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Un instante de tiempo atrapado en Llantones

Trabajadores con mandilón, técnicos, autoridades con bombín y chistera y damas encopetadas participaron hace 130 años en la inauguración de las obras de la traída de agua

Grabado que recoge el acto oficial celebrado el 17 de agosto de 1887 en Llantones.

Héctor BLANCO

Historiador

Miércoles 17 de agosto de 1887, a las diez de la mañana tañidos de campanas y explosiones de cohetes avisan en Gijón del inicio de una jornada que se anuncia como memorable. De la Casa Consistorial sale una comitiva de casi un centenar de autoridades encabezadas por el alcalde, Alejandro Alvargonzález, que recorre a pie precedida de maceros el tramo entre el Ayuntamiento y la Puerta de la Villa, entonces el límite meridional del casco urbano. Desde la plaza Mayor, siguiendo por las calles Trinidad y Corrida, la comitiva desfila ante edificios engalanados y la curiosidad de vecinos y veraneantes que asisten al que se ha convertido en el acto oficial más vistoso del verano. Lo peculiar de este desfile que atraviesa la villa es que su destino aún se encuentra a nueve kilómetros de distancia del Arco del Infante y que se trata del que hasta entonces era un recóndito manantial ubicado en Llantones. Posiblemente desde los tiempos de Tito Pompeyo Peregriniano y su Fortuna Balnearia no se había vuelto a rendir un reconocimiento semejante a una fuente.

Tras el correspondiente trayecto en diversos carruajes, frente a la galería de captación del manantial se coloca la primera piedra que inicia oficialmente las obras de la traída de aguas de Llantones. En ese mismo lugar ya se había celebrado un primer acto inaugural el 6 de noviembre del año anterior, cuando se habían principiado las obras de dicha galería y, tras este realizado en agosto de 1887, aún tendrán lugar otros dos: el 14 de agosto de 1889 la inauguración de la fuente de Begoña hará visible la llegada de las aguas a Gijón y en febrero del año siguiente se conmemorará la finalización de las obras incluyendo la red de distribución urbana que permitió, por ver primera, disponer de agua corriente a domicilio.

Cuatro inauguraciones para una misma obra que, si bien se ejecutó rápidamente, había tardado 12 años en acometerse, primero planteada como un negocio privado por iniciativa de Anselmo Cifuentes que tuvo rechazo unánime y finalmente ejecutada como servicio público tras regalar el industrial al Municipio la idea y el proyecto.

Volviendo al acto de hace 130 años, tras los discursos oficiales y los preparativos de la urna a colocar bajo la primera piedra, amenizó a los presentes la Banda de Música Municipal y de nuevo los voladores dieron testimonio de la celebración.

La fortuna hizo que entre los asistentes estuviese el pintor Pío Escalera -Pío Vigil-Escalera y Blanco-Ortiguera (Gijón 1857-Madrid 1941)- quien inmortalizó el momento más solemne del acto mediante una fotografía que luego remitió a "La Ilustración Española y Americana" y que acabará publicada en esta revista convertida en un grabado. Así tenemos hoy ese instante congelado en el tiempo que nos permite apreciar la peculiar escena campestre en la que vemos a los trabajadores de la obra con mandilón, a técnicos y autoridades con bombín y chistera, a encopetadas damas y a los vecinos y vecinas del lugar encaramados sobre el muro de contención.

Aquel día continuó con un banquete oficial ofrecido en la Casa Consistorial, siguió con una regata a remo entre Liquerique y la playa de San Lorenzo y culminó por la noche con la iluminación ornamental de los edificios públicos y privados más relevantes y el lanzamiento de fuegos artificiales desde el Campo Valdés.

Incluso la fecha quedó fijada en el callejero y es el origen del nombre de la actual calle Diecisiete de Agosto y aún hoy parte del agua que bebemos, si bien en una proporción casi testimonial--apenas el 5%- sigue proviniendo de Llantones.

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