se cuentan cien años gijoneses?

-Sí, va de 1905 a 2007: es un siglo de cosas. Pienso que tendrá importancia para los estudiosos. Fotográficamente, lo menos importante es lo mío porque es una obra moderna, de viajes, aunque hay bastantes curiosidades. Por ejemplo: las cataratas de Iguazú tomadas desde un helicóptero. Ahí, de lo mío, lo que hay más es de asuntos empresariales y de desarrollo comercial. La más importante es la obra de Laureano Vinck, base de la colección.

-¿Qué parte de ese fondo tiene para usted un mayor valor sentimental?

-Claramente, las placas y fotos del entorno familiar. ¿Por qué? Porque no es normal ver obra de fotógrafos que fotografían a su familia. Desde que nací y hasta hoy me he pasado la vida en el mundo de la fotografía, he visto cientos de exposiciones y he sido jurado en numerosos concursos nacionales e internacionales, y no es lo habitual.

-¿Y por qué tanta fotografía familiar?

-No he visto nada igual. Hay muchas imágenes festivas, lo que me ha llamado siempre mucho la atención. Ahora que se ha cedido, se ha escaneado y que hay un trabajo de muchas horas -y muchas más que faltan para la exposición-, lo que me sigue resultando más interesante es eso: que es fotografía diferente, del entorno de una familia de fotógrafos.

-Hay, además, otro tipo de materiales, como las cámaras...

-Sí, y muchos accesorios curiosos. Por ejemplo: fotografías en botones de camisa o en gemelos. Y respecto a los aparatos, se puede seguir la historia de las cámaras desde finales del siglo XIX, cuando eran de madera, hasta una digital. Son unas doscientas piezas que reflejan muy bien la evolución de la fotografía; está todo ahí.

-¿Cómo se las ha arreglado para conservar un fondo tan completo, expuesto a tantas vicisitudes?

-Ha sido trabajo de todos. Mi madre (Victorina), que falleció en Gijón no hace muchos años, tenía muchas cosas. Y también mi padre. Había, además, mucho de la familia, que no sé todavía si se expondrá. Hemos estado todos como hormiguitas guardando todo lo que era posible. Se perdieron cosas, algunas cuando el rosario de bombas que cayó en Gijón (durante la Guerra Civil): una en la iglesia de San Lorenzo, otra donde el Dindurra y el Jovellanos, y la tercera sobre el edificio del estudio de mi abuelo. Ahí se perdió mucho material. Después de años de buscar y rebuscar hemos conseguido este fondo de los trabajos profesionales de todos ellos.

-¿Qué valoración hace del trabajo como fotógrafos de su abuelo, Laureano, y de su padre, Gonzalo?

-El mejor de todos era mi abuelo. Lo que pasa es que hemos sido distintos. Laureano es el artista de la familia; mis padres eran muy buenos fotógrafos pero más modernos, más comerciales, al ponerse a montar tiendas y vender. Hacían fotos en romerías y fiestas, no sólo de estudio. Ahora, las fotos de estudio de mi abuelo son claramente superiores. Y lo mío es más actual; en lo que yo he destacado es en los desarrollos comerciales fotográficos. Aquí hablamos siempre de fotografía.

-Bueno, se convirtió en un empresario importante del sector...

-Sí, pero lo alterné con mi gusto por los concursos, apoyando a los fotógrafos. He llegado a tener tres salas de exposiciones; la de Valladolid estuvo veinte años abierta. No he dejado de mirar hacia el lado artístico. Las tres generaciones de los Vinck hemos hecho cosas diferentes en fotografía. ¿Un artista? Mi abuelo, desde luego.

-¿La fotografía ha dejado de ser lo que era a partir de los desarrollos digitales?

-Directamente, se acabó.

-¿En qué sentido lo dice?

-La fotografía entendida de manera convencional se ha acabado. Estuve la semana pasada en Italia y me daba apuro ver las miles de fotos que hace todo el mundo. Pero no revelan y no compran carretes, así que hemos cerrado todos. No dejo de reconocer que ahora es todo más práctico, aunque se pierden muchos recuerdos porque no se hacen álbumes de fotos. Es otro mundo y está claro que lo nuestro se ha terminado.

-Esa facilidad ha diluido quizás la importancia que han tenido las imágenes...

-La magia de la fotografía era el laboratorio, meterte allí y ver cómo aparecía la imagen en un papel en blanco. Y la magia era ver a la gente recogiendo, emocionada, los revelados. Todo eso ha acabado. Es un cambio tecnológico muy importante que hay que asumir. Queda detrás un siglo de fotografía que era de otra manera. Y es lo que se verá en esa futura exposición. Y también las piezas tan extraordinarias que se hacían en La Industria.

-¿El linaje Vinck seguirá ligado a la fotografía?

-Bueno, mis hijos Octavio y Eva estuvieron algunos años ligados a la fotografía, hasta que hubo que cerrar los negocios. Nos despedimos los tres, y ahí se acabó la historia. La ligazón que queda es a través de este fondo. Como gijoneses lo que queremos es que esta colección se quede aquí. De momento hemos hecho el depósito para ver cómo se trata, cómo se mima y cómo se presenta. Si todo se desarrolla bien y tiene el éxito que esperamos -creo que será una bomba de exposición-, veremos los siguientes pasos.

-¿El "Fondo Vinck" se convierte en una sección sobresaliente de la fototeca del Muséu del Pueblu d'Asturies?

-La fototeca tiene obra de autores, muchos de ellos clientes nuestros. Está lo de Constantino (Suárez), muy interesante. Reflejan períodos, etapas... En cambio el "Fondo Vinck" es distinto porque abarca muchas cosas de la vida de Gijón. Las placas originales, por ejemplo, ofrecen verdaderas sorpresas.

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