Emoción, incredulidad y resignación se entremezclaban en la tarde del domingo en el tanatorio gijonés de Cabueñes, donde se le rindió una sentida despedida a José Luis Fernández Simón, el montañero fallecido el pasado día 8 al sufrir el impacto de una piedra desprendida de una ladera mientras conducía su coche, en el concejo asturiano de Aller.

No fue una despedida al uso, pero quizá fuera más sentida que muchas otras. No hubo funeral, misa, ni celebración de la palabra. Fueron sus amigos, quienes mejor le conocían, quienes tomaron la palabra para realizar un homenaje que emocionó al centenar de personas que le quisieron acompañar en este último adiós. Los mismos que llenaron la sala del tanatorio, donde no cabía una persona más, y parte del pasillo, por el que se hacía complicado caminar. Los mismos que prorrumpían en aplausos cada vez que finalizaba una intervención. Los mismos que siguen sin explicarse cómo pudo suceder algo así.

"En la vida, llegamos a tener muchos amigos, pero pocos nos marcan con su gran amistad para siempre. Y tú, Simón, fuiste uno de ellos", aseguraron quienes compartían con él su gran pasión: la montaña. "La montaña une mucho, saber que nos ponemos en riesgo y tenemos que depender uno de otro", explicaron.

"Siempre nos diste grandes lecciones de cómo sobreponernos a las adversidades", enfatizaron, "pasamos contigo por tus malos momentos, de los que siempre saliste adelante" gracias en parte a ese "tesón" que todos reconocían en él.

"Vivimos contigo momentos y experiencias inolvidables y únicas. Hemos ascendidos las clásicas cumbres: Naranjo de Bulnes, Cabranes, Torrecerredo, Peña Santa", rememoraron, "nos dábamos todos la enhorabuena, como si nos acabásemos de conocer, abrazándonos y sacando fotos todos juntos. Eran momentos únicos".

La montaña era una de las patas sobre las que Simón, como le conocían sus amigos más cercanos, cimentaba su vida. Pero no era la única. "Era genial ver cómo se te iluminaban los ojos cada vez que nos hablabas de tus hijos. Los adorabas y siempre estabas muy pendiente de ellos", recordaron sus compañeros.

Tras su cuadrilla de montaña, tomaron la voz algunos de los trabajadores de la empresa que dirigía, Eumedica Pharmaceuticals Industries, S.L., a la que se dedicaba "en cuerpo y alma".

Quizá uno de los momentos más complicados de la vida de Simón fue cuando los médicos le informaron de que se le tenía que realizar un trasplante de riñón. "Cuando te rezagabas en el monte, nos preguntábamos por qué y, de repente, el 'bombazo'", rememoraron. Pero de nuevo, el tesón de Simón hizo que saliese airoso de la operación. "Siempre fuiste un luchador y a los dos meses del trasplante ya subiste a una cumbre de más de 2.000 metros", relataron, "nos decías en broma 'que no se entere la médica'". Una epopeya que no quedó ahí, "a los pocos meses fuimos a recorrer los Pirineos y todavía llevabas el tubo conectado. Lo que podría parecer una imprudencia, para Simón era una medicina y su mejor recuperación".

Además del hijo y la hija de Simón y su exmujer, uno de los más afectados fue su íntimo amigo Alfredo Suárez, quien vivió con él "ese absurdo, incomprensible e injusto accidente que te ha apartado de nosotros". Pero Suárez lo tiene claro, "cuando sigamos ascendiendo a las montañas y nos juntemos en las cumbres para sacar la foto, tú seguirás estando ahí, presente, en nuestro recuerdo. Nunca, nunca te olvidaremos, descansa en paz, amigo", concluyó entre emocionados aplausos.