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FERNANDO LLENÍN IGLESIAS | PÁRROCO DE SAN JOSÉ

Al sacerdocio por un ateo

El nuevo titular de la parroquia de San José debe su vocación religiosa al filósofo Gustavo Bueno, del que fue alumno en la Facultad de Filosofía y Letras antes de ingresar en el Seminario de Oviedo

Al sacerdocio por un ateo

Puede parecer un sacrilegio, pero Fernando Llenín Iglesias, nuevo párroco de San José, en Gijón, le debe la vocación religiosa a un filósofo ateo. A Gustavo Bueno, al que tuvo de profesor en la Universidad de Oviedo este veterano sacerdote, hombre de pensamiento más que de acción, dicen los que le conocen, que consideran que "ha olido más libros que ovejas", en alusión a su trayectoria formativa, más alargada que su labor pastoral, también fructífera, siempre en parroquias ovetenses hasta este nuevo mandato episcopal que lo ha traído a pastorear una de las iglesias señeras de Gijón.

Llenín Iglesias nació en Santander en 1955, pero podía haber llegado al mundo en cualquier otra ciudad de España, pues su padre, Ángel Llenín Hevia, era militar: alférez provisional y coronel de Infantería fallecido en el día de año nuevo de este 2017, a avanzada edad. En suelo cántabro nació el sacerdote, que pasó parte de su vida en Santander, Santoña, Gijón y Santa Cruz de Tenerife hasta recalar en el Oviedo natal de su progenitor. Hasta tal punto fue su infancia y juventud territorio de mudanzas que a Llenín le gusta decir que vivió esa época como el arameo errante del libro bíblico del Deuteronomio.

La ascendencia de su madre, María del Carmen Iglesias Díaz, era gallega, hija de Juan Iglesias Bragado, el maestro Bragado, de quien Fernando Llenín heredó una vocación musical que le llevó durante un tiempo a estudiar piano. Bragado era un conocido compositor de Villafranca del Bierzo que fue director de la Banda de Música de Orense. En esta ciudad, en la que vivían sus abuelos, el párroco de San José fue monaguillo de Santa María la Mayor. El matrimonio del militar y la hija del compositor tuvo seis hijos: María del Carmen, María Concepción, Ángel, José, Fernando y Juan Carlos. Y cada uno nació en una ciudad distinta. Para ir a la par escolar con su hermano inmediatamente mayor, que le lleva catorce meses, fue siempre un curso por delante. Así, ingreso en la Universidad con 17 años.

La familia regresó a Oviedo el año en que Fernando tenía que matricularse en COU, el curso previo al ingreso universitario del viejo plan de estudios que comparten los españoles que superan en edad la cuarentena. Los Llenín se establecieron en un piso de la calle del Rosal y el chaval se matriculó en el cercano Instituto Alfonso II. Pese a que en Santa Cruz de Tenerife había cursado el Bachillerato por Ciencias, en la vuelta a Asturias decidió el salto a las asignaturas de Letras.

Inicia la carrera de Filosofía y Letras en la Universidad de Oviedo. Cursando el primer año, tuvo un profesor que, sin quererlo, marcaría la vocación religiosa de Llenín: Gustavo Bueno. El gusto por filosofar lo había adquirido de bachiller en Tenerife, de la mano de un profesor marxista y ateo, y lo reforzaría después en Oviedo, en las clases de Pedro Caravia, un orteguiano que era profesor del Alfonso II. Bueno produjo en Llenín una suerte de acción-reacción. Participó en sus seminarios de alumnos y le dio a leer "Respuesta a John Lewis", de Althusser. "Era tan provocador que produjo en mí la reacción contraria", explicó en cierta ocasión el sacerdote, quien reconoce que, sin saberlo, el vehemente profesor le encaminó al Seminario. Después, ya en Roma, cuando cursó Filosofía en la Gregoriana, hizo la tesina sobre el materialismo filosófico español. Y tuvo que entrevistarse con Bueno para redondear el trabajo.

Así, en el curso 1973-74, Fernando Llenín ingresa en el Seminario Metropolitano de Oviedo, donde simultánea los estudios eclesiásticos con la especialidad de Historia, hasta el cuarto año. Recibe las sagradas órdenes del presbiterado en 1979. Inmediatamente después el Arzobispo autoriza su marcha a Roma, a obtener la licenciatura en Filosofía en la Universidad Gregoriana. En 1982 se traslada a Bonn, capital entonces de la República Federal Alemana, donde realiza el curso de doctorado y atiende pastoralmente a inmigrantes españoles. En 1986 defiende la tesis doctoral en Roma, y la dedica al pensamiento de Xavier Zubiri.

De la estancia en Roma cuenta Llenín una anécdota curiosa: José Luis González Novalín, que era entonces vicerrector de la Iglesia de Montserrat en la capital italiana, le propuso ingresar en el servicio diplomático vaticano, algo que no estaba muy bien visto en aquel momento. Novalín no tenía candidatos para ir a la Academia Pontificia y el nuevo párroco de San José cumplía los requisitos. En Roma también estaba estudiando entonces José Antonio González Montoto, quien le recomendó que no aceptara la propuesta. Y acertó, dicen sacerdotes que guardan relación con Llenín: "No hubiera sido un buen diplomático, es un descomunal polemista", refieren.

De regreso a España inicia la docencia en el Instituto Superior de Estudios Teológicos de Oviedo como profesor de Filosofía. Más tarde vuelve a las aulas de la Gregoriana en Roma para obtener la licenciatura en Teología Fundamental. Hasta esta reciente parada en Gijón, Fernando Llenín ha ejercido el ministerio sacerdotal siempre en Oviedo. Su primer destino como coadjutor fue la parroquia de San Pablo de la Argañosa. Después, ya como párroco, atendió la iglesia de San Antonio de Padua. Y los últimos años sirvió a los fieles de San Francisco de Asís. Hasta el pasado 6 de agosto, en que recaló en San José, uno de los faros de la fe gijonesa.

En la curia diocesana ha ejercido los cargos de delegado episcopal de Pastoral Universitaria, vicario episcopal para las cuencas mineras del Nalón y el Caudal y vicario episcopal para la Cultura, Comisario para el Año de la Santa Cruz. Actualmente se ocupa de la delegación de Cultura y Pastoral Universitaria. Desde hace cuatro años dirige también el Instituto Superior de Estudios Teológicos, vinculado a la Universidad Pontificia de Salamanca. También cumple un cuarto de siglo como profesor asociado de la Universidad de Oviedo, en el departamento de Ciencias de la Educación de la Facultad de Profesorado.

Llenín deja una iglesia redonda en Oviedo para acometer el desafío de un templo gijonés con más aristas, una parroquia, la de San José, poliédrica, con intensa actividad religiosa, social y asistencial. Un reto pastoral para el sacerdote que sustituye al frente de esta grey local a uno de sus mejores amigos, Adolfo Mariño, ahora abad de Covadonga.

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