La estampa otoñal fue completa. Para cuando los primeros visitantes llegaron al Museo Evaristo Valle, el suelo era ya un manto polícromo de hojas que se habían desvanecido de los árboles. Marrones, amarillos, verdes, rojos y naranjas se fusionaban bajo las pisadas de quienes, un domingo otoñal, quisieron conocer la finca "La Redonda", recientemente declarada Bien de Interés Cultural en la categoría de Monumento.

Tampoco quiso faltar la lluvia, acompañada de sus inherentes paraguas, que no consiguió robar ni una pizca de esplendor al recorrido, una visita guiada organizada por la institución museística por un jardín que pareciera pintado por el propio Valle.

Un parque escultórico inmenso y más de un centenar de especies vegetales se congregan en el jardín histórico del Museo, del que William Perlington McAlister, vicecónsul de Inglaterra que vivió en él, puso sus primeras semillas a finales del siglo XIX en un ejercicio de clarividencia único en el que "imaginó cuál sería el resultado final, aún sabiendo que ni siquiera viviría para verlo", como relató Jorge Mola, educador de la institución y elocuente guía de la visita.

El conjunto se presenta dividido en un jardín típicamente inglés y otro francés, entre los que se trufan obras escultóricas de multitud de corrientes y materiales, lo que da al lugar una grandeza expositiva sin parangón.

Obras de Legazpi, Christa Beissel o Carmen del Castillo, comparten espacio con Raquel Cohen, Pablo Raojo Bodo Rau o Joaquín Rubio Camín, "uno de los artistas más importantes de la historia de Asturias, pero también uno de los menos valorados", analizó Mola.

Un penitente Quijote, desnudo, bajo un árbol esperando a su Dulcinea, se funde con una Cirene; un Fauno y un Espinario traídos por la sobrina de Evaristo Valle de Venecia en su viaje de bodas o los "Contenedores del tiempo", de Fernando Alba, que la lluvia tuvo a bien inundar con su incesante caer en el día de ayer.

Una lluvia que, durante décadas, hizo crecer en el conjunto museístico los árboles que dan color y vida al jardín histórico. El armazón lo forman los "árboles sagrados" de distintas culturas, como el tejo en Asturias, el sugi en Japón o el pehuén o araucaria en Chile. Junto a ellos, acebos, bambúes, palmeras, castaños de indias, cedros del Líbano y del atlas e incluso bonsáis.

Sin embargo, no toda la significación del jardín está al alcance la vista, del tacto, del olfato. Hay mucho más allá de las esculturas, los árboles o las fuentes, que hace que el jardín histórico del Museo Evaristo Valle se haya conformado en el imaginario popular como uno de los rincones que más fascina de la ciudad. Un recoveco, "La Redonda", que hace completo honor a su recién estrenado reconocimiento como Bien de Interés Cultural gijonés.