Una mujer pidió ayuda a la policía porque su hija la estaba agrediendo en el domicilio familiar. A la llegada de los agentes denunció los hechos pero madre no hay más que una y durante el juicio cambió su declaración inicial. Aseguró ante el juez que las heridas sufridas fueron provocadas por arañazos de su gato. Un testimonio "comprensible" a ojos del magistrado, "dada su relación con su agresora" pero sin peso. "Una mascota no deja impresión digital", explica la sentencia.

Los hechos ocurrieron en julio de 2016. Era de madrugada y una mujer llamó por teléfono a la Policía Nacional para advertir que había sido agredida por su hija. Los agentes se personaron en el domicilio y comprobaron como, en efecto, presentaba "una serie de heridas por arañazos en los brazos". Al ser interpelada por los hechos la víctima explicó que al volver su hija a casa "trató de que le diera dinero y el teléfono para hacer una llamada". Pero "ante el temor a que fuera para droga" se lo negó. Entonces, la ya condenada comenzó a empujar, arañar, insultar y forcejear para conseguirlo "estando ya en un estado lamentable" por su drogodependencia. El relato fue negado por la madre en el juicio pero ratificado por los agentes que intervinieron.

Otra de las pruebas aportadas durante el juicio fue el informe médico emitido tras la exploración de la agredida, efectuado poco después de que la mujer denunciase los hechos ante la policía. "Erosiones lineales y hematomas circulares (dedos) en ambos brazos", señala el informe aportado a la causa que declina cualquier posible intervención de un animal, un gato en este caso, en los hechos. Por todo ello, el juzgado de lo Penal número 3 de Gijón condenó a la joven a dos meses y quince días de prisión, privación del derecho a tenencia y porte de armas durante cuatro meses y alejamiento a 200 metros de su madre durante un años, dos meses y quince días. Una pena ratificada ahora por la Audiencia Provincial.