Con un cartel de una "Marienne, muy femen, y a la asturiana", pisando una serpiente, se levantó ayer en el Antiguo Instituto el telón del debate feminista. El que lideraron Lara Alcázar, cara visible del movimiento "Femen" en España, y Emma González, profesora de la Universidad de Oviedo, en el transcurso de una mesa redonda titulada "Mujeres contra las violencias machistas". Emma González abrió el fuego con su reflexión sobre la piel del reptil: "Sirve para plantearse las cuestiones tradicionales y culturales que son causa de los actos de violencia de género", sentenció la docente.

El motivo de la reunión fue claro: visibilizar el problema de las violencias machistas a las que todas las mujeres se enfrentan a diario, "basadas en fundamentalismos religiosos, políticos o económicos que sostienen las venas del patriarcado, por el que corre el capitalismo, neoliberalismo o cualquier justificación religiosa-moral", continuó la profesora. Sin ir más lejos, el mismo caso de Juana Rivas, les sirvió para ejemplificar los cambios que establece el pacto de Estado contra la violencia de género, uno de los temas centrales que se tocó en la tarde de ayer en el Antiguo Instituto. Un pacto que, según las feministas, permitirá que se "revise el caso de tutela al haber violencia de género, entre otras nuevas consideraciones", expuso González. Líderes y partidos políticos sellaron un acuerdo que "nada tiene que ver con la ley de igualdad de género. Nace para atender una situación de crisis ineludible" y que sirve para que "la violencia de género no se vea como algo anecdótico, sino como algo sistemático y arraigado".

Lara Alcázar, por su parte, hizo mención a la "ética del confinamiento de las mujeres impuesta por el sistema", una llamada a mujeres y hombres a la "acción-revolución", para acabar con la "cultura del silencio y del miedo", en donde las mujeres "somos el cuerpo de la opresión". El mito de Casandra fue otro de los puntos tratados como: "la ilustración básica del repudio de la mujer, del hecho de no ser reconocido ni como persona", en una sociedad en la que "la mujer es un apéndice más del hombre, sin posibilidad de establecer redes, ni tener credibilidad social", prosiguió Alcázar. Bajo el lema de "las mujeres somos una clase política", las ponentes llegaron a la conclusión de que "acabar con la cultura de la violación pasa por crear una cultura basada en el consentimiento". Ya que éste "no se compra con el anillo de casada", finalizó la líder de "Femen", el movimiento que se define como "feminista, ateo y contra las dictaduras y la industria del sexo".