"Fidelidad, hondura espiritual, coherencia, constancia, espíritu de sacrificio y con una memoria prodigiosa". Así recordaron ayer en el colegio de la Inmaculada al jesuita Gumersindo Treceño Llorente, que dedicó 71 de sus 104 años de vida a este colegio y que falleció en Salamanca el pasado 15 de octubre. Fue este sacerdote un ejemplo de "bien y buen hacer" que destacó más "por sus obras que por sus palabras" cuidando y supervisando, año tras año, a numerosas generaciones de alumnos en el centro educativo.

Las loas a Gumersindo Treceño, consiliario de la Asociación de Antiguos Alumnos de la Inmaculada, las pronunció el también jesuita Inocencio Martín Vicente, que ofició una misa en su recuerdo acompañado por los jesuitas José Manuel Peco y Manuel Rodríguez Carrera. Martín Vicente compartió con los asistentes a la homilía su último encuentro en Salamanca con el padre Treceño. Fue el 22 de agosto. "Estaba jugando al dominó junto a otros tres compañeros y dominaba la escena, a uno le decía, 'no pongas esa ficha ahí que me ahorcas' o a otro le recordaba 'sal que te toca a ti'; estaba feliz y contento", confesó Martín Vicente aunque no fue su única revelación al respecto.

Tras pasar 71 años en el colegio de la Inmaculada, y consciente la Compañía de Jesús de su centenaria edad -a pesar de ello estaba bien de cabeza y piernas-, se optó por trasladarle a Salamanca. Lo único que apuntó Treceño fue que "allí hay buenos tránsitos para pasear". Con el himno del colegio se pidió a su virgen de la Inmaculada que le acogiese bajo su manto.