La Fiscalía pedía para ella dos años de prisión por un delito de maltrato doméstico habitual cometido contra su hijo; quería, además, que la inhabilitaran para ejercer la patria potestad durante cinco años, y reclamaba una orden de alejamiento de más de 500 metros durante tres años de la víctima, su domicilio y lugar de estudios. Lo de menos, quizá, era la indemnización que también reclamaba para el padre, como representante del menor, de 3.000 euros.

Pero el juez de lo penal número 1 de Gijón no ha dado crédito a ninguna de las acusaciones que pesaban sobre esta madre que ha quedado absuelta de todas las imputaciones que partían de los abuelos del menor y suegros de la implicada, y a los que dio crédito la fiscalía en sus denuncias de un maltrato reiterado de la mujer, psíquico y físico, tanto de su hijo como de su nieto. Un menor de 13 años que desde hace varios años vive con sus abuelos.

Para el magistrado "no existe prueba de cargo más allá de las meras suposiciones que permita sentar la conclusión de que la acusada cometió los hechos". Y también dice que "conviene poner de manifiesto la escasa credibilidad de los testimonios", sobre todo teniendo en cuenta "las relaciones hostiles entre la acusada y el resto de testigos".

Ni los whatssaps amenazadores y vejatorios -en los que los acusados basaban muchas de las imputaciones- pudieron ser comprobados, ni se mantuvo una línea firme de relato. Respecto a los malos tratos, dice el juez, "hay un total vacío probatorio"; sin reconocimientos médicos, ni denuncias policiales, ni antecedentes de conflicto a los que prestar atención.

La sentencia recoge múltiples acusaciones del menor contra su madre -contadas por los abuelos-, como que le insultaba con frases como "gordo asqueroso, hijo de puta...", le tiraba del pelo, le zarandeaba, le sacó un cuchillo jamonero, pegaba a su padre... Pero también se registra que el niño reconoce "estar enfadado con su padre porque éste durante los trámites del divorcio se ve con su madre y él entiende que ella les hce mucho daño" o también que "se enfadó con su padre cuando volvió a vivir con su madre".

En el juicio la psicóloga del colegio donde estudia el menor testificó que "tenía un desajuste emocional con síntomas ansioso-depresivos", además de un mal rendimiento académico, y que había llegado a hablar con los padres que aconsejarles que "alejaran al niño de los conflictos que tuvieran entre ellos".

La valoración del forense, a la que alude el juez, es que no se aprecia en el niño sintomatología depresiva, ni insomnio, ni otras patología, lo que lleva "a descartar la existencia de lesiones psíquicas o secuelas sobrevenidas" por esos supuestos malos tratos. Para el juez lo que subyace es "un problema relativo a quien debe ostentar la custodia del menor", y apunta que los abuelos llegan a admitir que "le tienen mucho miedo a su hijo porque cuando está bien con ella (la exmujer) les amenaza con llevarse al niño a casa con su madre".