Llegó a la cita muy elegante, con su chaleco azul de pluma, camisa blanca... Arturo siempre ha tenido muy buen gusto para vestirse. De lejos parecía un chaval. Y pensaba yo que además de un excelente actor es un ciudadano ejemplar; nunca un escándalo, ni social ni económico; lleva una vida discreta, ¡ah!, y debe de pagar sus impuestos religiosamente.

- Ante todo, felicidades, es su santo...

-Gracias, pero mi santo es todos los días; yo no le doy importancia a esas cosas.

- ¿No se cansa de tener éxito?

-No, el éxito nunca sabes dónde está, puede durar mucho y en unos sitios se puede producir uno grande y en otros menos, pero de las cosas buenas nunca te cansas.

- ¿Y de ganar dinero?

-A mi edad lo que menos me interesa es el dinero; en otro tiempo sí, lo quería para estabilizarme en la vida y tener seguridad, ahora no me preocupa.

- ¿Duerme usted en la nevera? Lo digo por su conservación.

-Duermo muy bien porque soy un hombre tremendamente feliz. Siempre lo he sido.

- ¿No le preocupa nada?

-Hay algo que me empieza a preocupar porque no soy ningún inconsciente, y es que la vida cuando más la deseas es cuando menos tiempo te queda.

- ¿Dónde guarda el ingenio?

-No lo tengo, eso creo.

- La próxima semana estrena en Valladolid, once días en cartel, y de ahí a Madrid, ¿no es demasiado para su edad?

-No, eso es parte de la felicidad de mi vida. A lo largo de los años, volver a los lugares donde trabajé, a los escenarios donde me aplaudieron, es muy agradable.

- Asturias tiene una deuda con usted... Pida lo que quiera.

-No, todo lo contrario, nunca estaré suficiente agradecido a Asturias por todo lo que me ha dado, empezando por la prensa, no tengo palabras para ella; siempre me ayudó.

- ¿En qué ha invertido su fortuna?

-No lo sé. Siempre ha estado en manos de las mujeres, en este caso de Carmen.

- ¿Quiere que hablemos de política?

-No. Ya hablan por mí, y de mí. Pero estoy un poco desorientado con Oviedo; este año no puedo ir. Me sorprendió cuando hace meses llamé para hacer mi plan de verano y me dijeron que ya tenían completo el programa. Llevaba cincuenta años formando parte de las fiestas de San Mateo.

- Pero en escena sí habla de política, hace ironía de Podemos y le interrumpieron los aplausos...

-Cierto, pero lo curioso es que ocurre en todos los sitios, y yo me pregunto ¿quién coño los ha votado?

- Obviamente los que no van al teatro. Oiga, ya no está Victorón...

-Lo echo mucho de menos, las cosas son distintas cuando se van los amigos que tanto has querido.

- Vaya trío: Victorón, Arturo y Ladis. Recuerdo un almuerzo célebre, los cuatro.

-Me ha nombrado a dos amigos que se han ido y la felicidad va bajando.

- ¿A qué dedica usted el tiempo libre?

-A admirar a las mujeres, lo guapas que son. Eso lo heredé de mi juventud.

- ¿Cuál es su secreto... tal vez la cirugía?

-No, nunca; ya he dicho que soy un hombre feliz y eso se trasluce en todo, no hay nada que me quite el sueño.

- Su infancia no son recuerdos de un patio de Sevilla, sino ¿de qué?

-De todas las calles de Gijón, de edificios que ya no están, de la playa de San Lorenzo, donde mi madre se asomaba a la barandilla para ver si había ido a la escuela o estaba jugando al fútbol. A Gijón lo tengo siempre conmigo, también a Asturias. Las personas que llevamos casi setenta años fuera de nuestra tierra vemos a Asturias de otra manera, esa gran rivalidad que existe entre Gijón y Oviedo sólo la vivimos respecto al fútbol, y ahora después de catorce años van a enfrentarse el Sporting y el Real Oviedo, y eso es una gran fiesta. Espero que ese partido se resuelva con orden y que gané el mejor.

- ¿En el escenario no le da la risa? Dicen que es muy contagiosa.

-Sí, en esta comedia concretamente me tengo que aguantar la risa con frecuencia y también le pasa a la actriz, Carmen del Valle. Es que el mío es un personaje completamente pirado. Es un hombre que se salta todo a la torera, hay que tener mucho valor para decirle a su mujer, después de cuarenta años, que se va a casar con otra, y esa otra es una puta. Hay frases en que no me puedo contener.

- Bien, hasta el año que viene, Arturo.

-Si Dios quiere y usted que lo vea.