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EDUARDO NÚÑEZ | Archivero municipal

"La obra de la Torre del Reloj se planificó mal y de ahí los problemas del Archivo municipal"

"La principal dificultad viene por aquella obra hecha con criterios sólo culturalistas: la dispersión de nuestros depósitos"

Eduardo Núñez, ayer, poco antes de su charla. JUAN PLAZA

El Club LA NUEVA ESPAÑA de Gijón recuperó ayer sus actividades con una charla del archivero municipal, Eduardo Núñez Fernández (Mieres, 1958). Licenciado en Historia por la Universidad de Oviedo y autor de importantes libros sobre su actividad profesional ("Organización y gestión de archivos", por ejemplo) es archivero desde hace veintiocho años. El acto convocado por el club que coordina Luis Miguel Piñera estaba justificado: la Torre del Reloj, en Cimavilla, se convertía hace veinticinco años en la sede del Archivo municipal gijonés, donde se custodia un notable fondo documental.

-¿Qué función cumple un archivero municipal?

-Organizar el archivo, que empieza por las transferencias desde las oficinas municipales. Es decir, organizar toda la documentación administrativa, histórica. Hay que atender al Ayuntamiento o a los ciudadanos, que acuden con frecuencia a los archivos para su gestión diaria. Y, después, a los investigadores. Con la aparición de los archivos electrónicos se nos ha dado gran importancia en materia de gestión de los documentos electrónicos. En el caso de Gijón, hemos hechos más cosas: se ha creado una biblioteca, una hemeroteca o un archivo de imágenes, todo especializado en la ciudad. Son cosas que dan valor añadido a aquel archivo municipal inicial formado por documentos generados por la Administración local. Aquel que se imagina que un archivero es alguien que ve cómo crece el polvo tiene una visión errónea. Posiblemente hubo custodios de telarañas, pero también otros que han trabajado muchísimo. Un ejemplo fue Palmira Villa.

-¿Los archivos municipales son fundamentales para saber de dónde venimos, qué somos, incluso para la identidad de las ciudades?

-No diría tanto. El fondo municipal, si se investiga, aporta muchas cosas. Ahora bien, no somos la fuente única. Es un punto de referencia para el conocimiento de la historia de una ciudad o de un municipio.

-¿El traslado del archivo a la Torre del Reloj, del que se cumplen veinticinco años, fue beneficioso para el fondo municipal?

-La Torre era un símbolo de la recuperación del archivo, que había pasado por una situación bastante lamentable, sobre todo después de la marcha de Fernando Díaz Blanco, secretario del Ayuntamiento. El archivo entró en un proceso de decadencia. Ni siquiera se cubría la plaza de archivero. Hay que esperar a los primeros Ayuntamientos democráticos. Y es que, además, se convierte en un derecho constitucional. En ese contexto, la Corporación se anima, alentada por las élites culturales de la ciudad, a recuperar el archivo municipal. Empieza en 1987, con la creación de la plaza de archivero y el proyecto de la Torre del Reloj, edificio que se ocupa en 1992. Es un hito, pero el archivo viene de más atrás y continuará. No hubo una buena planificación de la obra de la Torre del Reloj para que albergara el archivo. Se queda pequeño.

-¿No hay proyectos para ampliar esos espacios?

-En un principio, no. Si está pensando en la Escuela de Comercio, lo que allí irá es una biblioteca. El archivo municipal tiene sus propios problemas.

-¿Cuáles son?

-Uno de los principales es un problema que se reproduce por aquella falta de planificación: la dispersión de depósitos. Es un tema fundamental, que no es de ahora. La Torre del Reloj se diseñó bajo criterios culturalistas; es decir, el edificio se planificó como un lugar para acoger fondos históricos y con ello producir cultura. Pero un archivo municipal nunca ha sido eso. La primera función es la gestión interna y externa. El 85 por ciento de las consultas que se hacen en un archivo de este tipo, en toda España, tienen que ver con licencias de obras y apertura. Dicho esto, la concepción de la Torre del Reloj fue corta de miras porque no se evaluó realmente cómo era el fondo municipal. ¿La causa? Posiblemente que no se consultó con ningún archivero, porque en aquellos años no lo había. Se quiso recuperar un edificio histórico y darle una utilidad. La consecuencia es esa dispersión.

- Más de doscientos mil documentos, el más antiguo de fechado hace más de quinientos años. ¿Cuáles son las "joyas" del archivo?

-Ese documento de 1507 es, evidentemente, notable. Se trata de un documento notarial relacionado con las sepulturas de la iglesia de San Pedro. También el primer libro de actas, que es de 1560. A partir de ahí, es que todos los documentos de archivo son únicos, singulares. En este tipo de fondos, los libros de actas o los documentos de hidalguía son siempre relevantes. Y el Catastro del Marqués de la Ensenada, que se hizo en toda España; los registros civiles; las actas de inspección de buques, que son importantes para la investigación internacional, con listas de pasajeros.

-¿Y qué parte de los fondos documentales lamenta más haber perdido?

-La Guerra Civil no provocó destrucción de documentos por sí misma, pero hay expurgos hechos por la propia Administración que van desde el siglo XIX al principios del XX. Por ejemplo, los padrones. Es una documentación valiosísima de la que no dispones. ¿Lagunas importantes? Pues ese tipo de casos. Evidentemente, si nos remontamos al siglo XIII han desaparecido documentos importantísimos. Por ejemplo: Gijón se funda por una carta puebla de Alfonso X pero no se conoce el paradero del documento, que posiblemente esté destruido. Empezamos por ahí. Hay casos que cita Jovellanos. Ahora bien, de manera sistemática, pues los expurgos a los que me he referido. Y la destrucción, asimismo, por las inundaciones de la planta semisótano de las Consistoriales. Ahí hubo inundaciones importantes en los años sesenta y setenta. También se perdió documentación en los antiguos Juzgados. Y los archivos especiales.

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