"La gente se desanima cuando alguien muere, cree que se acabó todo, y no señor, hay que celebrar los misterios de la fe". El jesuita Santiago de la Fuente es el autor de esta frase y la pronunció en septiembre de 2016 cuando la Compañía de Jesús optó por trasladarle desde Gijón a Salamanca. Ayer fallecía en la ciudad castellanoleonesa a los 83 años, tras 65 como jesuita y otros 52 como sacerdote.

Santiago de la Fuente, nacido en Santa Eulalia de Tábara (Zamora) en 1933 llegó a Gijón como maestrillo al colegio de la Inmaculada en 1960. Estuvo dos años y después, con diversas funciones, recorrió diferentes ciudades de España como León y Salamanca así como otras europeas como Lovaina, en Bélgica, y Roma.

Regresó a Gijón 1987 como párroco de la Inmaculada, donde permaneció más de una década para asumir en 1998 las labores de administrador parroquial de Santa Olaya y de vicario en San Esteban del Mar, en El Natahoyo. Luego, en 2010, regresó al colegio de la Inmaculada, donde permaneció hasta 2016 como vicario parroquial. Fue ese año, en el mes de septiembre, el momento en el que la Compañía de Jesús, en la que ingresó en 1952, decidió trasladarlo a Salamanca.

Antes de partir disfrutó de una misa, presidida por Adolfo Mariño, en su iglesia de la Inmaculada donde multitud de feligreses se congregaron para despedir a este hombre "de pocas palabras y muchos hechos".