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Desarrollan en Gijón la primera impresora de comida en tres dimensiones

Prodintec elabora un instrumento tecnológico para la alta cocina y también para su uso en comedores en el que colabora el cocinero Marcos Morán

Gijón fabrica una de las primeras impresoras de comida del mundo

Gijón fabrica una de las primeras impresoras de comida del mundo

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Gijón fabrica una de las primeras impresoras de comida del mundo Luján Palacios

A la imaginación ya se le puede echar un bocado. Prodintec ha diseñado en Gijón la primera impresora en tres dimensiones de comida, un paso más en la denominada bioimpresión que permitirá experimentar con nuevas formas de creación culinaria.

Por el momento el proyecto cuenta con el aval del cocinero Marcos Morán, del restaurante Casa Gerardo, con una estrella Michelin, que no ha dudado en participar en el desarrollo de la impresora. "Ya hay algún colega que ha hecho algo en este sentido y la verdad es que me apetecía probar, el mundo tecnológico que nos viene es completamente nuevo y hay que empezar a darle vueltas a las nuevas aplicaciones", resume el chef.

La impresora en 3D se fundamenta en lo que los expertos llaman tintas, que en el caso de los alimentos son todos aquellos fluidos susceptibles de ser "impresos", es decir, de darles forma con la textura adecuada para que cuajen sobre el plato. Tal y como explica Alejandro Fernández, coordinador del área de bioprinting de "los equipos se pueden personalizar el función de las tintas y de las aplicaciones que se les quieran buscar", así que el campo de la alimentación fue una opción más porque "tiene sentido, se trata de dar valor añadido a lo que imprimes, no estamos hablando de una función seriada sino de una utilidad única en cada caso", asegura el experto.

Así en el caso de la impresión de comida se está trabajando en dos campos diferenciados: por un lado en la alta cocina, en la que la presentación de los platos tiene una alta importancia. La fabricación aditiva permite dar forma casi a cualquier diseño, previa programación informática y tras analizar las texturas, temperaturas y posibilidades de cada fluido, a la sazón de cada ingrediente con el que se vaya a imprimir.

Por otra parte, los expertos de Prodintec están explorando nuevas posibilidades para sacar el máximo partido a la impresión de comida. Lo resume de forma muy gráfica Alejandro Fernández. "A muchos niños pequeños no les gustan los purés de verdura. Pero si se los damos con forma de dinosaurio la cosa cambia. Y también podría funcionar con gente mayor", sostiene. De este modo, la impresión de comida podría ser un buen aliado en los comedores infantiles o en los centros geriátricos, como "complemento para la alimentación, para hacer más atractiva la comida y ayudar a mejorar la nutrición".

Prodintec está buscando aliados en el campo nutricional para desarrollar las "tintas", los alimentos susceptibles de ser impresos. Así, el laboratorio gijonés se ha convertido en un improvisado banco de pruebas con gelificantes y texturizantes para dar forma a los alimentos en el plato: desde los lácteos hasta los purés o gominolas con diferentes sabores e incluso con un toque de licores alcohólicos: todo es susceptible de ser fabricado de forma aditiva.

La idea de futuro es la de poder democratizar el uso de las impresoras en tres dimensiones, pero siempre con un contenido que aporte valor añadido, en el marco de un trabajo interdisciplinar para desarrollar los ingredientes de la forma óptima. Marcos Morán lo tiene claro: "es un prototipo y aún es difícil trasladarlo al restaurante, porque siendo honestos no podemos repercutir los costes en los clientes". Pero asegura que "es el futuro y acabará totalmente integrado en los fogones". Para comérselo a bocados.

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