La humanidad sufre y goza. Y en el trámite que va de la cuna a la sepultura, cada vida -breve o longeva- puede estar regida por el cumplimiento de un destino feliz o por el mediano pasar, o marcada por la enfermedad y signada por la marginalidad, la violencia, el desamparo. Pero nos dejamos llevar por el culto narcisista que preside las sociedades contemporáneas y por la consigna de la corrección política. Acotamos lugares (Auschwitz, por ejemplo) para el llamado "turismo de conflicto", pero procuramos mantener lejos de la vista todo aquello que resulta chocante o molesto a nuestra sensibilidad.

La celebración del último Día internacional de los Museos, dedicado a las "historias controvertidas" y a "decir lo indecible", ha permitido recuperar y airear obras que han permanecido ocultas -y ocultadas a veces- durante años. Ejemplar viene siendo, en este sentido, la labor del Muséu del Pueblu d'Asturies. A partir de su monumental fondo fotográfico ha reconstruido, por ejemplo, episodios dolorosos del pasado reciente: de la Guerra Civil al trabajo infantil. Según su director, Juaco López, si no se han hecho más exposiciones es por "la carencia de testimonios". Pese a la extendida reticencia a la exhibición de imágenes que puedan resultar escabrosas, como se suele apuntar, está convencido que en la Europa democrática "hay pocas cosas que no se puedan decir en los museos".

Una de las razones -es de suponer- que ha llevado al Muséu del Pueblu d'Asturies a rescatar, a partir de la citada efeméride, imágenes hasta ahora desconocidas para el público. En varios casos, son fotos espigadas de las colecciones de algunos de los grandes fotógrafos del Principado durante el siglo XX: de Constantino Suárez a Valentín Vega. Todos estos documentos, estremecedores unos y todos de gran interés, constituyen algo así como el álbum secreto de los asturianos. Son imágenes que enuncian de manera elocuente alguna historia aún por contar.

¿Por qué han permanecido durante silenciosos años en la oscuridad de los archivos, en la mayoría de los casos en la de los propios fotógrafos que las tomaron? Ofrecen temas o asuntos que la sociedad prefiere soslayar o, como mucho, mirar de reojo. También los museos. Lo dice Juaco López: "Se hacen cosas para atraer, no para asustar". Y más: "no se tratan en los museos porque son controvertidos, pueden herir a los visitantes o porque no hay testimonio sobre ellos: el maltrato animal, la pobreza, la homosexualidad, el cuerpo desnudo o deformado, la enfermedad y la muerte".

De todo eso hay en el repertorio gráfico seleccionado por el Muséu del Pueblu d'Asturies: de los cadáveres apilados tras uno de los episodios asturianos de la última contienda civil, a la imagen del gato ahorcado que Gerardo Bustillo captó en los alrededores de Gijón; de los desnudos fotografiados por Constantino Suárez o J. Res, al ejemplo de enfermedades antaño tan corrientes en Asturias como el bocio.

Un caso curioso en esta breve colección de imágenes, tomada en un arco temporal que va desde principios del pasado siglo hasta mediada la centuria, es el de dos fotos de un travesti que tomó el gran Valentín Vega. Se conservan, como recuerda Juaco López, unas setenta mil instantáneas de este fotógrafo "sentipensante", según se ha dicho a raíz de su exitosa exposición en el Museo Nacional de Antropología. Fue un gozoso descubrimiento para crítica y aficionados. Pues bien, el autor gijonés (puso su cámara en las calles de la cuenca del Nalón, fundamentalmente) sólo trató el travestismo en ese trabajo. Instantáneas, en definitiva, que ayudan a perfilar el retrato inacabado de una época.