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La Feria de Muestras fue retranqueada con motivo del Mundial de fútbol de 1982

El presidente Adolfo Suárez sirvió cafés en el Tívoli y una mujer con rulos le acusó desde la peluquería Petra de perjuro y traidor

Retranqueo en el recinto de la Feria de Muestras.

Aquel Gijón de los principios de la década de los ochenta asistía al cierre de emblemáticos cines como el "Brisamar y el "Goya" donde recuerdo haber visto una de mis primeras películas, "Recluta con niño". Como contrapartida, José Luis Garci escogió a nuestra villa para rodar su película "Volver a empezar", que recibió un "Oscar", aunque siempre he mantenido que los escenarios elegidos -en general- eran bastante decadentes. Siempre hay excepciones, claro, porque el Sporting goleaba cuatro a cero al Real Madrid en El Molinón, a pesar de que ya no estabaQuini quien tras el traspaso al Barcelona había sido secuestrado por unos delincuentes que trabajaban como electricistas en Zaragoza. Tras ser liberado veinticuatro días después, con toda naturalidad pidió un bocadillo de lo que fuese porque tenía hambre.

El Ayuntamiento de Gijón creó la Universidad Popular dirigida por el sacerdote comunista Manuel García Fonseca "El Polesu", con una conferencia dada en el Teatro Jovellanos por Juan Cueto Alas sobre la "Evolución y revolución del ocio". Y el farmacéutico Daniel Palacio -tras su existencial tránsito ideológico desde el franquismo al comunismo- fue elegido presidente del Ateneo Obrero logrando después unos locales de la calle de Covadonga, que nada tenían que ver con el suntuoso edificio en las llamadas casas de Veronda, en primera línea de playa, que había sido proyectado por el gran arquitecto Mariano Marín Magallán. A modo testimonial solamente recuperaron un retrato de su gran mecenas Magnus Blikstad que se encontraba en la pinacoteca municipal.

El retranqueo de la Feria de Muestras mejoró su imagen. La única discrepancia que mantuve en toda la vida con mi amigo Pedro García-Rendueles fue la de la necesidad de afrontar el retranqueo del recinto ferial que iba hasta la orilla del río Piles. De nada valieron mis argumentaciones periodísticas, hasta que con motivo de la celebración de una fase del Mundial de fútbol de 1982 -aquello fue algo así como una "Operación Marshall" en la que los taxistas recibieron clases de inglés, dado que se preveía una gran afluencia de turistas- fueron variados los criterios institucionales. Así, el 15 de mayo de 1980, el Consorcio de la Feria de Muestras de Asturias, bajo la presidencia de Agustín José Antuña Alonso, Claudio Fernández Junquera y Pedro García-Rendueles acordó, por unanimidad, acometer el retranqueo del recinto ferial con un crédito de novecientas cincuenta mil pesetas, obras que llevaron quince meses y que motivó la creación de una nueva calle de dieciséis metros de ancho desde el puente de La Guía hasta el del Piles, a la que se le dio el nombre del doctor Fleming. Las obras fueron realizadas por la empresa Ceyd y el asfaltado de la nueva vía de comunicación fue adjudicado a Alvargonzález Contratas, cuyo propietario el gran Luis Alvargonzález era hermano de la ministra de Cultura del gobierno de Fidel Castro.

Pedro García-Rendueles y Aguado -quien siempre fue un caballero en sus excelentes relaciones profesionales conmigo- meses después y tras la celebración de la vigesimoquinta edición de la Feria de Muestras de Asturias en 1981 tuvo la gentileza de reconocerme que el recinto ferial había quedado mucho mejor tras el retranqueo, a pesar de que él no lo había visto, por lo que me invitó a unas inolvidables angulas en "La Pondala".

Adolfo Suárez, un personaje excepcional que hasta sirvió cafés en el "Tívoli". Nunca olvidaré al extrovertido Adolfo Suárez, ni su gran capacidad de diálogo y entendimiento con los demás en todas las ocasiones, por difíciles que fueran en aquellos tiempos de la transición política. La primera de las anécdotas de la que fui testigo presencial fue en Gijón durante una campaña electoral cuando él ya era presidente del Gobierno. El primer tramo de la calle Corrida estaba bloqueada por dos manifestaciones: una del naval en la plaza de Italia y otra del textil en la plaza del Carmen. Gijón estaba en crisis total a nivel industrial. Con los representantes de ambos colectivos laborales conversó distendidamente el presidente del Gobierno escuchando sus reivindicaciones y luego se dirigió a la lamentablemente desaparecida cafetería Tívoli.

Allí, ante la sorpresa de todos, se metió detrás de la barra y se puso a servir cafés a los clientes como si de un camarero más se tratase, con la mayor naturalidad del mundo. Sabido es que en las campañas electorales todo vale, pero nadie pondrá en duda la originalidad de su humilde gesto para demostrar que estaba realmente al servicio de todos.

Al salir del "Tívoli", desde la famosa peluquería Petra -una de las preferidas de las mujeres de Gijón de toda la vida, que diría Juan Ramón Pérez las Clotas- que había en el edificio de enfrente sobre el "Tívoli Pub" una mujer asomada a la ventana del balcón del primer piso con los rulos de la permanente puestos le zahería a gritos:

-¡Perjuro! ¡Traidor!

Sin dudarlo un momento, Adolfo Suárez se acercó en tres zancadas hasta allí mirándola fijamente -ahora resulta muy normal ver a las mujeres fumando a las puertas de las peluquerías, pero aquella estampa de una mujer con rulos no era muy frecuente a finales de los años setenta- la saludó respetuosamente y le preguntó:

-Señora, ¿por qué dice eso?

La mujer enrojeció y se retiró del balcón al no saber dar respuesta a su pregunta.

Adolfo Suárez estaba preparado para provocar su muerte. La segunda anécdota que refleja su férrea personalidad me ocurrió cuando tuvo la gentileza de recibirme en el Palacio de La Moncloa, a principios del año de 1980, meses después de haber finalizado el secuestro de Javier Rupérez por un comando de ETA del que formaba parte Arnaldo Otegui el 16 de noviembre de 1979, aunque no fue condenado por ello ante la falta de pruebas.

Sentados ambos, cara a cara, en la Sala de las Columnas le pregunté a Adolfo Suárez si él no tenía miedo a que también le secuestraran. Muy seguro, me contestó:

-No tengo miedo al secuestro, pero sí temo mucho a ser torturado físicamente ya que resisto muy mal el dolor. Debido a ello, como soy poseedor de secretos de Estado que no puedo contar tengo previsto la manera de provocar mi propia muerte.

Obviamente no me desveló su secreto, pero tras preguntar a algunos expertos en estos temas llegué a la conclusión de que en la dentadura llevaba una cápsula con cianuro.

Adolfo Suárez era un tipo que cuando te miraba a los ojos y te daba la mano con la fuerza que tienen solamente aquellas personas muy seguras de sí mismas era un auténtico seductor y un encantador de serpientes, gracias a su gran magnetismo personal.

España no ha hecho justicia a quien hizo todo lo posible por que lo normal a nivel de calle también lo fuese a nivel de Boletín Oficial del Estado, gracias a lo cual los españoles pudimos disfrutar de una época de verdaderas libertades, sin los sectarismos que tanto lastran a esta partitocracia en la que han convertido a España aquellos que han hecho de la política un oficio de supervivencia personal.

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