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María Amelia D´Aubarede González | Restauradora de muebles y antigüedades

"Mis hijos son mi absoluta prioridad, como mis manos o mis piernas"

"Las antigüedades no están pasadas de moda, lo que pasa de moda es una casa llena de antigüedades; lo que se lleva es la mezcla"

María Amelia D'Aubarede González, en su taller. Juan Plaza

Es una mujer sencilla y sincera, comunicativa; dueña además de una personalidad arrolladora. Apasionada de su trabajo y de su familia, reconoce que su papel de madre la llena por completo.

- ¿Usted quién es?

-Nací en Gijón (1970), tercera de cuatro hermanos. Soy una persona trabajadora, muy extrovertida, pero vergonzosa, no tímida, no me gusta llamar la atención. Utilizo mucho la sensatez. Estoy casada desde hace 21 años con Ángel Aznárez y tengo dos hijos, una chica de 19 años y un chico de 17.

- He observado que tiene los apellidos invertidos...

-Fue cosa de mis hermanos, ya que siempre los conocieron laboralmente por D'Aubarede. Le pedimos permiso a mi padre para cambiarlo y no le importó. D'Aubarede es un apellido único en España, y daba pena perderlo.

- ¿Cómo fue su formación?

- Después de ir a un colegio del Opus al final me rebelé. Tuve una adolescencia bastante rebelde. Creo que no me supieron entender. Estudié COU en Estados Unidos y después Marketing y Publicidad en La Coruña. De estados Unidos volví cambiada. Al terminar me contrataron en este periódico, LA NUEVA ESPAÑA, para trabajar en el departamento de publicidad, lo que supuso un antes y un después en mi vida. Venir del Opus Dei y meterme en un periódico y codearme con todo el rojerío gijonés, aparte de ser muy divertido, me marcó. Fueron unos años que nunca olvidaré.

- ¿Cómo fue su encuentro con las antigüedades?

-Una amiga mía tenía una tienda, El Arco, de esa especialidad. Estuve un año metida en el taller; me sedujo el olor de los barnices, las ceras y las pátinas y a partir de ahí empecé a hacer miles de cursos para formarme y llegar donde estoy ahora. Me gustó este mundo y monté mi propia casa, buscando piezas por mercadillos y anticuarios, muy despacio, muy poco a poco. En 2010, un día me encontré con Ana Corcobado, que, aunque teníamos una relación casi familiar, ni imaginábamos el punto creativo de ambas. Hablamos y, al estar las dos sin trabajo, restauramos una silla para una tienda de Gijón y a partir de ahí decidimos abrir un negocio y nos fuimos a Francia para comprar material. No pedimos un crédito a nadie, empezamos poco a poco, con una caja de herramientas prestada y un cañón de calor porque en esta nave hace mucho frío.

- ¿Fueron duros los inicios?

-Empezamos haciendo trueques. El primero fue nuestra página web "Punto Retro". Vendemos on-line y también muchas veces a través de las redes sociales.

- Las antigüedades parece que están pasadas de moda...

-No, lo que está pasado es una casa llena de antigüedades. Lo que se lleva es una mezcla. En esas casas supermodernas, con una iluminación espectacular, de repente le pones un mueble victoriano y el efecto es grandioso. Y si al lado le colocas unas sillas de tubo de acero la mezcla es explosiva.

- ¿Ikea hace daño?

-No, en absoluto, son dos mundos distintos. Ikea es el uniforme, el low cost, y nosotros tratamos de ser la pieza única.

- ¿Hacia dónde miran?

-Casi siempre a Francia. Hicimos alguna incursión en Alemania, pero mayormente vamos a Francia, rodando. Alquilamos una furgoneta y metemos en ella todo aquello que nos parece interesante.

- A usted, ¿qué estilo le gusta más?

-El de los años 20 y 50, sobre todo el del 20, el art déco, el modernismo.

- ¿No se agotan los filones?

-No, los franceses nos llevan mucha ventaja. Los ayuntamientos facilitan a la gente, lo que ellos llaman un "vide grenier", es decir, una oportunidad de vaciar el desván. De este modo, las cosas que tú no quieres te puedes deshacer de ellas llevándolas a unos mercadillos maravillosos los fines de semana. La gente mayor tiende a desprenderse de equipaje. Pero no se tira nada, todo se recicla; lo hacen desde muchos años. También vamos a las subastas y en ellas te puedes encontrar con una señora vestida de Chanel de arriba abajo y al lado un pobre hombre; eso lo llaman "chiner", buscar gangas. Es una tradición. Van en busca de una pieza única que tiene su historia, ha pasado de mano en mano y que tal vez viene de un "chateau" o de una celebridad.

- En un sector como el suyo, ¿cómo se afronta la crisis?

-Reduciendo el presupuesto, como todo el mundo.

- Cambiemos de tema. ¿Cómo conoció a su marido?

- En el periódico. Ángel escribía en LA NUEVA ESPAÑA y vino a entregar un artículo; poco después yo fui a su despacho a darle unas entradas para un concierto. Además aparcábamos los dos en el mismo garaje... Y un día me invitó a cenar.

- ¿Qué papel desempeña cada uno de ustedes en la educación de los hijos?

-Ángel se involucra poco porque es una persona que está continuamente estudiando, leyendo y trabajando. Él me deja hacer, así que básicamente la que peleo con ellos soy yo; son mi absoluta prioridad, como mis manos y mis piernas. Son buenos chicos. Y Ángel y yo nunca nos contradecimos.

- ¿A quién se parecen?

-Tienen mucha mezcla. Inés es muy Aznárez, incluso de carácter, y Ángel es más parecido a mi casa. Tiene los ojos de su abuelo Guillermo, pero también cosas de su padre. De carácter es más parecido a mí.

- ¿Quién ha sido su maestro en la vida?

-Mi padre. Fue un señor, noble y trabajador. Se pasó toda la vida luchando por sus cuatro hijos. Lo recuerdo todos los días y lo que soy se lo debo a él.

- ¿Qué sueño le queda por realizar?

-Mi sueño son mis hijos, soy un puente para ellos. Pero aparte, ojalá el negocio tire para adelante y logre montar mi escuela. De momento tenemos seis alumnos, empezamos a dar clases de restauración el año pasado. Pero no estoy sola en esto, sino que lo comparto con Ana.

- ¿Con qué se le parte el corazón?

-Con el sufrimiento de los niños.

- Si volviera empezar, ¿qué rectificaría?

-Me hubiera gustado formarme mejor para desarrollar este trabajo, pero mi pasión la descubrí tarde. Pero peleo y peleo y no tiro la toalla.

- ¿Tiene tiempo para dedicarlo al deporte?

-Sí, me encanta la bicicleta, pasear, el mar y los baños, también el esquí y la montaña. Siempre he sido una persona muy deportista.

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