El pintor madrileño Javier Torices (1968) inauguró ayer en la sala Aurora Vigil-Escalera una exposición presidida por dos de sus temas preferidos: el mar y los efectos de la luz en el agua. Es la segunda monográfica en la citada galería de este artista, con muchos devotos entre los aficionados asturianos por sus paisajes urbanos y su pintura marítima.

La crítica ha venido destacando de Javier Torices su virtuosismo técnico, aprendido en el taller de su padre, Ramón González. Ha logrado numerosos y prestigiosos primeros premios. Pocos discuten la pericia técnica con la que resuelve unas composiciones con las que es capaza de renovar géneros tan cultivados como el de la marinas. El artista encuentra en ese viejo tema una fuente de inspiración para dar curso, junto a sus sorprendentes juegos de luces, a una cierta renovación expresiva.

Autor que ha participado en numerosas exposiones indisviduales y colectivas, Javier Torices tiene obra en importantes colecciones. Algunos críticos sitúan la obra del madrileño en una corriente de línea hiperrealista, aunque una atenta contemplación de esa pintura permite enlazar muchos tramos de esos cuadros con unas muy personales y elaboradas soluciones pictóricas.