Muchos en Gijón tienen perro en su jardín, pero ellos tienen a tres jabalíes. Y no por voluntad propia. Como si de unos habitantes más de la casa se tratasen, tres suidos -"dos grandones y uno más bien mediano"- visitan su domicilio "una de cada dos o tres noches". Y no se cuelan hasta la cocina porque no pueden. Ahí se quedan, junto a la puerta de entrada, rondando la piscina o en la misma terraza donde muchos días comen. No sin antes dejar el prao hecho unos zorros.

"¿Cómo vamos a estar tranquilos? Estamos con miedo", asegura José Antonio Franco, vecino de La Providencia. Pero, más que por ellos, por sus cincos nietos, que con frecuencia pasan el día y la noche en la casa de sus abuelos. "Te revuelven toda la finca, te la despedazan. Llegan hasta delante de casa, no tienen problema alguno. Incluso se ponen junto a la piscina o van al tendejón donde comemos fuera. El problema es que tenemos cinco niños por casa muchas veces y al oscurecer no los dejamos salir por los jabalíes. Y, aún así, salen y tenemos miedo de que algún día pase algo", asegura Franco, que ha tocado en la puerta de las administraciones local y autonómica sin éxito.

De puerta en puerta

"He ido al Ayuntamiento de Gijón, y me ha remitido a la oficina comarcal del Principado. He llamado y me dieron un teléfono para hablar con la gente de Caza y Pesca. Allí me contestaron que me llamarían, pero nunca lo hicieron. Al mismo tiempo me remitieron a los guardas de Gijón, y ellos aseguraron que no podían hacer nada", narra, desesperado, este vecino de La Providencia, que vive junto a la carretera general que conecta este barrio con la ciudad, a menos de tres kilómetros de la zona urbana.

"A todos les dije que tengo cinco nietos pequeños y que, aunque les prohibimos salir al oscurecer, son niños y no podemos atarlos. Incluso les relaté que conocemos el caso de alguna persona que, para curarle las heridas causadas por el jabalí en un pierna, tenía que ir cada poco al hospital a ponerse unas vacunas. Aún así tardó más de siete meses en recuperarse", denuncia José Antonio Franco, que agrega: "Les dejé bien claro que si pasa algún día una desgracia, les responsabilizaré".

Más allá del riesgo de que entren a su casa, también hay peligro de accidentes en la contigua y transitada carretera a La Providencia.

"La finca está cerrada con un mato, pero pasan con facilidad. Están en la misma puerta: te asomas de noche y los ves en la terraza, tranquilos sin miedo ninguno. Llevo como un año reclamando que alguien venga a aquí y hagan algo. Pero aquí todos se lavan las manos", sentencia, en tono de indignación, este vecino de La Providencia. Su voz no es la única que se levanta en Gijón.