En sólo 200 metros Juan Fombona Braga pasó de la alegría a la desgracia la madrugada del sábado 2 de diciembre. Un ramo de flores y una vela recuerdan en la avenida Dionisio Cifuentes de Somió el brutal atropello que acabó con la "risa inconfundible y mirada de hombre bueno" de Fombás, gijonés de 38 años y vecino de la parroquia. Murió en la misma calle donde horas antes cenó, bailó y tomó copas con su pandilla. Pero lo más estremecedor del suceso es que, supuestamente, fue uno de sus amigos quien arrolló su vida al volante de un 4x4. Para más tormento, Álvaro A. S., en prisión provisional, se dio a la fuga, dejando a su compañero desde la niñez agonizando bajo la lluvia.

Una semana después del suceso que conmocionó a la ciudad, los interrogantes que quedan en el aire son muchos. Pero sólo el presunto homicida, que de momento guarda silencio, tiene respuestas. La única vez que salió de su boca una palabra fue el pasado domingo: dijo a la Policía Local que no recordaba nada de lo ocurrido aquella fatídica noche. Todos bebieron bastante y Álvaro cogió el coche, un BMW X5, con el que arrolló a su amigo segundos después de encender el contacto. Sucedió en una recta, pasada la iglesia de San Julián. La investigación apunta a que Fombona no recibió un golpe, sino que el vehículo le pasó por encima.

¿Puede una persona, aunque conduzca bajo los efectos del alcohol, no recordar un suceso tan impactante? Parece incomprensible. Algunos especialistas opinan que puede olvidar qué cenó, con quién bailó o hasta en qué bar estuvo, ¿pero que atropelló a un amigo al que acababa de despedir a la puerta de un pub gijonés? Los expertos no lo ven tan fácil. La Policía busca respuestas, tratando además de dilucidar si fue un homicidio imprudente o intencionado, motivado por algo que se escapa al entorno. Entre uno y otro, hay penas de seis años de cárcel de diferencia. Sobre Álvaro pesan también el delito contra la seguridad vial por conducción bajo el efecto de bebidas alcohólicas y el delito de omisión del deber de socorro.

Mientras, en Somió, comerciantes y hosteleros cierran filas con las familias, no queriendo añadir más sufrimiento con detalles de la tragedia. Juan Fombona, que vivía con sus padres (Ovidio Fombona y María Luisa Braga) y trabajaba como auxiliar en la farmacia de sus hermanos en El Llano, llevaba tiempo sin salir de fiesta. Y el injusto destino quiso que aquel sábado que volvió a salir fuese su último baile.

La familia, que se deja ver algo por el barrio, está destrozada. Al igual que sus amigos: un día se despiertan sabiendo que Fombás está muerto, y al otro, que su compañero Álvaro está detenido. Dos golpes emocionales, casi seguidos, difíciles de digerir. El presunto homicida está desde el lunes en prisión. Aunque negó los hechos, todas las pruebas apuntaron desde el principio en la misma dirección: los restos en la carretera, los daños de su vehículo, ADN de la víctima en los bajos del coche, las cámaras de vigilancia, y un balbuceo y nerviosismo constante ante la Policía.

El estremecedor suceso ocurrió sobre las 4.15 horas de la madrugada del sábado, momento en el que el guardia de seguridad de una finca de la avenida Dionisio Cifuentes avisa a los servicios de emergencia tras oír un fuerte ruido y ver a un hombre tendido en la calzada. Cuando auxilia a Juan, el conductor ya no estaba. Todo ocurrió en cuestión de segundos. La médica que lo atendió, Marta Nonide -casualmente conocía al fallecido- no pudo hacer nada por su vida. "No estuvo solo, no sufrió", fue las palabras que trasladó como un bálsamo a la familia.

Juan y Álvaro eran amigos de toda la vida, aunque tampoco íntimos. Compartían su afición por el tenis y pasaban muchas horas en el club gijonés, ubicado a escasos metros de donde tuvo lugar el suceso. De Juan, sus amigos dijeron en el funeral -se celebró el lunes en la iglesia de San Julián de Somió y a él no asistió Álvaro alegando que se encontraba mal- que era "pura bondad y amistad". De Álvaro, también de 38 años, dicen en la parroquia que era "bastante introvertido"; vivía con su madre -su padre murió en 2008- y trabajaba en una empresa de alquiler de apartamentos. Trató de esquivar a la Policía el domingo, pero orientado por su familia, acabó yendo a la Policía a declarar voluntariamente en compañía de su hermana Beatriz, abogada de profesión. A partir de ahí, el supuesto autor del atropello calló -también ante el juez Juan Laborda-; se entiende que para preparar su defensa con tiempo.

Las familias de Juan Fombona y Álvaro A. S. se conocían desde hacía años y eran vecinas. Ahora están más unidas que nunca, aunque por el dolor. Ayer Somió intentaba aportar un poco de luz al día gris y a otros tantos tras el fallecimiento de Fombás con una boda en la iglesia de San Julián. Flores fuera y flores en la acera donde Juan quedó sin vida.