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Gijón en el retrovisor

El candidato del maletín negro derrotó a la asamblea del Ateneo Jovellanos

La movilización fue total para que los progresistas, que habían alcanzado el Colegio de Abogados, no se hiciesen con el centro cultural Claudio Fernández-Junquera ganó con fajos de votos delegados a Alfredo Liñero

El periodista Manuel Fernández cantando un poema de Pedro de Silva.

Desde que el Consejo de Fundadores aplazó ilegalmente durante diez meses las elecciones a presidente del Ateneo Jovellanos pasaron muchas cosas en la vida política del país. La flebitis padecida en el mes de julio de 1974 por Franco hizo que pisasen el acelerador para la organización de las fuerzas alternativas al régimen dictatorial. El 29 de julio fue presentada por el gijonés Santiago Carrillo Solares y Rafael Calvo Serer la Junta Democrática en París y aquí un colectivo de abogados jóvenes progresistas se fueron uniendo para atender a los afectados por las cuantiosas multas de Orden Público -a Gerardo Iglesias le impusieron una de 250.000 pesetas siendo defendido por Pedro de Silva- y dar cobertura en el turno de oficio gratuito a los trabajadores represaliados.

Una candidatura integradora de izquierdas ganó las elecciones en el Colegio de Abogados. Así, con los horizontes muy claros, a finales de año lograron que el prestigioso y respetado Pedro de Silva Sierra -un hombre liberal- encabezase una candidatura de izquierdas a las elecciones en el Colegio de Abogados de Gijón, de la que formaban parte -entre otros y con distintas ideologías- José Ramón Herrero Merediz, Andrés de la Fuente, Jesús González Aparicio y Ángel Suardíaz.

Aunque hasta la policía secreta advertía a los votantes de que se trataba de una candidatura encubierta del Partido Comunista, las amenazas no fueron óbice para que, al final, la alternativa integradora de Pedro de Silva Sierra se impusiese por media docena de votos -uno de ellos del ovetense Ignacio Álvarez Buylla que acudió, tras participar en un torneo de tiro de pichón en Lieres, a darles su voto unos minutos antes de que cerrasen las urnas- a la continuista de Ricardo Sánchez de la Viña.

Por entonces alguien pronunció en una tertulia de Corrida Street una clarividente frase histórica que resumía perfectamente la alarma que padecían las llamadas "fuerzas vivas" de la ciudad: "Ya consiguieron el control del Colegio de Abogados, si también logran el "Ateneo Jovellanos" son los dueños de Gijón".

Un maletín negro con votos delegados para Claudio Fernández Junquera. Así estaba el panorama político gijonés cuando finalmente el 10 de enero se celebraron las elecciones ilegalmente aplazadas por el Consejo de Fundadores a la presidencia del Ateneo Jovellanos. Dos eran los candidatos: Claudio Fernández Junquera y Alfredo Liñero Rivero. Aunque el salón de actos estaba abarrotado de socios expectantes y Julio Paquet -quien ya había sido cesado de sus cargos en el Ayuntamiento y en la Caja de Ahorros de Asturias, por ser crítico con la gestión de Luis Cueto- apoyó en público y de viva voz, con su habitual ímpetu, la candidatura de Alfredo Liñero. Noventa de los ciento cincuenta y cuatro socios asistentes votaron a favor de dar un nuevo rumbo al Ateneo Jovellanos , pero Claudio Fernández Junquera -quien siguió con impasible ademán el proceso electoral- se acercó a la mesa electoral con un maletín negro del que sacó en paquetes de cincuenta los votos delegados a su favor: doscientos noventa y nueve más el suyo. Aunque no coincidieron exactamente los votos en el recuento, Alfredo Liñero aceptó muy caballerosamente su derrota y fue entonces cuando Claudio Fernández Junquera pronunció unas palabras recomendando a los socios que "atemperasen su impaciencia" y recordando que había que superar la grave crisis económica que padecía el Ateneo Jovellanos, ya que solamente abrir sus puertas costaba doscientas mil pesetas al año. Claudio Fernández-Junquera tomó posesión en una Asamblea General Extraordinaria el 6 de febrero comunicando la composición de su Junta Directiva en la que figuraban como vicepresidentes: la profesora María Elvira Muñiz, el empresario Rafael Ferri Montagud y el pintor y farmacéutico Fernando Magdaleno Laca, un gran amante de los tranvías.

La segunda reunión de la DSA fue en Oviedo. Tras la primera reunión en la casa de Alfredo Liñero a finales de 1974, unos meses después y tras conversaciones de Ramón Fernández-Rañada y Menéndez de Luarca -quien había asistido como representante asturiano a la reunión en París de la Junta Democrática el 19 de diciembre de 1974- con los militantes del Partido Comunista, José Ramón Herrero Merediz y Daniel Palacio Fernández, sobre el futuro de la Democracia Socialista Asturiana (DSA), ambos lamentaron el anticomunismo de Pedro de Silva. No era así exactamente: Merediz le ofreció el carné del partido y el abogado gijonés lo rechazó limitándose a ser solamente útil a las iniciativas que tomase la única agrupación política de izquierdas existente. Un desplante que no vieron con buenos ojos quienes no deseaban que prosperase nada que no pudieran ellos controlar.

Para ampliar los apoyos con nuevos miembros en Oviedo, la segunda reunión de la DSA se celebró -ante planes urbanísticos, por si interrumpía la reunión la policía- en el despacho que compartían en la calle de Foncalada, los arquitectos Gerardo Fernández-Bustillo, Arturo Gutiérrez de Terán -quien estaba en la órbita de las Juventudes Socialistas por su primo José María Menéndez Ramírez "Chirimo", muy amigo de Miguel Boyer- y Guillermo Zarracina -admirador de Tierno Galván, aunque luego militó en el Partido Comunista- a la que asistimos una docena de personas. Allí se tomó la decisión de redactar el primer manifiesto del grupo de acuerdo con unas líneas maestras basadas en tres puntos: democracia, regionalismo y socialismo. El borrador fue hecho por Pedro de Silva y a mí me correspondió la labor de pasarlo a limpio en mi máquina mecanográfica "Facit", documento que guardo desde aquellos tiempos en que no teníamos ni fotocopiadoras.

Un poema de Pedro de Silva sobre la primavera política. En los primeros días del mes de enero de aquel año de 1975 ofrecí mi primer recital con músicos: "Por la supervivencia de un tal Manuel Fernández: asturiano, periodista y vividor". Es sorprendente, pero el hecho de que la palabra periodista fuese seguida por la de vividor me provocó problemas. Un periodista de cuyo nombre no quiero acordarme, pero que era conocido como "el sobaco ilustrado" -debido a que siempre paseaba con un libro bajo el brazo- promovió una moción de censura contra mí en la Junta General de la Asociación de la Prensa de Gijón. Menos mal que el liberal José Manuel Ponte -con una habilidosa técnica digna de un eminente alumno de la Institución Libre de Enseñanza- logró que el asunto quedase en agua de borrajas y no fuese sometido a votación. La sala de fiestas "Dragón" estuvo a rebosar. No era habitual que un periodista también cantase. No sólo "El Presi" quiso apoyarme, sino que en el Ayuntamiento adelantaron la reunión de la Comisión Permanente para que el alcalde Luis Cueto-Felgueroso pudiera asistir y tampoco los políticos progresistas quisieron perderse aquel recital -en el que eludí la censura previa- con Pedro de Silva a la cabeza: allí estrené mi musicación del escéptico poema suyo "Llegó la primavera".

Pero la esperada primavera política todavía ir a tardar en llegar a nuestro país.

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