Lejos de la manida expresión de que en Asturias no hay afición a los toros, pese desde que 1888 miles de personas acuden a la plaza de toros de El Bibio -y antes en otros emplazamientos de la ciudad como Cimavilla o el paseo de Begoña- lo cierto es que, al menos, ha sido tierra en la que emergieron varios toreros de cierta trayectoria. Uno de ellos, quizás el que alcanzó mayor popularidad, fue el gijonés Bernardo Casielles que sirve también como ejemplo para desterrar la connotación ideológica que le cuelgan a la tauromaquia desde hace poco. Este matador de toros fue masón y estuvo afiliado en Izquierda Republicana antes de combatir contra los sublevados en la Guerra Civil. Una lidia que le costó el exilio en México, donde cosechó sus mayores triunfos vestido de luces.

Nació en Gijón el 25 de julio de 1895, en el barrio del Carmen. El empleo de su padre, trabajador del Ferrocarril del Norte, motivó su desplazamiento a Oviedo, la ciudad que luego le vería tomar la alternativa el 19 de septiembre de 1920. De joven, aunque practicó teatro juvenil, su pasión eran los toros y a ello enfocó sus esfuerzos. No fue un camino fácil, nunca lo es, y tuvo que exponer mucho desde el principio. La mejor forma para darse a conocer era, como se hacía antiguamente, saltar como espontáneo al ruedo. Lo hizo en fecha señalada, un 21 de julio de 1912, durante una corrida mano a mano con Manolete, padre, y Cocherito de Bilbao, que lidiaron aquella tarde toros de la ganadería del Duque de Veragua. A sabiendas del dicho "no hay quinto malo" -antiguamente era el ganadero el que decidía el orden en que salían al ruedo sus toros, y siempre dejaba para ese puesto al ejemplar en el que más confianza tenía- saltó desde el tendido. Logró dar tres pases de rodillas y ponerse en pie para rematar la tanda antes de saludar una ovación del público. Fue un primer paso hacia el triunfo, que le llegaría también de forma improvisada.

Ocurrió en la plaza de toros de Vista Alegre, en el madrileño barrio de Carabanchel, cuando estaba como sobresaliente. El espada titular sufrió una fuerte cogida que le imposibilitó volver al ruedo y Casielles se vio solo antes dos novillos de la ganadería de Tovar y otros dos Terrones. Su triunfo le permitió torear por muchas plazas españolas y sumar éxitos en el ruedo para terminar por doctorarse en Oviedo. Su padrino de alternativa fue "Saleri II" que le cedió la muerte del toro "Marqués", de la ganadería de Veragua. Cortó dos orejas y rabo. Más tarde confirmó alternativa en Madrid con "Fortuna" y Emilio Méndez ante toros del Marqués de Lleu. Cuentan que Casielles fue hombre tenaz, perseverante, de mucho genio y entre arrogante y presuntuoso. Aptitudes todas ellas para mandar en el toreo. Suerte distinta corrió su hermano Miguel, que trató de seguir sus pasos, aunque un toro de la ganadería de María Montalvo se interpuso en su camino un 19 de agosto de 1934 en la plaza de Tetuán de las Victorias al inferirle varias cornadas en el vientre de las que no se pudo recuperar.

También Casielles -como señala Antonio Fernández Casado, presidente del Club Cocherito de Bilbao- sufrió en Madrid una grave cogida sin consecuencia mortal. El torero gijonés llegó a torear con las principales figuras del momento, incluidos Joselito y Belmonte. Encadenó momentos de notable peso artístico en Sevilla que no llegó a rubricar con el estoque. En El Bibio toreó en dos ocasiones en 1922, los días 13 y 15 de agosto, en ambos casos con José Roger "Valencia I" y Pablo Lalanda, un día con toros de Albaserrada y al otro con reses de Peña Rico. "Casielles no hay duda de que adelantó mucho con la capa desde su última actuación en El Bibio; los lances con que saludó a su primer toro lo demostraron plenamente. Quieto, derecho y andando bien, dibujó seis verónicas de impecable estilo cuyo temple nos daba la sensación y sabor de torero grande, rematando con una revolera de puro clasicismo taurino que le valió la primera ovación de la tarde", constató "Fulano de tal" en el diario "El Noroeste". Pero la continuidad del triunfo le fue esquiva y puso rumbo a América.

Su paso por el continente americano, quizás por una mano negra que le impedía tener éxito en su país, estuvo marcado por los triunfos y por el amor. Toreó en México con Rodolfo Gaona y Juan Belmonte en 1922. Unos años después, según publica "El Noroeste" el 11 de febrero de 1925, fue detenido en el país hidrocálido tras enamorarse de una joven mexicana, Amparo Fuentes. El padre, millonario, denunció al torero y éste acabó pasando por prisión. Pero ante el amor que ella declaró que les unía, el juez dejó en libertad a Casielles. Pero no todo en él pasaba por la tauromaquia.

Realizó el servicio militar en el Regimiento de Infantería del Príncipe nº 3, a favor del cual llegó a torear una novillada en el patio del propio cuartel el 8 de diciembre de 1916, coincidiendo con la festividad del arma militar. Durante sus últimas temporadas fue intercalando los paseíllos con las reuniones de la masonería. Se inició en la logia madrileña hispanoamericana nº 379 del Gran Oriente español. Tras las pruebas pertinentes para hacer efectivo su ingreso, se inició en la masonería el 1 de junio de 1921. Con el tiempo fue escalando posiciones en los distintos grados en la jerarquía de la logia hasta convertirse en maestro masón en 1923. Luego, en 1926 se afilió al partido político Izquierda Republicana. Ya en tiempos de guerra, resultó herido de gravedad en el pecho por un cascote de metralla. Nada más recuperarse de las heridas regresó a primera línea de fuego y acabó siendo destinado a Barcelona para encargarse de la compra de material militar. Una vez perdida la guerra, durante la dictadura franquista fue condenado en 1944 por el Tribunal de Represión de la Masonería y el Comunismo a doce años y un día de prisión. Una pena que eludió al haberse exiliado a Caracas tras la derrota republicana. En Venezuela se ocupó de la explotación agrícola de su esposa mexicana hasta 1964, año en que decidió volver a su país. Desde entonces no perdonó un solo verano en su Gijón natal hasta su muerte, en 1983, en Colmenar Viejo. Después fue enterrado en Oviedo, donde tiene una calle a su nombre, en el cementerio de El Salvador.