Es una de las entidades socioculturales asturianas de mayor solera. Fundada en 1881 y con etapas en las que tuvo un fuerte apoyo de la burguesía industrial e ilustrada gijonesa (de Magnus Blikstad a los Felgueroso), no siempre atravesó momentos plácidos. El más crítico comenzó con la entrada de las Brigadas Navarras en Gijón y la derrota republicana. Pocas semanas después, el 27 de noviembre de 1937, las autoridades golpistas ocupaban la sede ateneísta y se incautaban de sus bienes. También de la importante biblioteca, expurgada a fondo. Y en marzo del año siguiente, un incendio (qué casualidad) arrasaba aquel edificio que simbolizaba anhelos republicanos y de una vida ciudadana más culta y libre. Con aquel fuego se abría la posibilidad, además, de ajustar reformas urbanísticas largamente pospuestas.

Los herederos de esa tradición ateneísta recordaron ayer, en el Muro y junto al monolito dedicado a resumir esa parte de la historia del Ateneo Obrero, los ochenta años de aquella expoliación. Su presidente, Luis Pascual, recordó las muchas actividades que se desarrollaban en las cuatro plantas de aquella sede instalada en las llamadas Casas de Veronda, junto a las calles Ezcurdia, Juan Alonso, Eladio Carreño y frontera con el Muro. "No es nostalgia, sino recuerdo vivo", señaló, después de afirmar: "Los fines para los que fue creado el Ateneo -la enseñanza y la cultura- fueron truncados en 1937". Participaron en la rememoración la concejala de Cultura, la forista Montserrrat López, así como Orlando Fernández, edil de Xixón Sí Puede, y Aurelio Martín, portavoz municipal de IU. Depositaron unas flores rojas, amarillas y violeta junto a una placa que ha sufrido, según denunció Pascual, "la iras de gentes que no entienden lo de la democracia".

El Ateneo Obrero se refundó en 1981 y está a la espera de su traslado al edificio de la remozada Escuela de Comercio. El directivo Boni Ortiz recuperó, por su parte, el divertido diálogo "Antón y Pachín". Una pieza que el comediógrafo lenense Vital Aza (1851-1921) leyó el 12 de agosto de 1881, en la apertura de la primera sede del Ateneo Obrero, en la que hoy es calle de Linares Rivas. La historia recoge que, en tal ocasión, también habló Clarín.