¿A qué suena Gijón? La pregunta da para mucho más de lo que promete su sencillo enunciado. Habrá quien responda que el sonido característico de la ciudad es el del mar -los muchos sonidos del mar-, o el del reloj bancario de la plaza del Carmen; incluso el del tráfico, el de las gaviotas o la percusión de un martillo neumático en las inacabables obras de cualquier acera.

"Hay muchos sonidos de Gijón", responde Javier Suárez Quirós, profesor de la Universidad de Oviedo e investigador en paisajes sonoros. Y es que una ciudad, cualquier ciudad, ofrece un complejo cúmulo de sonidos. Sólo que algunos son característicos, tienen un cierto ritmo regular, son "tónicos", como afirma también el especialista. O sea: "Sí hay un sonido de Gijón": el del agitado Cantábrico, claro, pero también otros con los que los vecinos de la villa conviven a diario, casi siempre sin darse demasiada cuenta.

La acción sonora #EscuchandoGijón, que los interesados pudieron seguir ayer en el Centro Antiguo Instituto, es una ambiciosa tentativa de inventariar también como patrimonio los distintos sonidos de la ciudad. La instalación es un bucle sonoro de hora y media de duración, aproximadamente, formado con los sesenta registros remitidos por quienes respondieron a la llamada a participar en una obra colectiva, en permanente crecimiento. Podemos escuchar ahí desde el oleaje en la escalera 12 del Muro, a la vibración de los élitros de unas abejas, las notas músicales de una gaita, el llanto de un niño o el sonido del viento en el "Elogio del horizonte".

Esta acción colectiva se convocó, dentro del programa "Paisaje sonoro" de la Escuela Politécnica de Ingeniería de Gijón y el Taller de Músicos de la Fundación Municipal de Cultura, con motivo del Día mundial de la Escucha. Es una jornada que viene celebrándose cada 18 de julio desde 2010. Se eligió esa fecha por ser el cumpleaños del pedagogo y compositor canadiense R. Murray Schafer, fundador del "World Listening Project".

Se trata de aprender a escuchar, de participar en lo que ha venido definiéndose como "escucha atenta". En realidad, #EscuchandoGijón es una manifestación de esa preocupación, cada vez más extendida, por prestar más atención a lo que oímos. "Estamos muy contentos porque la escucha pase a formar parte de la agenda de los gijoneses", subrayó el profesor Suárez Quirós.

"La experiencia ha ido muy bien, con estos sesenta registros tan variados; es una iniciativa pionera y ha tenido un eco importante", indicó, por su parte, el maestro de músicos René de Coupaud. Los participantes han registrado con sus teléfonos móviles los sonidos. "Lo que pretendemos es hacer una labor de concienciación sobre el sonido para que se vea que no es un residuo, sino un valioso recurso de nuestro patrimonio", añadió Suárez Quirós.

Para la investigadora Zaida Hernández-Úrculo, estas grabaciones hay que tratarlas como un patrimonio relevante. Cierran las fábricas y quedan las instalaciones, pero rara vez reparamos en que se pierden por ejemplo los sonidos de los trabajadores en sus puestos. "Tenemos museos, pero difícilmente de testimonios sonoros, pese a que son también una marca cultural", hizo resaltar el profesor.

"Hay mucho por hacer y hay que tomar conciencia", apuntó René de Coupaud. Y más: "Nos limitamos a oír, incluso en lugares silenciosos, porque son audiciones inevitables, pero no siempre acompañamos todo eso de la actividad intelectual de la escucha. Hay que pasar del ruido al sonido, y para eso hace falta atención, una escucha voluntaria y crítica". Hernández-Úrculo habló de los sonidos que más han llamado su atención de este primer #EscuchandoGijón: "Los pasos de una clase de danza u otros que nos remitieron desde Caldones bajo el título 'Garrando un ensame d'abeyes'".