Las puertas del "Diañu Risón" se abrieron ayer por última vez, justo en el umbral de las tres décadas de servicio. Es un cierre tan forzoso como inesperado para quienes desde el 28 de agosto de 1988 contribuyeron al divertimento colectivo con sus lecheras de calimocho y la diversa maquinaria lúdica que hizo disfrutar a varias generaciones de jóvenes -en su última época al billar, el futbolín, los petacos y dardos.

El bajo de la calle La Merced vivió su época dorada en los 90, siempre de la mano de Ofelia Mier y sus hijos Eladio y Nicolás Victorero. Con primor preparaban las degustaciones de una clientela fiel que se queda sin uno de sus referentes de la noche.

En el recuerdo quedan ya las bacinillas de porcelana de dos litros de cerveza o sidra que engullían con pajitas y "costaba moverlas" y las lecheras de calimocho. ¿Con mora o sin mora? Es la pregunta del millón al hablar de la mezcla de vino y cola. "A fuerza de pedirlo los clientes, terminados sirviéndola y ahora el 95% de las lecheras de calimocho llevan mora", asegura Eladio. Atrás quedan muchas horas detrás de la barra, viendo crecer a generaciones enteras de jóvenes que mantenían su fidelidad. Madre e hijo coinciden en los buenos momentos se agolpan en el último brindis del Diañu.