La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

La Figura De La Semana | CARLOS CASTRO | DELANTERO DEL SPORTING, ACABA DE RENOVAR SU CONTRATO HASTA JUNIO DE 2022

El perdigón de Ujo apunta al gol

Carlos Castro, goleador por instinto e intuición, liga su futuro al Sporting gracias a la confianza de un Torrecilla que lo sigue desde niño

El perdigón de Ujo apunta al gol

Lejos de arrugarse cuando, siendo aún cadete, Manolo Sánchez Murias lo llamó para disputar su primer partido con el juvenil de Liga Nacional, se vino arriba y despachó al rival de turno con cuatro goles. Ésa ha sido siempre su mejor tarjeta de presentación: el gol. Quienes mejor lo han conocido en esto del fútbol hablan de instinto, de intuición, de un talento innato para mandar la pelota donde los porteros no alcanzan. Carlos Castro García (Ujo, 1-6-95) acaba de renovar su contrato con el Sporting hasta junio de 2022, junto con su compañero Carmona (2021), en la que supone hasta ahora la gran noticia del verano para el sportinguismo.

Han tenido que venir dos hombres de fuera, como Paco Herrera y Miguel Torrecilla, para dar valor a un guaje al que se le ha negado la continuidad en el Sporting. Lo que no lograban las defensas rivales, estuvo a punto de conseguirlo el banquillo al que se ha visto condenado en demasiadas ocasiones. Cansado de ver los goles desde la barrera (o la ausencia de ellos en muchas domingos de hastío), el mejor delantero de la historia de Ujo estuvo cerca de quitarse la camiseta de su vida para medirse una de otro color.

Lo evitó Miguel Torrecilla, un hombre que le tiene echado el ojo a Carlos Castro desde que arrasaba porterías con el primer juvenil del Sporting. Cuentan que cada vez que los rojiblancos visitaban Vigo, podía verse en cualquier esquina al director deportivo del Celta preguntando siempre por ese nueve menudo y escurridizo que le amargaba la vida a su equipo. Luego quiso llevárselo al Betis, aprovechando el desencanto del futbolista por su ausencia en las alineaciones y, ahora que sus caminos se han cruzado, la de Carlos Castro se convierte en la primera renovación de la era Torrecilla.

Hijo de minero y pequeño de dos hermanos, a Castrín siempre le tiró más la pelota que los libros. Lo suyo era el balón, el fútbol de antes. Aquel que se jugaba en la calle con dos mochilas de portería y un reglamento en rima que iba pasando de generación en generación. El juego de Carlos Castro tiene mucho de calle. Y éste es un valor que se ha perdido en el fútbol actual en el que nada puede escapar al control del entrenador, a las estadísticas y a los automatismos.

Quizá ése sea el problema que impide a Carlos Castro dar el paso definitivo. El de Ujo es un futbolista de toda la vida que confía más en su instinto de goleador que en la más elaborada de las tácticas.

A pesar de su don para el gol, que le hizo firmar unos números escandalosos en las categorías de formación (marcó 167 goles en sus cuatro primeros años en Mareo), Carlos Castro no lo ha tenido fácil para llegar al fútbol profesional. Como sucede con otros deportistas de élite, su mejor marcaje se lo hace una diabetes con la que ya ha aprendido a convivir. Sus primeros entrenadores de Mareo, recuerdan al guaje pidiendo permiso en los descansos de los partidos para ir al baño a controlarse el azúcar y muchas veces teniendo incluso que pincharse. Como hizo con el resto de obstáculos que se encontró en su carrera, saltó por encima de la enfermedad para asentarse en el primer equipo del Sporting.

Sus primeros goles los firmó con el colegio La Salle de Ujo, donde rápidamente fue detectado por los técnicos del Caudal. Allí hizo tanto ruido que fue fichado por el Oviedo hasta que, al término de su etapa de infantiles, se le abrieron las puertas de Mareo. En la escuela de fútbol ha ido saltando las distintas etapas a conveniencia, casi siempre antes de lo previsto. Así, siendo aún juvenil de Segundo año, pero ya en el División de Honor de Marco Díaz, Manolo Sánchez Murias le hizo debutar en el Sporting B en un partido de Segunda B ante el Coruxo.

Cuando le llegó la edad de completar su formación en el filial, apenas pudo jugar diez partidos como titular antes de fracturarse el peroné, lo que le tuvo cuatro meses de baja. La maduración de Carlos Castro tuvo que acelerarse a la tremenda por la sanción que privó al Sporting de acudir al mercado en la campaña que terminó con el ascenso. Abelardo decidió reclutar a Castrín a pesar de que aún no se había curtido en el filial. Lejos de arrugarse el guaje marcó goles decisivos para el ascenso y se metió en el bolsillo al público de El Molinón, que no siempre se muestra comprensivo con los errores de juventud de los chavales de la casa.

Castro es profeta en su tierra. Por sus goles, por descaro y por esa gracia que tiene fuera del campo, donde sigue pareciendo un guaje travieso. También son famosos sus mensajes en redes sociales, como aquella vez ante el Atlético que estrelló en el larguero un gol cantado antes de anotar el tanto de la victoria. "Tranquis que fue para darle emoción", escribió luego en twitter. Un mensaje de auténtico crac. Así es Carlos Castro, el perdigón de Ujo, dinamita para el gol.

Compartir el artículo

stats