"Un verdadero expolio". A Ignacio Abella, investigador y una de las voces más autorizadas en materia de estudio y conservación de los tejos asturianos, no le tiembla el pulso a la hora de denunciar lo que está pasando en muchos montes asturianos e incluso de la vecina León. "Existe un auténtico tráfico de ejemplares para transformarlos en bonsáis, y detrás de ese tráfico hay muchos intereses, desde especular hasta blanquear dinero, es como una mafia".

Tal y como denuncian los conocedores del mundo del tejo, en torno a esta especie se han creado auténticas tramas de personas que ven en una actividad tan singular como la de extraer árboles protegidos de la naturaleza un buen modo de ganar dinero abundante, fácil y en poco tiempo. Su modus operandi es elaborado. "Sabemos que hay sitios, especialmente en la sierra del Aramo, a la que llegan individuos en motocicletas de montaña a buscar los ejemplares que podrían convertirse en bonsáis. Una vez que los localizan, los marcan. Después, otras personas acuden y los arrancan, y otros se los llevan y tratan de recuperarlos para venderlos como bonsáis", explica Abella.

Los ejemplares que se sacan de la naturaleza son "los que menos han crecido, árboles que porque han sido comidos por la fauna, o porque viven en entornos de difícil crecimiento, han pasado muchos años sin apenas desarrollarse", apunta el experto. De este modo, quienes arrancan el árbol de forma ilegal -puesto que se trata de una especie protegida y su objetivo es el de lucrarse- obtienen en poco tiempo "un bonsái de más de 200 años que puede llegar a alcanzar precios desorbitantes". Eso, si logran recuperar el árbol, puesto que "un 50 por ciento de ellos se mueren en el intento", denuncia Ignacio Abella.

Los texos que se obtienen de este modo "pasan desapercibidios muchas veces para la guardería de Medio Ambiente", habida cuenta de que "nacen en matorrales y zarzas, y si se trata de una zona de abundacia de fauna, los van pastando de forma periódica y no los dejan crecer", indica el investigador. De tal manera que sólo el ojo experto podría detectar dónde está creciendo uno de estos ejemplares y, en su caso, su ausencia. "Cuando ves un hueco en el terreno, puede haber sido de un matorral o de otra especie, si no sabes que había un tejo creciendo en ese punto es difícil detectar el expolio", alerta el experto. Y el problema no es sólo el del "robo" de una especie protegida. El mayor problema reside en que, quienes ponen en marcha esta práctica "están robando también el futuro de la especie, están impidiendo que esos árboles, si se dan en el futuro las condiciones ideales, se desarrollen y formen tejedas de valor ecológico incalculable, de las que apenas hay en Asturias", lamenta Ignacio Abella.

El problema "nos consta que es conocido por el Servicio de Protección de la Naturaleza de la Guardia Civil (Seprona), y sabemos que están detrás de personas en concreto", sostiene el investigador. Para Abella, se trata de una cuestión "muy desconocida" y a la que quizás no se presta toda la atención deseable desde las entidades públicas, con el fin de erradicar unas conductas que "hipotecan el futuro natural y acaban con nuestro patrimonio".

El tejo que se recupera desde el pasado mes de marzo en el Jardín Botánico se corresponde precisamente con una de esas acciones, si bien en este caso el ejemplar había sido sometido a podas destructivas en la propia naturaleza para tratar de convertir el árbol en bonsái sin salir del monte. Una "salvajada", coinciden los expertos.